En La Macarena (Meta), escenario de una resistencia campesina que desde los años 80 defiende sus derechos y su territorio tras la declaratoria de Parques Nacionales Naturales en terrenos previamente habitados, lo que dejó a sus comunidades en la ilegalidad, el movimiento “Parques con campesinos” ha sido una exitosa iniciativa para proteger el medioambiente y consolidar la paz, convirtiéndose en un modelo de democracia y resiliencia.
En el suroccidente del Meta, una zona donde confluyen las
regiones Andina, Amazónica y Orinoquense, se levanta la Sierra de La Macarena,
una formación geológica que pertenece al antiguo escudo guayanés. Este espacio,
considerado como uno de los más biodiversos de Colombia, es un punto
estratégico donde la naturaleza y la historia se entrelazan. Desde mediados del
siglo XX esta región dejó de ser un territorio aislado para convertirse en un
escenario de colonización, conflicto y negociación, transformado por la llegada
de campesinos y colonos desplazados.
Desde entonces ha sido un escenario del conflicto histórico,
marcado por la violencia y las luchas por la tierra. Tras el Acuerdo de Paz de
2016 entre el Estado colombiano y las FARC-EP, las comunidades buscan una
convivencia pacífica y sostenible.
La investigación del sociólogo Erick Salomón, magíster en
Estudios Políticos de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), documenta
mediante entrevistas y trabajo de campo los hechos históricos y las tensiones
entre desarrollo rural, democracia y derechos ambientales, mostrando a La
Macarena como un reflejo de los retos de Colombia hacia la paz.
“El conflicto se agudizó cuando a finales de los años 80 y
principios de los 90 el Estado trazó las fronteras de parques naturales como la
Serranía de La Macarena, Tinigua y Serranía de los Picachos sin considerar a
las comunidades que ya habitaban esos territorios, sin un censo o consulta,
dejando a los campesinos en el limbo legal, obligándolos a desplazarse, esto
sin perder de vista que las mismas autoridades promovieron el poblamiento de la
zona en periodos anteriores”, explica el sociólogo.
El proceso de colonización del Meta fue promovido por el
mismo Estado en los años 50, en un intento por desarrollar zonas inexploradas
del país. “Familias campesinas de Santander, Tolima y Boyacá fueron trasladadas
al Meta para ‘colonizar el monte’, bajo el amparo estatal, primero los
invitaron a deforestar y ocupar la tierra, luego los declararon ilegales”,
destaca el investigador, subrayando la contradicción en las políticas públicas
de la época.
Campesinos como guardianes del territorio
Esta agenda plantea que los campesinos se comprometan a
cuidar los bosques y la biodiversidad mientras continúan habitando y trabajando
la tierra, evitando la deforestación y la llegada de nuevos colonos, para
proteger los límites establecidos. Según el magíster “este es un ejercicio de
democracia directa, donde la comunidad se autogestiona, dialoga y media con el
Estado para defender sus derechos”.
Uno de los episodios más críticos para la comunidad
campesina fue la Operación Artemisa adelantada en 2020, “una estrategia militar
que buscaba frenar la deforestación, pero que, según denuncias, llevó a
violaciones de derechos humanos. El problema se trató como un asunto criminal y
no civil. Se militarizó el territorio, destruyeron viviendas y separaron
familias”, relata el sociólogo Chávez.
El desarraigo y la violencia estatal han marcado
profundamente a estas comunidades. Sin embargo, lejos de desistir, los
campesinos han fortalecido su organización construyendo vías, escuelas y otros
servicios básicos mediante la autogestión. “La ausencia estatal obliga a las
comunidades a suplir sus necesidades y a dialogar tanto con el Gobierno como
con actores armados, siempre priorizando su subsistencia”, señala el
investigador.
Históricamente La Macarena ha sido un territorio
estratégico, no solo para el campesinado sino también para movimientos
guerrilleros. Desde los años 60 la zona fue cuna de guerrillas liberales y
posteriormente de las FARC, lo que añadió otra capa de complejidad al
conflicto. Pese a ello, la organización campesina ha buscado mantenerse al
margen de estos grupos y enfocarse en sus propios reclamos sociales.
Hoy el movimiento Parques con Campesinos representa una
propuesta innovadora en el contexto del posconflicto colombiano. “No se trata
solo de un reclamo territorial sino de una apuesta por la paz y la convivencia
en armonía con la naturaleza; es una lección para el país sobre cómo lo
democrático puede surgir desde las bases sociales, más allá de las
instituciones formales”, reflexiona el investigador.
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