Mientras usted disfruta tranquilamente de un cigarrillo, la nicotina, un compuesto natural de las hojas del tabaco, genera en su organismo una dependencia desencadenada por los cambios que experimenta su cerebro al fumar. Un experimento realizado en roedores demostró que esta sustancia aumenta la producción de las proteínas FosB y DFosB –relacionadas con el placer y la satisfacción– en ciertas áreas del cerebro, lo cual explica la existencia de la adicción.
El estrés, la ansiedad y la presión social han llevado a un
preocupante aumento del consumo de cigarrillos tanto en Colombia como en el
resto del mundo. Según la Encuesta Nacional de Consumo de Sustancias
Psicoactivas 2019, realizada por el Departamento Administrativo Nacional de
Estadísticas (DANE) y el Ministerio de Justicia (Minjusticia), en el país más
de 16 millones de personas han consumido estos productos al menos una vez en su
vida. Lamentablemente, cada año se registran en el país más de 34.800 muertes
relacionadas con el consumo de tabaco.
En la lucha contra el consumo desmedido de tabaco, que es
una de las principales causas de muerte en el mundo, la psicóloga Estrella
Lirdeya Campos León, magíster en Psicología de la Universidad Nacional de
Colombia (UNAL) Sede Bogotá, se interesó en entender los cambios neuronales que
ocurren durante el consumo de nicotina. Para ello, gracias a la similitud entre
el cerebro de los roedores y de los seres humanos, en el estudio se evaluó los efectos
de la nicotina en 94 roedores luego de recibir un tratamiento crónico con esta
sustancia.
En el experimento se empleó un paradigma ampliamente
conocido en el campo de la farmacología de adicciones, en el cual se les
presentó a los animales una palanca asociada con la entrega de comida para
evaluar su comportamiento bajo la influencia de la nicotina. Los resultados
revelaron que los roedores se volvieron más vulnerables a los efectos
reforzantes de la comida, lo que llevó a cambios en su comportamiento, con una
mayor búsqueda de estímulos relacionados con la comida.
Según la magíster, en su estudio se observó que las ratas
mostraron una mayor vulnerabilidad a la adicción: “ellas llegaron a lamer y
morder la palanca como si fuera alimento, ya que la nicotina intensifica el
placer que la comida ya les proporcionaba. Esta sustancia modifica el cerebro
de manera que otros estímulos en el entorno generen aún más placer. Este
fenómeno también ocurre en los seres humanos, especialmente en aquellos que han
utilizado la nicotina como una puerta de entrada hacia otras sustancias
adictivas”.
Las claves contextuales como el lugar de consumo, las
personas e inclusive los instrumentos, según la psicóloga también son
importantes, y reitera que por eso es que algunos programas de intervención en
humanos no funcionan, pues se hacen en lugares diferentes al de consumo.
Nicotina al acecho
Después se tomaron muestras para analizar los cambios que
ocurrieron en el cerebro. Mediante un software programado en
las cajas, se introducía la palanca en la caja y se liberaba la comida,
registrando la frecuencia de presión de la palanca y el número de entradas de
los roedores al comedero durante el tiempo en que la palanca estuvo disponible.
Luego se tomaron muestras para examinar las modificaciones en la actividad de
las estructuras cerebrales relacionadas con el placer.
Estos hallazgos representan un avance significativo para
entender cómo afecta la nicotina al cerebro. Según la magíster, “el modelo
animal utilizado en el estudio proporciona información valiosa sobre los
mecanismos de adicción y permite explorar intervenciones más efectivas basadas
en la ciencia. Aunque los estudios directos en humanos pueden presentar
limitaciones éticas y prácticas, estos resultados nos brindan una herramienta
para comprender mejor los procesos que ocurren en el cerebro y desarrollar
intervenciones más efectivas para ayudar a las personas a dejar de fumar o prevenir
el inicio del consumo de tabaco”.
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