Pese a que las medidas de confinamiento para evitar la propagación del Covid-19 redujeron el material particulado generado por fuentes móviles, las quemas produjeron contaminantes que influyeron en la calidad del aire en el Valle de Aburrá entre marzo y abril de 2020.
Un estudio adelantado por la Maestría de Medio Ambiente y
Desarrollo de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Medellín
evidenció que la calidad del aire en el Valle de Aburrá presenta niveles altos
de contaminación, según los límites permisibles establecidos por la resolución
2254 de 2017, del Ministerio de Medio Ambiente y Desarrollo Sostenible.
Para evaluar la influencia de los incendios en la
contaminación ambiental del departamento, la magíster Juliana Uribe Castrillón
utilizó sensores como el espectrómetro de imágenes de resolución moderada
(Modis), el cual cuenta con una alta sensibilidad radiométrica para identificar
los incendios regionales en tiempo casi real.
“Los datos recolectados nos permitieron confirmar que, en
efecto, entre 2016 y 2020 hubo un aumento progresivo de quemas en Antioquia”,
asegura la magíster.
El estudio detectó los puntos de calor producidos por
quemas, a través un proceso de teledetección que captura las imágenes y los
datos satelitales de las zonas y los meses en que se presenta más contaminación
por quemas.
En el primer semestre de 2020 se presentó el mayor número de quemas con 531 puntos de calor que corresponden al 38 %, seguido de 2019 y 2018 con 318 y 295 puntos de calor respectivamente.
Por acción del viento esas partículas de gases contaminantes
producidas por las quemas son transportadas hacia la zona metropolitana del
Valle de Aburrá, generando un efecto negativo en la calidad del aire.
Datos de la Unidad de Manejo de Desastres de Antioquia (Dapard)
muestran que la mayoría de las emergencias fueron generadas por intervenciones
del ser humano y que para febrero del año pasado se tenían reportes de más de
300 incendios que pusieron el departamento en alerta roja.
Contaminantes y dañinas para la salud
Durante los últimos años el Valle de Aburrá superó los 37
µg/m3 (microgramos por metro cúbico) de PM2.5, que son
partículas muy pequeñas (más que PM10) suspendidas en el aire que pueden
ingresar a los pulmones al respirar y causar enfermedades cardíacas y
pulmonares.
Existen diferentes gases que generan contaminación en la
atmósfera (PM10, PM2,5, CO2, NO2 y O3) y
que provienen de fuentes tanto internas –relacionadas con automóviles y
fábricas– como externas, como el humo generados por las quemas.
Una parte importante de los incendios se producen por las
altas tasas de deforestación, combinadas con las condiciones climáticas dadas
por la transición de la temporada seca a la temporada de lluvias.
Unir esfuerzos para mitigar el impacto ambiental
Aunque las medidas contra la pandemia detuvieron una
importante movilización de gases contaminantes producidos por fuentes móviles y
fábricas, los incendios contribuyeron a la contaminación del aire.
La investigadora recomienda “continuar generando políticas
enfocadas en las fuentes de emisiones controlables (vehículos e industrias),
además de incluir análisis de calidad del aire que aportan las fuentes externas
en estos proyectos de mitigación, y ahondar su relación con procesos
socioeconómicos en el territorio.
En conclusión, aunque las fuentes externas producidas por
los incendios no tienen control político, estas continuarán sumando a la carga
de contaminantes en el Valle de Aburrá.
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