miércoles, 8 de mayo de 2024

El juego como terapia para niños con déficit de atención e hiperactividad

 En vez de restringir la desbordante energía de los niños con trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH), los resultados de un estudio realizado con 6 niños de 7 a 11 años diagnosticados sugieren que, en los juegos con imaginación, movimiento, texturas, olores y otros elementos sensoriales habría aspectos fundamentales para regular sus emociones y potenciar su atención.

El TDAH, catalogado como uno de los trastornos del neurodesarrollo más prevalentes en la actualidad, impacta en las relaciones sociales, en el desempeño escolar, y en el campo ocupacional, pues sus síntomas suelen aparecer a partir de los 3 años, y si no se tratan a tiempo prevalecen hasta la adultez. En Colombia, aunque no existen cifras precisas de este problema de salud pública, diferentes estudios hablan de un 5,7 y 20 % de prevalencia.

Jessica García, estudiante de la Maestría en Neurociencias de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), explica que “esta condición se puede presentar a cualquier edad y genera en las pacientes dificultades para mantener la atención, tener el control de su cuerpo y sus movimientos, y lograr pensar antes de ejecutar, por lo que ellos son impulsivos”.

En los adultos esas características se reflejan en situaciones de fracaso laboral, cuando no logran cumplir con tareas asignadas, y también están aquellas susceptibles a desarrollar adicciones a sustancias psicoactivas e incluso tener comportamientos ludópatas –impulso patológico a jugar apostando dinero–, entre otras conductas que pueden afectar sus relaciones sociales.

Para tratar de mejorar el pronóstico y la calidad de vida de quienes padecen de TDHA es clave el diagnóstico oportuno y la intervención temprana. Por eso la estudiante García exploró el potencial del juego como herramienta terapéutica.

“Aunque el juego es la ocupación central de la infancia, en Colombia pocas investigaciones han abordado cómo se ve afectada esta actividad vital cuando los niños presentan condiciones como el TDAH”, explica.

Tras una exhaustiva revisión de la literatura científica, la investigadora diseñó un estudio de viabilidad con 6 niños de entre 7 y 11 años diagnosticados con TDAH y que llevaban su tratamiento en el Consorcio Clínica Emmanuel de Bogotá.

Durante 8 semanas consecutivas los menores asistieron a sesiones terapéuticas basadas en diversas actividades lúdicas de movimiento, juegos de mesa y otros de imaginación, en donde partían de una caja de cartón para crear otros elementos. Así, cada sesión fue cuidadosamente diseñada para estimular su atención, concentración y habilidades sociales de interacción.


Para evaluar los posibles efectos de esta terapia, la metodología contempló no solo la aplicación de herramientas para medir el desempeño y la participación de los niños en las actividades lúdicas, sino también el monitoreo de sus niveles de cortisol, la llamada “hormona del estrés”, mediante análisis de muestras de saliva.

“Utilizamos 2 escalas de evaluación para observar a los niños. La primera se centra en la conducta juguetona, observando cómo el niño participa en el juego, su motivación, control, capacidad de imaginación y discernimiento entre el juego y otras actividades. La segunda escala se enfoca en el logro de objetivos concretos, aquí los padres identifican las dificultades más importantes que el niño enfrenta al jugar, para luego abordarlas en las sesiones de intervención”, detalla.

Las sesiones terapéuticas se dividieron en 3 fases clave: una actividad preparatoria donde los niños saltaban, corría y realizaban múltiples movimientos con el fin de regular sus niveles de alerta y energía.

Luego una actividad central diseñada para favorecer el procesamiento sensorial y emocional a través de juegos como circuitos de saltos, llevar un objeto de un lado a otro, etc., y por último actividades de atención, concentración e inhibición de estímulos como juegos de mesa que desarrollan habilidades cognitivas superiores.

“Después de las sesiones identificamos una asociación con un aumento en la capacidad de los niños para regular sus emociones. Se observaron reducciones notables en los episodios de ira, frustración y ansiedad, así como una mayor expresión de emociones positivas y una mejor capacidad para manejar situaciones estresantes”, menciona el magíster.

Otro resultado alentador fue la mejoría en las habilidades sociales y de interacción durante las sesiones de juego terapéutico, en las que se desenvolvieron mejor con los demás participantes.

“Se observaron aumentos relevantes en la capacidad para compartir, cooperar, resolver conflictos y mantener la atención compartida, lo que sugiere un impacto positivo en el desarrollo de relaciones interpersonales sanas y duraderas”.

“Los resultados respaldan la idea de que involucrar a los niños en el juego favorece su regulación socioemocional, mejora su participación en esta ocupación fundamental y fortalece habilidades clave como la atención y el autocontrol”.

También aclara que es necesario seguir realizando este tipo de propuestas para identificar otros potenciales que puede tener el juego para el desarrollo de los niños.

La investigación fue dirigida por la profesora Sandra Ortiz, psiquiatra infantil, y codirigida por la profesora Eliana Parra, terapeuta ocupacional, ambas de la Facultad de Medicina de la UNAL.






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