Durante el conversatorio “El quehacer de la educación superior frente a los retos de la biodiversidad y el cambio climático”, realizado en el marco de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Biodiversidad (COP16), rectores y directivas académicas de reconocidas instituciones de educación superior destacaron la necesidad urgente de replantear las estrategias y hacer alianzas para salvaguardar los recursos naturales y genéticos en el país.
En el evento académico, realizado en el auditorio principal
de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Palmira, los rectores de la
UNAL, Leopoldo Múnera Ruiz, y de la Universidad de los Andes, Raquel Bernal,
así como directivas académicas de la Universidad Industrial de Santander (UIS)
y la Universidad del Valle (Univalle), discutieron sobre la crisis de la
pérdida de biodiversidad y propusieron algunas iniciativas para su
conservación.
Durante su intervención, el profesor Múnera hizo una
reflexión a través de cuatro escenas para abordar este desafío global. En la
primera advirtió el incumplimiento de las metas desde la firma del Convenio
sobre Diversidad Biológica, señalando que, “aunque existen compromisos y se han
implementado acciones tanto nacionales como internacionales, la biodiversidad
continúa en una situación crítica”.
“A pesar de los esfuerzos, un informe reciente revela que
solo seis de las 20 metas planteadas en Aichi, Japón, durante la COP10 se han
logrado parcialmente, lo que ha llevado a la creación del Marco Global de
Biodiversidad Kunming-Montreal en 2022; no obstante, la situación sigue siendo
alarmante, con una reducción del 73 % en el tamaño de las poblaciones de
fauna silvestre analizadas en el informe Planeta Vivo, mientras en América
Latina y el Caribe la reducción alcanza el 95 %”, afirmó.
En tal sentido, destacó que aunque la UNAL cuenta con 730
profesores dedicados a clases o investigaciones sobre la biodiversidad, la
sostenibilidad y el ambiente, y además ofrece 1.284 asignaturas sobre los
mismos temas, hay que seguir fortaleciendo este aspecto.
En la segunda escena llevó a cabo un análisis
histórico-cultural desde la La vorágine, en la que retomó el
centenario de la obra de su autor José Eustasio Rivera, graduado de abogado de
la UNAL en marzo de 1917, ya que retrata y denuncia la explotación de la selva
y la esclavización de personas en el contexto de lo que se conoce como “la
fiebre del caucho”.
El profesor Múnera afirmó que esta novela ofrece una visión
que entrelaza las ciencias sociales, naturales y las artes para abordar
problemas complejos como la explotación de la naturaleza y la degradación
ambiental: “es necesario comprender que la diversidad biológica es indisociable
de la diversidad cultural, y que para enfrentar los desafíos actuales se
requiere una sensibilidad epistemológica diversa y una creatividad
extraordinaria”.
Agregó que “la obra se acompaña de una serie de estudios
inter y transdisciplinarios que dan cuenta de la pertinencia del texto para
responder y plantear alternativas a los problemas más acuciantes de nuestra
época, tales como el cambio climático, la transición energética y la pérdida de
la biodiversidad”.
Tercera escena: “la racionalidad dominante y sus límites”
En esta escena, el Rector se refirió a los modelos de
desarrollo y los patrones de producción y consumo que, en su opinión, han
contribuido al incumplimiento de las metas de conservación. “El paradigma
dominante reduce el bienestar colectivo al crecimiento económico, ignorando los
límites ecológicos. Pese a las advertencias, nos seguimos comportando como si
el crecimiento ilimitado fuera sostenible, cuando los datos indican lo
contrario”.
Para el profesor Múnera, el mito del progreso y el
crecimiento ilimitado, ahora colorido de verde, se presenta como una solución
para revalorizar la naturaleza, enfocando su valor únicamente en términos
económicos y promoviendo soluciones basadas en la financiación y capitalización
de la crisis ambiental, un enfoque que les permite a algunas empresas eludir la
transición energética mientras otras consolidan nuevos mercados que concentran
el poder y la riqueza.
“Mientras los países llamados desarrollados cuentan con
tecnologías de punta para capitalizar la biodiversidad, los países periféricos
se ven cada vez más obligados a garantizar el acceso de estas empresas a sus
bienes comunes, y la conservación se convierte en una herramienta para
capitalizar en terrenos como el farmacéutico y el alimentario”, añadió.
En la cuarta escena el rector Leopoldo Múnera propuso
adoptar “racionalidades alternativas” que reconozcan los límites naturales y la
importancia de una visión integradora. Debemos reconstruir la historia de la
bioeconomía, alejándonos del reduccionismo económico que ha caracterizado su
uso en la actualidad”.
Por su parte, la profesora Nubia Ruiz, vicerrectora de
Investigación de la UNAL, resaltó la importancia de la colaboración en el
sistema de educación superior para enfrentar la crisis de la biodiversidad, y
destacó la necesidad de trabajar en conjunto desde una nueva racionalidad
crítica que invite a docentes e investigadores a construir propuestas de
formación para los jóvenes, y que considere las amenazas ambientales.
También resaltó la importancia de la investigación situada y
contextualizada, dada la presencia nacional de la UNAL en regiones vulnerables
como la Amazonia, Tumaco, el Caribe y la Orinoquia, e hizo un llamado a
trabajar con comunidades y sectores económicos, con el fin de generar
conocimiento práctico y construir políticas públicas basadas en la realidad de
los territorios.
El evento también sirvió como plataforma para resaltar la
cooperación entre las universidades en torno a la conservación de la
biodiversidad. La economista Raquel Bernal, rectora de la Universidad de los
Andes, y el rector Múnera coincidieron en la necesidad de establecer alianzas
estratégicas no solo entre instituciones colombianas, sino también con
entidades internacionales.
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