sábado, 8 de julio de 2023

El roble andino también es víctima de la contaminación en Bogotá

 La capital produce 20 toneladas diarias de material particulado, diminutas moléculas que se quedan en el aire por la contaminación producida por automóviles y fábricas, entre otras razones. El roble andino, uno de los árboles más comunes en Bogotá, es una de sus víctimas ya que pierde color, nutrientes, polinizadores y agua a causa de este daño ambiental. Después de un primer acercamiento al problema se propone mejorar los planes de reforestación y conservación.

Con seguridad alguna vez usted ha visto o ha escuchado comentarios sobre el roble andino(Quercus humboldtii) por su firmeza o importancia en la construcción; de hecho esta es una de las principales razones por las que es considerado como una especie vulnerable. Pero tener corteza firme no le ha bastado a este gigante –que puede llegar a los 25 m– para salvarse de la contaminación.

El material particulado se clasifica según su tamaño, y en el caso de estudio se evaluó el que mide 10 micras o menos. En 2022 Bogotá registró niveles superiores hasta en tres veces lo recomendado por la Organización Mundial de la Salud (OMS). 

Ante esta problemática, el biólogo Miguel Ángel Camargo, de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), realizó un diagnóstico pionero sobre este árbol para analizar el impacto de la contaminación en el Parque Timiza (Kennedy, al sur de Bogotá), el Jardín Infantil de la UNAL y la Reserva Natural El silencio (San Francisco, Cundinamarca), en el marco del Semillero de Investigación en Ecología Funcional dirigido por la profesora Beatriz Salgado, del Departamento de Biología.

“En el Parque Timiza las hojas del roble andino se encuentran deshidratadas, lo que obedecería a las “islas de calor”, fenómeno generado por la alta radiación solar que absorbe el asfalto y los contaminantes del aire, lo que hace aumentar la temperatura, y esto a su vez promueve la desecación de la vegetación, que se agudiza por ubicarse en una zona densamente poblada y con una acelerada urbanización”, asegura el investigador.

Para la evaluación se utilizó el índice de tolerancia a la contaminación del aire (APTI), que se basa en 4 rasgos principales: (i) contenido relativo de agua, que indica la capacidad de retención, (ii) pH foliar, crucial para el buen funcionamiento de proteínas y otras moléculas importantes para la planta, (iii) ácido ascórbico o vitamina C, que protege a la planta de sustancias tóxicas, y (iv) clorofilas totales, pigmentos que otorgan el verdor a las hojas y que son propensos a degradarse por moléculas dañinas.

Para considerar que el roble es tolerante a la contaminación el índice debería estar en un valor de 30; sin embargo en Bogotá está lejos de llegar a ese registro, pues ni siquiera la Reserva Natural lo logra, ya que esta se encuentra en un valor máximo de 10,28, mientras que el Parque Timiza en 10,11 y el Jardín de la UNAL en 9,90, por lo que la especie se puede catalogar como “sensible a la contaminación atmosférica” y se ve más afectada a medida que dicha amenaza se intensifica. 

En el estudio se hallaron mayores niveles de pH foliar en los robles del Jardín Infantil de la UNAL, lo cual sería una estrategia para producir más vitamina C; asimismo se considera la consecuencia del impacto que tiene el polvo que se desprende del cemento de los alrededores, o de un cierre más rápido de los estomas de la planta, que son aberturas que regulan el intercambio de gases y que a su vez inciden en este rasgo de las hojas.

“En cuanto al ácido ascórbico se encontraron niveles más altos a medida que aumentaba la contaminación, lo que hace que las hojas de los árboles tengan menos protección frente a los radicales libres, una serie de moléculas altamente tóxicas que se pueden producir en concentraciones elevadas de contaminantes atmosféricos, con lo cual poco a poco se va deteriorando la salud de las plantas”, indica el biólogo Camargo.

En cuanto a las clorofilas, aunque no se encontraron diferencias significativas, posiblemente por la acción protectora de la vitamina C, el investigador señala que “es importante ampliar la muestra y robustecer el panorama del roble andino en Bogotá”.

Algunos polinizadores posiblemente afectados por la contaminación en esta especie de roble son las abejas nativas, entre ellas Thygater aethiops, especies del género Caenohalictus, e incluso la abeja invasora Apis mellifera.

Según la Secretaría Distrital de Ambiente de Bogotá, alrededor del 60 % de la contaminación del aire es causada por camiones o buses viejos, a lo que se suma la expansión urbana, que hace urgente tener en la ciudad mejores planes de reforestación y conservación de árboles como el roble andino; por eso esta investigación del biólogo Camargo sienta un precedente y emerge como un insumo importante para disminuir la problemática.







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