La capital produce 20 toneladas diarias de material particulado, diminutas moléculas que se quedan en el aire por la contaminación producida por automóviles y fábricas, entre otras razones. El roble andino, uno de los árboles más comunes en Bogotá, es una de sus víctimas ya que pierde color, nutrientes, polinizadores y agua a causa de este daño ambiental. Después de un primer acercamiento al problema se propone mejorar los planes de reforestación y conservación.
Con seguridad alguna vez usted ha visto o ha escuchado
comentarios sobre el roble andino(Quercus humboldtii) por su firmeza o
importancia en la construcción; de hecho esta es una de las principales razones
por las que es considerado como una especie vulnerable. Pero tener corteza
firme no le ha bastado a este gigante –que puede llegar a los 25 m– para
salvarse de la contaminación.
El material particulado se clasifica según su tamaño, y en
el caso de estudio se evaluó el que mide 10 micras o menos. En 2022 Bogotá
registró niveles superiores hasta en tres veces lo recomendado por la
Organización Mundial de la Salud (OMS).
Ante esta problemática, el biólogo Miguel Ángel Camargo, de
la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), realizó un diagnóstico pionero
sobre este árbol para analizar el impacto de la contaminación en el Parque
Timiza (Kennedy, al sur de Bogotá), el Jardín Infantil de la UNAL y la Reserva
Natural El silencio (San Francisco, Cundinamarca), en el marco del Semillero de
Investigación en Ecología Funcional dirigido por la profesora Beatriz Salgado,
del Departamento de Biología.
“En el Parque Timiza las hojas del roble andino se
encuentran deshidratadas, lo que obedecería a las “islas de calor”, fenómeno
generado por la alta radiación solar que absorbe el asfalto y los contaminantes
del aire, lo que hace aumentar la temperatura, y esto a su vez promueve la
desecación de la vegetación, que se agudiza por ubicarse en una zona densamente
poblada y con una acelerada urbanización”, asegura el investigador.
Para la evaluación se utilizó el índice de tolerancia a la
contaminación del aire (APTI), que se basa en 4 rasgos principales: (i)
contenido relativo de agua, que indica la capacidad de retención, (ii) pH
foliar, crucial para el buen funcionamiento de proteínas y otras moléculas
importantes para la planta, (iii) ácido ascórbico o vitamina C, que protege a la
planta de sustancias tóxicas, y (iv) clorofilas totales, pigmentos que otorgan
el verdor a las hojas y que son propensos a degradarse por moléculas dañinas.
Para considerar que el roble es tolerante a la contaminación
el índice debería estar en un valor de 30; sin embargo en Bogotá está lejos de
llegar a ese registro, pues ni siquiera la Reserva Natural lo logra, ya que
esta se encuentra en un valor máximo de 10,28, mientras que el Parque Timiza en
10,11 y el Jardín de la UNAL en 9,90, por lo que la especie se puede catalogar
como “sensible a la contaminación atmosférica” y se ve más afectada a medida
que dicha amenaza se intensifica.
En el estudio se hallaron mayores niveles de pH foliar en
los robles del Jardín Infantil de la UNAL, lo cual sería una estrategia para
producir más vitamina C; asimismo se considera la consecuencia del impacto que
tiene el polvo que se desprende del cemento de los alrededores, o de un cierre
más rápido de los estomas de la planta, que son aberturas que regulan el
intercambio de gases y que a su vez inciden en este rasgo de las hojas.
“En cuanto al ácido ascórbico se encontraron niveles más
altos a medida que aumentaba la contaminación, lo que hace que las hojas de los
árboles tengan menos protección frente a los radicales libres, una serie de
moléculas altamente tóxicas que se pueden producir en concentraciones elevadas
de contaminantes atmosféricos, con lo cual poco a poco se va deteriorando la
salud de las plantas”, indica el biólogo Camargo.
En cuanto a las clorofilas, aunque no se encontraron
diferencias significativas, posiblemente por la acción protectora de la
vitamina C, el investigador señala que “es importante ampliar la muestra y
robustecer el panorama del roble andino en Bogotá”.
Algunos polinizadores posiblemente afectados por la
contaminación en esta especie de roble son las abejas nativas, entre
ellas Thygater aethiops, especies del género Caenohalictus,
e incluso la abeja invasora Apis mellifera.
Según la Secretaría Distrital de Ambiente de Bogotá,
alrededor del 60 % de la contaminación del aire es causada por camiones o
buses viejos, a lo que se suma la expansión urbana, que hace urgente tener en
la ciudad mejores planes de reforestación y conservación de árboles como el
roble andino; por eso esta investigación del biólogo Camargo sienta un
precedente y emerge como un insumo importante para disminuir la problemática.
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