El Chocó biogeográfico –corredor natural que comprende desde la costa Pacífica hasta la cordillera Occidental– padece uno de los mayores golpes en contra de la biodiversidad en el mundo. Según expertos, el norte del departamento ha perdido al menos el 11 % de la vegetación natural original, transformándose en potrero, mientras en el sur del territorio la pérdida ha sido del 35 %.
Los principales desafíos que afronta Chocó en la lucha por
la preservación de los sistemas naturales son el conflicto armado, la
deforestación y la contaminación de las fuentes hídricas. En el departamento
habitan más 5.000 especies de fauna y flora endémicas, que conforman una
“explosión de biodiversidad”, con más de 110 tipos de vegetación y manglares
que no se encuentran en ningún otro lugar del mundo.
Aunque el país cuenta con sistemas de categorización de esta
riqueza que permiten tomar acciones por la preservación del territorio, este
sigue siendo blanco de los efectos de las acciones del hombre, a las que se
suman los efectos del cambio climático.
“La biodiversidad es el capital natural y su manejo se debe
incorporar en el manejo de la economía mundial, no se puede perder, hay que
vivir de los réditos de ese capital”, señala el docente Jesús Orlando Rangel,
del Instituto de Ciencias Naturales (ICN) de la Universidad Nacional de
Colombia (UNAL).
Por eso, trasladar los datos a los hechos sobre el impacto
de las problemáticas naturales, sociales y administrativas del territorio a
escenarios como la COP16 aportaría a construir alternativas para reducir tales
efectos. A pesar de estas afectaciones, es posible recuperarlas, pero ello
requiere de un profundo esfuerzo que se puede fortalecer en este evento mundial
que se celebrará en Cali.
“Es vital rescatar los ecosistemas en el Chocó
biogeográfico, ya que el área sur del departamento tiene todos los males
posibles que puedan tener una zona natural”, añadió el profesor Rangel.
Entre estos males se encuentran la deforestación y
devastación que causan los componentes químicos utilizados por los grupos
armados en la lucha por acceder a los recursos naturales a través de la
minería. Según la investigadora Carol Coronado, del Instituto de Estudios del
Pacífico (IEP) de la UNAL, para solucionar esta situación se debe establecer
que el vínculo de la preservación de los ecosistemas y la búsqueda de la paz
deben trabajar en conjunto.
“Promover un acceso continuo a los recursos vitales para las
comunidades ayudaría a reducir la pobreza y las tensiones sociales de la
región”, indicó la académica.
Resultados desde los más pequeños
“Estudiantes de grados séptimo, décimo y undécimo que buscan
generar paz y estrechar la relación del ser humano con la naturaleza
conformaron el proyecto “Mi amigo el manglar”, el cual fortaleció estos
vínculos entre actores para generar las propuestas formativas que se esperan
desarrollar en el marco de la COP16”, indicó, Fabiola Salazar, docente del
colegio Max Seidel de San Andrés de Tumaco.
Así mismo, la implementación de la modalidad de ciencias del
mar, la cual trabaja ejes transversales como recursos vivos, navegación,
hombre, mar, sociedad y oceanografía, permite abordar directamente el trabajo
de los ecosistemas, según la docente Salazar.
Trabajar de manera integral para involucrar la educación y
el compromiso institucional para reducir el impacto medioambiental en el
territorio es uno de los llamados que hacen los expertos, de tal manera que
llevar cada aspecto mencionado a la Conferencia de las Partes en Cali será
crucial para buscar de soluciones en la región.
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