martes, 19 de agosto de 2025

El sargazo que invade las playas de San Andrés salvaría sus manglares

 En los últimos años la cobertura de manglar en San Andrés se ha reducido por eventos como el huracán Iota de 2020, que afectó el 70 % de estos bosques al norte de la Isla. En el manglar Old Point las plantas jóvenes no logran establecerse con éxito, y sin estos guardianes naturales la Isla queda más expuesta a la impredecible fuerza del mar. Pero las toneladas de sargazo, un alga flotante que inunda las costas y se limpia como basura, serían la solución para recuperar esta vegetación.

Desde 2009, y con más fuerza desde 2011, enormes masas de sargazo comenzaron a formarse en el Atlántico tropical y llegaron al Caribe, lo que hoy constituye un problema para estas playas. El fenómeno obedece a factores como la combinación de aguas más cálidas, los cambios en las corrientes marinas y un exceso de nutrientes que actúan como fertilizante permitiendo que el sargazo crezca y viaje miles de kilómetros hasta playas como las de San Andrés.

El sargazo masivo es un dolor de cabeza tanto para los isleños como para el ecosistema, pues cuando se acumula en las playas desprende un olor fuerte, casi a huevo podrido, que ahuyenta a los turistas, y al descomponerse consume oxígeno en el agua afectando a los peces, corales y otros organismos marinos. Entre sus enredos arrastra basura, microplásticos, e incluso restos de animales muertos. Y por si fuera poco, se puede convertir en vehículo de metales pesados como el arsénico, que si no se manejan adecuadamente terminan contaminando más de lo que ayudan.

Pero lo que para muchos habitantes de las playas es solo un estorbo maloliente, para un grupo de investigadores se ha convertido en una oportunidad, pues lo están transformando en un abono natural capaz de ayudar a restaurar los manglares que protegen la Isla tanto de huracanes como de la erosión y del cambio climático, y que, comparado con el propio suelo del manglar, le ayuda a sobrevivir, crecer y tener más hojas.

Hoy la gestión más común en San Andrés es enterrarlo. Se recoge con palas y maquinaria y se cubre bajo la arena, un método rápido pero que no resuelve el problema de fondo porque los desechos no se gestionan sino que se ocultan desaprovechando los beneficios que traería usarlos.

El biólogo Juan Andrés Palacios Rocha, investigador de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), decidió que no se limitaría a ver cómo el sargazo se convierte en basura, e, inspirado por la urgencia de recuperar los manglares que protegen a San Andrés de la erosión de sus costas y de las tormentas, se propuso utilizar esta microalga marina como abono para conservar los bosques costeros.

Esta vegetación de árboles de raíces entrelazadas que crece donde se mezclan el agua dulce y la salada, almacena carbono y sirve de hogar a peces, cangrejos, aves y muchas otras especies marinas y terrestres, pero enfrenta graves amenazas.

El trabajo del investigador Palacios comenzó mar adentro. Con el apoyo de su directora, la profesora Briggite Gavio, del Departamento de Biología de la UNAL, y su equipo, recolectaron unos 70 kilos de sargazo fresco, cuidando que no estuviera demasiado deteriorado. Una vez en tierra, lo lavaron con agua dulce para retirarle la sal acumulada durante su travesía.

Luego lo mesclaron con residuos de cocina (de origen no animal), también cerca de 70 kilos recolectados en la Isla, más 30 kilos de trozos de madera triturada. “Esa mezcla se dejó compostar durante 61 días, alcanzando temperaturas de hasta 60 °C en su fase más activa, lo que ayuda a eliminar bacterias y acelerar la descomposición. Después se tamizó y se dejó secar al sol hasta obtener un abono uniforme y rico en nutrientes como nitrógeno, fósforo y potasio, esenciales para el crecimiento de las plantas”, explica el biólogo.

Con el compost listo llegó el momento de la prueba. En un vivero se sembraron plántulas del mangle rojo (Rhizophora mangle) característico del Caribe, en 4 tipos de sustratos: (i) tierra local de San Andrés que se vende para plantar, (ii) mezcla de 50 % tierra local y 50 % compost con sargazo, (iii)  mezcla de 50 % tierra local y 50 % compost sin sargazo, y (iv)  tierra de un manglar natural de Old Point.

Lo que reveló la naturaleza

En el invernadero todas las plántulas sobrevivieron. No hubo diferencias notorias en el crecimiento, y la herbivoría (ataque de animales que comen hojas) fue mínima. Pero la verdadera prueba llegó cuando las plantas se enfrentaron al mundo real, en las condiciones cambiantes del manglar.

Allí las diferencias saltaron a la vista: las plántulas que crecieron en el sustrato con 50 % de compost de sargazo fueron las más vigorosas. Tenían más hojas y más sanas. La supervivencia en este grupo superó ampliamente a las que crecieron en suelo del manglar, que mostraron menor altura, menos vigor y más afectación foliar.

El temor de que el compost de sargazo acumulara metales pesados en las plantas se disipó con análisis de laboratorio: la transferencia de estos elementos a los tejidos fue mínima. Incluso con la legislación colombiana –más laxa que la europea– los niveles se mantuvieron dentro de los límites aceptados.

Los resultados son prometedores. Usar compost de sargazo no solo mejoraría el éxito de restauración de los manglares, sino que además ofrecería una forma ecológica de manejar las toneladas de biomasa que hoy son tratadas como basura. Esto significa menos impacto en las playas turísticas, menos gasto en disposición y más oportunidades para fortalecer la protección natural de la Isla.

La investigación contó con el respaldo de un proyecto de fortalecimiento de la gestión del riesgo de desastres en San Andrés y Providencia que busca combinar conocimiento científico con innovación social para ofrecerle soluciones a la comunidad. Ya se han realizado talleres con niños y adultos  para concientizar sobre el problema y mostrar el potencial que tiene esta alga tanto para la vida de sus pobladores como para la protección de los manglares.