Alto volumen de visitantes, alteraciones del entorno natural, inadecuado manejo de basuras, guaquería, desigualdad dentro de los operadores turísticos e irrespeto por el patrimonio arqueológico forman parte de los impactos culturales y ambientales del turismo en el Parque Arqueológico Teyuna, o Ciudad Perdida, ubicado sobre la cara norte de la Sierra Nevada de Santa Marta y conformado por más de 200 viviendas construidas durante el siglo IX, además de caminos y escaleras en piedra, plazoletas, edificaciones ceremoniales y de reunión, canales y áreas de almacenamiento.
Así lo evidenció Natalia Angarita Nieto, magíster en
Geografía de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), tras entrevistar a: 19
turistas, un guía indígena, el coordinador de Parques Arqueológicos del
Instituto Colombiano de Antropología e Historia (ICANH), y a uno de los
encargados del Alojamiento de Adán, en el camino a Teyuna. También visitó el
lugar y revisó material bibliográfico sobre el tema.
Lo anterior le permitió constatar que, aunque el límite para
la “temporada alta” de turismo es de 70 personas, al lugar llegan entre 100 y
150.
Pese a la dificultad del recorrido, la afluencia es alta.
Los visitantes deben tomar la vía Santa Marta – Riohacha y desviar en el sitio
conocido como Guacha Puerto Nuevo, en el Km 52 hacia la población del Mamey (de
12 km). A partir de ese punto hay dos o tres jornadas de distancia hasta el
Parque Arqueológico, recorriendo un camino de herradura y un sendero peatonal
(de 26 km), que algunos hacen a pie y otros en mula.
“La falta de control estatal sobre el territorio y la poca
atención que se le presta a las comunidades indígenas que manifiestan su
descontento con la situación, a lo que se suma la mala gestión los operadores
turísticos, son factores que generan una sobreexplotación del camino y del
Parque”, detalla la investigadora.
El desbordado número de turistas genera alteraciones
drásticas en el entorno, entre ellas: la contaminación de los ríos y quebradas
–a los que se tiran bolsas y botellas plásticas, envolturas de alimentos
procesados y cáscaras de frutas u otros residuos de alimentos–; la alteración
de la tranquilidad del lugar por el ruido excesivo; y la erosión del suelo por
el tránsito continuo de personas.
La magíster Angarita asegura que “lo primero que los
operadores turísticos les dicen a los visitantes es que guarden toda la basura
que generen y que solo la depositen en los lugares de los campamentos
dispuestos para tal fin, pero al turista se le olvida que también es su
responsabilidad velar porque esos paisajes sigan siendo conservados para que
quienes lleguen después los puedan apreciar de la misma manera”.
Otro aspecto que se constató es que hasta el lugar siguen
llegando personas a buscar objetos prehispánicos para venderlos entre los
turistas y el mercado negro, una problemática que afrontan especialmente los
parques arqueológicos.
Por otro lado, identificó que todos los operadores
turísticos –a excepción de una agencia indígena– se organizaron en una
asociación en la que toman decisiones sobre los productos turísticos que
ofrecen, los precios y tipos de planes y atractivos, pero las decisiones que
los involucran no son consensuadas por todos los participantes, sino que se
excluye y se deja en una posición desigual a los indígenas.
“Los operadores turísticos usan el paisaje arqueológico y
natural, ‘exotizan’ a los pueblos indígenas y ofrecen la Sierra como ese lugar
no domesticado que brinda la posibilidad de escapar de la rutina y vivir una
aventura”, afirma.
El ICANH, entidad que lidera los temas de conservación del
patrimonio arqueológico, no tiene los recursos necesarios para realizar
programas de conservación preventiva y de restauración de los bienes que se
encuentran en Teyuna. Aunque cada año designa rubros para hacer algunas
adecuaciones y mantener los sitios lo mejor posible, el impacto del turismo
sobre los bienes arqueológicos va mucho más rápido que las acciones de conservación
que se pueden desarrollar.
Propuestas
Para contrarrestar estas problemáticas, la investigadora
plantea implementar y diseñar, con los actores involucrados, un plan de manejo
turístico para el recorrido a Teyuna y la llegada al Parque Arqueológico;
también aplicar la “geografía de los sentidos”, cuya función es la
experimentación, aproximación, o una manera de acercarse a la naturaleza a
través de la vista, el olfato, el oído y el tacto, como alternativa al turismo
tradicional.
“Al brindar herramientas que generan en los turistas otro
tipo de inquietudes será posible incentivar algún tipo de apropiación social
sobre los vestigios arqueológicos o sobre la Sierra como parte principal en la
acción turística”, enfatiza.
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