Desde 2023 la Amazonia enfrenta una sequía extrema que ha generado la proliferación de los mosquitos Anopheles, transmisores de la malaria, un fenómeno que daría ideas sobre la relación entre el aumento de las temperaturas y las enfermedades transmitidas por este tipo de insectos, que en este territorio generan especial riesgo en las comunidades indígenas.
La bióloga María Camila Aroca, estudiante de la Maestría en
Estudios Amazónicos de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede
Amazonia, es coinvestigadora en un proyecto enfocado en la malaria, el dengue y
la leishmaniasis para entender cómo se relacionan los insectos que transmiten
estas enfermedades con el cambio climático y cuál es el manejo que se les da en
las comunidades indígenas de la Amazonia, específicamente en los departamentos
de Amazonas y Vaupés.
“Los mosquitos abundan más cuando el río baja. Si lo miramos
desde la salud pública, a nosotros nos importa cuando hay mosquitos cerca de
las personas. En ese sentido, si tenemos el criadero en la mitad de una
comunidad y disponible todos los meses del año, se pone en riesgo la salud de
todos, porque para infectarlos de malaria solo se necesita un mosquito”,
aseguró la investigadora Aroca.
1.600 msnm, las dinámicas ecológicas del bosque y los
ciclos del río –que cambian cada año según sus estaciones (temporada de aguas
bajas y altas)– también impactan la alteración de estos vectores. Así mismo, la
investigadora sostiene que los extremos del cambio climático no son buenos,
pues los mosquitos que transmiten la malaria siempre llegarán a cualquier lugar
donde exista agua estancada como charcos o pozos.
Las comunidades indígenas tienen un riesgo especial, ya que
generalmente viven al lado de un río, de lagunas, o tienen pozos cerca para su
sustento. Una población como San Pedro de los Lagos, ubicada en la zona rural
de Leticia, tiene un estanque en medio de la comunidad, lo que aumenta la
posibilidad de que aparezcan los mosquitos.
En esta comunidad, la bióloga Aroca realizó un levantamiento
de anofelinos (mosquitos Anopheles) utilizando trampas CDC y cebo
humano para capturarlos, además caracterizó los criaderos y mapeó
detalladamente los lugares específicos donde se ubican.
Durante el trabajo encontró mosquitos Anopheles
oswaldoi, capturados entre las 18:00 y 19:00 horas. Entre tanto, la
especie A. darlingi (vector principal de la malaria)
estuvo presente en todas las franjas monitoreadas, pero tiene un pico de
abundancia entre las 21:00 y 22:00 horas en espacios intradomiciliarios, lo
cual demuestra un riesgo importante para esta comunidad. Además, en un criadero
artificial se hallaron ejemplares de A. triannulatus, cuyos
hábitos son más zoofílicos, por eso no se encontró en contacto con el humano.
Además de su trabajo técnico, la investigadora destacó
varios desafíos importantes, entre ellos el difícil acceso a las comunidades,
además de evidenciar que el 30 % de los habitantes de San Pedro de los
Lagos no cuentan con toldillos adecuados para su protección. También, falta de
acceso a los medicamentos para tratar la malaria y dificultad para transportar
a las personas enfermas hacia un centro de salud.
En junio, durante las visitas a la comunidad, se
identificaron 13 casos de personas, 9 diagnosticadas y 4 sin diagnóstico. Así
mismo se identificaron una niña y una adulta mayor con sospechas de la
enfermedad.
Prevenir a partir de los conocimientos ancestrales
La investigadora Aroca destaca cómo las comunidades
indígenas manejan la malaria desde su perspectiva cultural y espiritual. San
Pedro de los Lagos es una comunidad que en su mayoría pertenece a la etnia
tikuna, por lo cual ven esta enfermedad como parte del mundo y de la historia
de los territorios.
En la prehistoria la presencia de parásitos de la malaria ya
era una realidad, con el primer reporte histórico de la enfermedad que fue
registrado hace más de 4.000 años. Los antiguos describían la malaria como un
“mal aire”, asociando su aparición con olores desagradables cada vez que
infectaban a una persona. Sin embargo, hoy la malaria sigue siendo una amenaza,
especialmente para los pobladores de la Amazonia.
“La enfermedad no siempre es negativa, a veces indica algo
sobre el cuerpo o el territorio […] en algunas temporadas del año la enfermedad
llega y la medicina tradicional está lista para enfrentar los síntomas de las
personas. Por eso, estas personas ya saben cómo controlarla, es importante
tener en cuenta esta visión cultural y la medicina tradicional para desarrollar
estrategias en las que se respeten e integren las prácticas ancestrales de los
indígenas”.
“Es fundamental construir una base técnica para los
tratamientos de la enfermedad, además de que el Estado colombiano debería
pensar no solo en estrategias de exámenes PCR y muchos medicamentos, sino
evaluar la posibilidad de valorar los conocimientos ancestrales para tratar a
los enfermos de malaria”, señaló la investigadora Aroca.
Indicó además que “el sistema de salud no tiene cómo abarcar
a un departamento tan amplio y disperso como el Amazonas, no podemos desamparar
a las comunidades, la logística de transporte es muy grande. Es importante que
los atiendan con prontitud […] no podemos desamparar a estas comunidades,
porque es muy triste ver cómo una persona tiembla por el frío que provoca la
fiebre tan alta”.
El trabajo continuará a partir de los conocimientos de los
habitantes, para poder implementar procesos técnicos y protocolos de detección
de vectores, además de brindar acceso a la información educativa y política
para construir trabajos de prevención articulados.
Los hallazgos y últimos avances de esta investigación sobre
la malaria se presentarán en la International Conference on Malaria and other
Blood Parasites of Wildlife y el International Symposium of Wildlife Disease
Research Network, que se llevará a cabo en Medellín, del 26 al 30 de noviembre
de 2024.
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