lunes, 30 de septiembre de 2024

Uso de agua en cultivos de arroz se podría reducir hasta en un 54 % sin afectar el rendimiento

 Un estudio para optimizar el uso de agua en los cultivos de arroz, uno de los sectores con mayor huella hídrica en el mundo y que en Colombia emplea entre 2.500 y 3.400 litros de agua por kilo del grano, demostró que existen métodos de riesgo capaces de reducir de un 43 % a un 53 % la cantidad de este recurso necesario para su producción.

Jenniffer Carolina Triana Martínez, estudiante del Doctorado en Ingeniería - Automática en la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Manizales, utilizando modelos de aprendizaje automático (Machine Learning) y junto a otros datos, delimitó estrategias de riego según las características de los lotes productivos. El profesor Andrés Marino Álvarez Meza ha jugado un papel crucial, brindando apoyo académico y orientando el desarrollo de estas técnicas que podrían adaptar el cultivo de arroz ante los crecientes desafíos del cambio climático y el ahorro de agua en la agricultura.

El proyecto RiceClimaRemote reveló que la implementación del sistema de Riego por Múltiples Entradas (MIRI) en el cultivo de arroz puede reducir significativamente el consumo de agua. Este sistema permite una distribución más eficiente al irrigar por zonas específicas, lo que significa que el agua se aplica solo donde es necesaria. En comparación, el riego en cascada (CD), usado tradicionalmente, distribuye el agua de manera continua y uniforme a lo largo del campo, lo que puede llevar a un consumo excesivo y no siempre eficiente.

Para el estudio se realizaron dos ciclos de pruebas: un primer ciclo en el segundo semestre de 2021, que consistió en una prueba inicial para ver cómo las plantas respondían a diferentes técnicas de riego, utilizando drones y sensores para monitorear su salud. El segundo ciclo, durante 2022, ajustó y mejoró estas técnicas basándose en los resultados del primer ciclo, continuando con el monitoreo de los cultivos. Estos ciclos permitieron identificar la mejor forma de usar el agua de manera más eficiente y aumentar la productividad del arroz.

Los estudios demostraron que MIRI disminuye el uso de agua en un 54 % durante el primer ciclo de cultivo y en un 35% durante el segundo, en comparación con el riego tradicional en cascada. Además, al combinar MIRI con el método de riego alternado seco-húmedo, que consiste en alternar periodos de riego y secado en los campos, se lograron ahorros adicionales del 48 % y 43 % en los ciclos uno y dos, respectivamente, sin afectar el rendimiento de las cosechas.

Innovaciones en sistemas de riego

Uno de los logros más destacados del proyecto fue la implementación de nuevos sistemas de riego, especialmente el MIRI, que no solo reduce el uso de agua, sino que también mantiene altos niveles de productividad en los cultivos. La productividad del agua en el estudio osciló entre 0,67 kg/m³ con métodos tradicionales y 1,07 kg/m³ y 1,24 kg/m³ con el uso de MIRI, lo que demuestra su eficiencia en la optimización del uso de agua. En comparación, los métodos tradicionales de riego  en cascada mostraron la productividad más baja y fueron menos eficientes en términos de distribución del agua.

El estudio reveló que no hubo diferencias significativas en el rendimiento de los granos entre las diferentes técnicas de riego, lo que refuerza la viabilidad de implementar estos sistemas de ahorro de agua. Aunque la biomasa seca mostró variaciones, con MIRI obteniendo los valores más bajos en el ciclo 1 y el riego en cascada en el ciclo 2, el impacto en la producción final no fue relevante.

Los índices de clorofila y vegetación no presentaron diferencias significativas en el ciclo 1; sin embargo, en el ciclo 2, los índices se alinearon con las tendencias de la biomasa. Es destacable que MIRI mostró la menor variabilidad en estos índices, mientras que el riego en cascada presentó la mayor, atribuida a la distribución desigual del agua.

Estos resultados son particularmente relevantes para los pequeños agricultores, quienes podrán optimizar el uso del agua en sus cultivos sin afectar el rendimiento de sus cosechas. Los métodos de programación de riego, basados en el monitoreo visual de la humedad del suelo, se perfilan como una estrategia efectiva para promover prácticas agrícolas más sostenibles.

Capacitación y conciencia en el campo

Los talleres interactivos y las jornadas de campo fueron componentes esenciales del proyecto, brindando tanto a agricultores como a investigadores la oportunidad de comprender la importancia de adoptar estos nuevos métodos de riego. En un total de cinco talleres entre 2021 y 2023, junto con varias visitas al sitio, más de 350 participantes se involucraron con expertos del centro de investigación Nataima de AGROSAVIA. Estos talleres no solo ofrecieron capacitación práctica, sino que también fomentaron una mayor conciencia sobre cómo el cambio climático está reformulando las prácticas agrícolas, especialmente en el cultivo de arroz.

Un evento clave fue una jornada de campo sobre sistemas de riego innovadores, realizada en abril de 2023. Durante esta actividad, los participantes pudieron observar de primera mano los beneficios del riego por múltiples entradas y el riego alternado seco-húmedo, así como la implementación de sistemas de monitoreo del suelo para optimizar el uso de agua. Estas innovaciones son esenciales para enfrentar los desafíos agrícolas que trae la variabilidad climática.

Tolima: un modelo de agricultura resiliente

Los hallazgos del proyecto RiceClimaRemote demuestran que el cultivo de arroz no necesita depender de métodos obsoletos y altamente consumidores de agua. La exitosa aplicación de la técnica MIRI destaca cómo las prácticas agrícolas innovadoras pueden conservar recursos hídricos esenciales mientras aseguran altos rendimientos. Esto proporciona un modelo que no solo puede replicarse en otras regiones de Colombia, sino también en otros países afectados por la crisis climática.

Con estos descubrimientos, la región del Tolima se está posicionando como un referente en la investigación y aplicación de prácticas agrícolas adaptativas, lo que podría contribuir significativamente a la resiliencia del sector agrícola frente a las amenazas del cambio climático.

Este proyecto es desarrollado en el centro de investigación Nataima de AGROSAVIA en convenio con la Universidad de Ibagué y financiado por el Gobierno Flamenco a través de ILVO, el Instituto de Investigación de Agricultura, Pesca y Alimentación de Flandes, Bélgica, culminó el 13 de septiembre de 2023.
 






viernes, 27 de septiembre de 2024

La educación como diálogo de saberes para conservar la Amazonia

 La Región Amazónica enfrenta una serie de problemas interconectados, entre ellos la deforestación impulsada por la agricultura industrial y la explotación de recursos naturales, que amenazan tanto su biodiversidad como el bienestar de sus comunidades. Atender esta situación requiere de una unión de instituciones y habitantes, en la cual la academia cumple un papel articulador de los distintos conocimientos.

Educación para la transformación de la región

“La educación es fundamental en los procesos de preservación del territorio como principal herramienta para atender cada uno de estos retos”. Así lo señalaron los expertos invitados al especial #LaUNALEnLaCOP16, programa de Radio UNAL emitido desde la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Amazonia.

Para lograrlo, la academia debe promover el diálogo interinstitucional con las comunidades, con el objetivo de formular acciones pedagógicas y políticas sociales que acerquen la recuperación de las zonas afectadas por los efectos mencionados, basadas en el reconocimiento de los saberes de los pueblos originarios y las comunidades ancestrales.

La profesora Eliana Rojas, directora de la UNAL Sede Amazonia, señaló que la Región también tiene una riqueza cultural, frente a la cual se adaptan las apuestas académicas de la Institución en el territorio, buscando desarrollar un conocimiento interdisciplinario y respetuoso con las formas de conocimiento indígena y local. Entre dichas apuestas se ubican programas como la Especialización, la Maestría y el Doctorado en Estudios Amazónicos, con los que también se busca articular los esfuerzos conjuntos de otros países fronterizos con este territorio.

“Todos los programas nos han permitido acercarnos en un ejercicio real sobre cómo abordar un diálogo intercultural en la Región. Nosotros tenemos un balance muy positivo tanto del número de egresados como del interés de la gente en estos estudios, y casi siempre tenemos estudiantes internacionales”, sostuvo la directora Rojas.

Los imaginarios que rodean a las comunidades indígenas a menudo perpetúan estereotipos descontextualizados, en los que su papel como guardianes de vastos conocimientos sobre la biodiversidad y prácticas sostenibles pasan a un segundo plano. El ingeniero agrónomo Jhon Jairo Rodríguez, profesor de la UNAL Sede Amazonia, subrayó que transformar estos discursos reconociendo su valor cultural y su papel en la conservación del ecosistema es fundamental para lograr espacios de transformación política y social en el territorio colombiano.

“Lo que hacen los indígenas en el Amazonas hoy es crear espacios de conversación hacia afuera, para aportar al reconocimiento de derechos de la comunidad y exponer cómo el estudio antropológico incidió en la consolidación de estos y el entendimiento de la historia de origen, que es la cosmovisión y la forma como se entiende la territorialidad”, precisó el académico.

Así mismo, en la Sede se desarrollan líneas de investigación en Ecosistemas; Biodiversidad y Conservación; Historias y Culturas Amazónicas, y SUR: Sostenibilidad, Urbanización y Región.

Según el antropólogo Carlos Eduardo Franky, magíster en Estudios Amazónicos, “esta apuesta, que combina perspectivas multi, inter y transdisciplinarias, contribuye a la sostenibilidad del entorno y al bienestar de la sociedad en su conjunto”.

Gobernanza indígena

Este concepto se refiere los procesos de gobierno, instituciones, procedimientos y prácticas mediante los cuales se deciden, regulan y rinden cuentas sobre los asuntos que involucran a la sociedad. La gobernanza indígena, basada en estructuras tradicionales de organización y toma de decisiones, es crucial para la apropiación política y social del territorio, ya que empodera a las comunidades para gestionar acciones de manera sostenible y participar activamente en la formulación de políticas públicas que los afectan.

Frente a esta necesidad, en 2018 se promulgó el Decreto 632, mediante el cual se dictan las normas fiscales y demás necesarias para poner en funcionamiento los territorios indígenas ubicados en áreas no municipalizadas de los departamentos de Amazonas, Guainía y Vaupés, en los cuales, sostienen los expertos, la Universidad está llamada a coordinar y apoyar dichos procesos que permiten crear un Estado diverso.

En el programa Análisis UNAL, Sebastián Gutiérrez, miembro del equipo de trabajo de la Tecnología en Gestión Territorial de la UNAL y estudiante de la Maestría en Estudios Amazónicos, indicó que “este decreto lleva una transformación del ámbito político-administrativo del país, e incluso del mapa político de Colombia, y que ahora lo que se conocía como resguardos indígenas sean gobiernos indígenas en pleno”.

El reconocimiento de las comunidades indígenas no solo favorece la autonomía de estos pueblos, sino que además contribuye a la estabilidad social y la sostenibilidad ambiental del país. Por eso los expertos aseguran que llevar escenarios de transformación social a lugares como la COP16 es vital para seguir avanzando en la justicia social y en la construcción colectiva de nación.






jueves, 26 de septiembre de 2024

Economías verdes o disfraces del mercado: el reto de la sostenibilidad y el desarrollo

 Durante el conversatorio “Críticas a los enfoques de la economía verde aplicables a las crisis ecológica y climática global”, desarrollado en el marco del evento Pre-COP16 en la UNAL Bogotá Región, se expuso la necesidad de hacer política pública desde el territorio; además, que el mercado de carbono no conduce a la sostenibilidad ni resolvería el cambio climático, y que no todos los productos pueden volver a la economía en términos de economía circular.

Al evento asistieron las docentes de la UNAL Nubia Janeth Ruiz, Vicerrectora de Investigación; Carolina Jiménez Martín, Vicerrectora de la Sede Bogotá, y Teresa Mosquera Vásquez, Directora de Investigación y Extensión de la Sede Bogotá.

En su intervención, la profesora Ruiz señaló que “más de 30 años después de iniciar este trasegar por la lucha contra el cambio climático, de firmar múltiples acuerdos multilaterales, de proponer procesos que intentan reducir el cada vez más acelerado calentamiento global, el resultado no puede ser más devastador. La medición de las temperaturas desde 1994 hasta 2023 muestra que el calor en la Tierra habría aumentado en 1,48 °C. Los informes anuncian hoy, con gran preocupación, que hemos llegado a 1,5 °C, dato que pone al planeta en un umbral del cual muchos ecosistemas tendrán dificultades para adaptarse”.

En el conversatorio se expuso que el modelo de desarrollo depredador debe cuestionarse y las políticas públicas centrarse en una economía ambiental. Sin embargo, mientras algunas personas consideran que la economía verde es portadora de grandes esperanzas para lograr salir de la crisis multifuncional por la que pasa el mundo, otros creen que no es el camino adecuado y que muchas de las propuestas a lo que llevan es a perder tiempo que ya no hay.

Todo lo anterior haciendo referencia a los diferentes enfoques de la economía verde, entre ellos: la bio-economía, entendida como un modelo económico que se enfoca en la producción y el uso de recursos biológicos, con productos derivados de la biodiversidad; la economía circular, que implica un modelo de producción que aproveche los productos existentes el mayor tiempo posible, como el reciclaje; y la economía verde, que es un modelo económico que busca reducir el impacto ambiental y promover el desarrollo sostenible fomentando la eficiencia energética y el uso de energías renovables, entre otros propósitos.

“Existen numerosas evidencias de los mercados de carbono y que algunos enfoques de la bio-economía y de la economía ambiental pueden conducir a grandes asimetrías y desigualdades, no solo económicas, sino también ecológicas y sociales, y muchos de estos mercados se han convertido en especulaciones perversas y burbujas financieras sin que tengan impacto alguno sobre el objetivo para el que fueron creados”, planteó la profesora Castiblanco.

Bio-economía

Johana Regino, líder de la Misión de Bioeconomía y Territorio del Ministerio de Ciencias, Tecnología e Innovación y estudiante del Doctorado en Estudios Ambientales de la UNAL, expresó que la política pública se debe deconstruir en términos de complejidad, teniendo en cuenta que se basa en mostrar ejecución y no realmente en analizar si se está contribuyendo a generar un impacto en los territorios, pues la naturaleza se percibe como un recurso económico, y constantemente se estudia su uso útil.

“El concepto de bio-economía seguirá perpetuando la lógica de crecimiento económico, y tanto para la academia como para la política pública es un reto trabajar para definir los enfoques, ya que desde la formulación de la política hay un vacío porque se hace en un escritorio de Bogotá, cuando el verdadero impacto será en el territorio y se convierte en un desafío socializarla con las comunidades cuando estas expresan otras problemáticas”, aseguró la líder Regino.

Cambio climático

El economista Carlos Enrique Díaz, magíster en Medio Ambiente y Desarrollo de la UNAL, aseguró que todas las organizaciones internacionales que presionan para que en cada país se implementen políticas públicas que mitiguen el impacto del cambio climático, en realidad tienen un interés económico de fondo.

“La Política Nacional Ambiental de Colombia se construyó desde afuera, se construyó del exterior. Estados Unidos, a través de entidades como GIZ, Usaid o el Fondo Acción, presiona para que se desarrolle una guía de instrumentación con políticas públicas de largo plazo, dejando imposibilitado al Gobierno nacional para generar cambios estructurales en materia de ambiente, ya que existen compromisos internacionales que no permiten que se hagan políticas publicas pensando en las comunidades y el territorio, sino en sus intereses”, sostuvo el panelista invitado.

Economía circular

Es un modelo económico que busca minimizar el desperdicio y maximizar el uso eficiente de los recursos. A diferencia del modelo lineal tradicional (“extraer, producir, desechar”), la economía circular propone un ciclo cerrado en el que los productos, materiales y recursos se reutilizan, reparan, reciclan y se les da un nuevo uso, evitando así que se conviertan en residuos.

La panelista Nidia Yaneth Rincón Velásquez, economista de la UNAL, considera que no es posible asegurar que todos los recursos volverán a la economía. “Lo que nos están vendiendo es un discurso en el que supuestamente volveremos a reutilizar todos los recursos y lo que nos dicen es ‘traiga lo usado’, pero compre más, y es ahí donde se crea esa ironía, y lo que denota es que la economía circular es una economía débil y no fuerte. Desde nuestros hogares es imposible que eso suceda porque un producto se puede reutilizar 2 veces, pero no 3, y ahí se corta esa economía circular donde el producto vuelve al mercado”, sostuvo.

El conversatorio resaltó críticas fundamentales a los enfoques predominantes de la economía verde, especialmente en su aplicación a la crisis ecológica y climática. Los panelistas señalaron que el mercado de carbono y otros mecanismos económicos globales no son soluciones viables para la sostenibilidad, ya que no abordan las realidades locales ni el impacto en los territorios.

También se cuestionó la efectividad de la bio-economía, pues perpetúa lógicas de crecimiento económico sin considerar las necesidades de las comunidades. Además, se puso en duda la viabilidad de la economía circular, señalando que no todos los recursos se pueden reutilizar como se propone. En general, el debate dejó en evidencia la necesidad de una política pública que se construya desde el territorio y no desde intereses externos o teóricos, para abordar de manera efectiva las crisis ambiental y climática.






martes, 24 de septiembre de 2024

Trueque y reciclatón por los niños y las mascotas en la UNAL Sede Bogotá

 La solidaridad de la comunidad de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) y de los ciudadanos en general se demostró una vez más en una exitosa jornada adelantada en el campus de la Sede Bogotá, en la que se unieron para participar en una reciclatón de plástico aprovechable y en un trueque de artículos para mascotas.



Este evento, realizado el pasado 19 de septiembre, tuvo un enfoque benéfico, ya que las tapas recicladas se destinarán a la fundación Tapas para Sanar, que brinda apoyo a niños con cáncer.


Este evento, realizado el pasado 19 de septiembre, tuvo un enfoque benéfico, ya que las tapas recicladas se destinarán a la fundación Tapas para Sanar, que brinda apoyo a niños con cáncer.



Además se realizó una actividad de reconocimiento de especies endémicas, resaltando la importancia de conservar la biodiversidad del país, la protección del ambiente y el bienestar animal, en un ambiente de compromiso y solidaridad.




La jornada concluyó con una presentación cultural a cargo de la agrupación Herencia Llanera, conformada por estudiantes de la UNAL, quienes deleitaron al público con la música y los sonidos tradicionales de la Orinoquia.



























sábado, 21 de septiembre de 2024

Gran BioBúsqueda del Sur llega a la UNAL Sede Medellín

 Luego de recorrer más de 30 países registrando la vida silvestre del hemisferio sur, por primera vez este evento internacional se realizará en el Valle de Aburrá (Antioquia), con recorridos abiertos al público en la zona verde del campus El Volador de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Medellín, considerado como el segundo jardín botánico de la ciudad.

En las 27 hectáreas del campus se pueden avistar más de 94 especies de aves, más de 300 de árboles, más de 100 de palmas –que suman cerca de 4.000 individuos vegetales– y un sinfín de animales como ardillas, zorro-perros, iguanas, mariposas y arañas, entre otros.

“La estratégica ubicación del campus, muy cerca del Cerro El Volador –uno de los 7 cerros tutelares de Medellín–, lo convierte en un corredor biológico fundamental para la conectividad ecológica de la ciudad; además es uno de sus principales pulmones verdes, contribuye a mejorar la calidad del aire y reduce la contaminación acústica, por eso en esta ocasión formará parte de la Gran BioBúsqueda del Sur (GBS)”, detalla Mayra Alejandra Bedoya Villate, profesional de la Unidad de Gestión Ambiental de la UNAL Sede Medellín.

Señala además que “aunque desde hace varios años hemos participado en actividades similares, como el Reto Naturalista Urbano, esta es nuestra primera vez junto con organizaciones, entidades e instituciones exclusivamente del hemisferio sur. Creemos que la biodiversidad del campus puede aportar bastante, además de que estos ejercicios son una excelente oportunidad para que la comunidad universitaria conozca y se vincule con acciones de cuidado”.

Además de registrar plantas y animales, en esta ocasión se hará un inventario activo del reino fungi, es decir de organismos eucarióticos​ como las setas y los mohos. La única condición para participar es tener una cámara o dispositivo móvil que permita capturar imágenes o sonidos, que posteriormente se deben descargar –hasta 14 días después– en la plataforma iNaturalist para su clasificación directa o con ayuda de otros colaboradores alrededor del mundo.

La actividad se desarrollará el lunes 23 de septiembre a las 8:00 a. m., con punto de partida en las escalinatas del Bloque 24 del Campus El Volador.

Apoyo para la ciencia ciudadana y los datos abiertos

La GBS en la UNAL Sede Medellín será liderada por la Unidad de Gestión Ambiental y la estrategia Campus Sostenible, que cuentan con experiencia en este tipo de eventos, ya que desde el 2019 tienen en marcha el proyecto Bio Universidad Nacional de Colombia Sede Medellín, también vinculado a la plataforma iNaturalist.

Adelantar iniciativas como esta, que promueven la ciencia ciudadana y los datos abiertos, democratiza el conocimiento y les ayuda a los investigadores a revisar y corroborar información con facilidad, la cual también se puede emplear en estrategias de conservación.

“Así mismo, sabemos que recoger datos como estos requiere de grandes esfuerzos, de ahí que el trabajo colectivo sea valioso, máxime cuando actividades similares han permitido hallar algunos nuevos registros para la ciencia”, añade la profesional Bedoya.

Hasta ahora en el marco de Bio UNAL se han hecho más de 6.000 observaciones. “En la zona urbana, por ejemplo, que incluye a los tres campus (El Volador, Robledo y El Río), hemos hecho alrededor de 5.800 observaciones; en la zona rural, que incluye las Estaciones Agrarias Covoté (en Santa Fe de Antioquia), San Pablo (Rionegro), Paysandú y Piedras Blancas (Santa Elena), se han llevado a cabo más de 400”, cuenta María Paulina Vásquez Patiño, integrante de la estrategia Campus Sostenible.

Estos registros han evidenciado, entre otras cosas, que una de las especies más observadas en la zona urbana es el petirrojo (Vermilion flycatcher), mientras que hacia el lado rural ha sido la orquídea pajarito blanco (Fringed epidendrum). “Esto se explica porque el petirrojo es un ave que se adapta muy bien a los ambientes urbanizados, mientras que la orquídea es una variedad ‘mini’, muy común en zonas altas y fácil de ver al borde de los caminos”, explica la profesional Bedoya.

Para esta ocasión, la iniciativa GBS es promovida por las entidades que forman parte del Comité Unificado de Biodiversidad y la Mesa Técnica de Biodiversidad de Medellín, dentro de las que se encuentran la UNAL Sede Medellín, el Jardín Botánico, la Alcaldía, el Parque de la Conservación, y el Parque Arví, entre otras.

Las actividades que siguen son: el viernes 20 de septiembre en la mañana el Jardín Botánico de Medellín, y en la tarde el Parque Lineal La Frontera, y desde ese día hasta el domingo 22 el Parque Arví.





viernes, 20 de septiembre de 2024

Chocó requiere paz y reconciliación para proteger su explosión de biodiversidad

 El Chocó biogeográfico –corredor natural que comprende desde la costa Pacífica hasta la cordillera Occidental– padece uno de los mayores golpes en contra de la biodiversidad en el mundo. Según expertos, el norte del departamento ha perdido al menos el 11 % de la vegetación natural original, transformándose en potrero, mientras en el sur del territorio la pérdida ha sido del 35 %.

Los principales desafíos que afronta Chocó en la lucha por la preservación de los sistemas naturales son el conflicto armado, la deforestación y la contaminación de las fuentes hídricas. En el departamento habitan más 5.000 especies de fauna y flora endémicas, que conforman una “explosión de biodiversidad”, con más de 110 tipos de vegetación y manglares que no se encuentran en ningún otro lugar del mundo.

Aunque el país cuenta con sistemas de categorización de esta riqueza que permiten tomar acciones por la preservación del territorio, este sigue siendo blanco de los efectos de las acciones del hombre, a las que se suman los efectos del cambio climático.

“La biodiversidad es el capital natural y su manejo se debe incorporar en el manejo de la economía mundial, no se puede perder, hay que vivir de los réditos de ese capital”, señala el docente Jesús Orlando Rangel, del Instituto de Ciencias Naturales (ICN) de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL).

Por eso, trasladar los datos a los hechos sobre el impacto de las problemáticas naturales, sociales y administrativas del territorio a escenarios como la COP16 aportaría a construir alternativas para reducir tales efectos. A pesar de estas afectaciones, es posible recuperarlas, pero ello requiere de un profundo esfuerzo que se puede fortalecer en este evento mundial que se celebrará en Cali.

“Es vital rescatar los ecosistemas en el Chocó biogeográfico, ya que el área sur del departamento tiene todos los males posibles que puedan tener una zona natural”, añadió el profesor Rangel.

Entre estos males se encuentran la deforestación y devastación que causan los componentes químicos utilizados por los grupos armados en la lucha por acceder a los recursos naturales a través de la minería. Según la investigadora Carol Coronado, del Instituto de Estudios del Pacífico (IEP) de la UNAL, para solucionar esta situación se debe establecer que el vínculo de la preservación de los ecosistemas y la búsqueda de la paz deben trabajar en conjunto.

“Promover un acceso continuo a los recursos vitales para las comunidades ayudaría a reducir la pobreza y las tensiones sociales de la región”, indicó la académica.

Resultados desde los más pequeños

Promover una cultura sobre el respeto al medioambiente desde edades tempranas forma parte de algunas estrategias promovidas por la institucionalidad en el territorio. Por eso nace el proyecto “Tejiendo resiliencia ecológica para la paz y la sostenibilidad del municipio de Tumaco”, el cual  acerca a estudiantes de 5 instituciones de la zona urbana y rural del territorio a reconocer conceptos básicos de ecología, conflictos ambientales y cómo cambiar el paradigma de que la naturaleza es solo una fuente de productos y servicios.

“Estudiantes de grados séptimo, décimo y undécimo que buscan generar paz y estrechar la relación del ser humano con la naturaleza conformaron el proyecto “Mi amigo el manglar”, el cual fortaleció estos vínculos entre actores para generar las propuestas formativas que se esperan desarrollar en el marco de la COP16”, indicó, Fabiola Salazar, docente del colegio Max Seidel de San Andrés de Tumaco.

Así mismo, la implementación de la modalidad de ciencias del mar, la cual trabaja ejes transversales como recursos vivos, navegación, hombre, mar, sociedad y oceanografía, permite abordar directamente el trabajo de los ecosistemas, según la docente Salazar.

Trabajar de manera integral para involucrar la educación y el compromiso institucional para reducir el impacto medioambiental en el territorio es uno de los llamados que hacen los expertos, de tal manera que llevar cada aspecto mencionado a la Conferencia de las Partes en Cali será crucial para buscar de soluciones en la región.





jueves, 19 de septiembre de 2024

Malaria y sequía, una riesgosa combinación para la Amazonia

 Desde 2023 la Amazonia enfrenta una sequía extrema que ha generado la proliferación de los mosquitos Anopheles, transmisores de la malaria, un fenómeno que daría ideas sobre la relación entre el aumento de las temperaturas y las enfermedades transmitidas por este tipo de insectos, que en este territorio generan especial riesgo en las comunidades indígenas.

La bióloga María Camila Aroca, estudiante de la Maestría en Estudios Amazónicos de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Amazonia, es coinvestigadora en un proyecto enfocado en la malaria, el dengue y la leishmaniasis para entender cómo se relacionan los insectos que transmiten estas enfermedades con el cambio climático y cuál es el manejo que se les da en las comunidades indígenas de la Amazonia, específicamente en los departamentos de Amazonas y Vaupés.

“Los mosquitos abundan más cuando el río baja. Si lo miramos desde la salud pública, a nosotros nos importa cuando hay mosquitos cerca de las personas. En ese sentido, si tenemos el criadero en la mitad de una comunidad y disponible todos los meses del año, se pone en riesgo la salud de todos, porque para infectarlos de malaria solo se necesita un mosquito”, aseguró la investigadora Aroca.

1.600 msnm, las dinámicas ecológicas del bosque y los ciclos del río –que cambian cada año según sus estaciones (temporada de aguas bajas y altas)– también impactan la alteración de estos vectores. Así mismo, la investigadora sostiene que los extremos del cambio climático no son buenos, pues los mosquitos que transmiten la malaria siempre llegarán a cualquier lugar donde exista agua estancada como charcos o pozos.

Las comunidades indígenas tienen un riesgo especial, ya que generalmente viven al lado de un río, de lagunas, o tienen pozos cerca para su sustento. Una población como San Pedro de los Lagos, ubicada en la zona rural de Leticia, tiene un estanque en medio de la comunidad, lo que aumenta la posibilidad de que aparezcan los mosquitos.

En esta comunidad, la bióloga Aroca realizó un levantamiento de anofelinos (mosquitos Anopheles) utilizando trampas CDC y cebo humano para capturarlos, además caracterizó los criaderos y mapeó detalladamente los lugares específicos donde se ubican.

Durante el trabajo encontró mosquitos Anopheles oswaldoi, capturados entre las 18:00 y 19:00 horas. Entre tanto, la especie A. darlingi (vector principal de la malaria) estuvo presente en todas las franjas monitoreadas, pero tiene un pico de abundancia entre las 21:00 y 22:00 horas en espacios intradomiciliarios, lo cual demuestra un riesgo importante para esta comunidad. Además, en un criadero artificial se hallaron ejemplares de A. triannulatus, cuyos hábitos son más zoofílicos, por eso no se encontró en contacto con el humano.

Además de su trabajo técnico, la investigadora destacó varios desafíos importantes, entre ellos el difícil acceso a las comunidades, además de evidenciar que el 30 % de los habitantes de San Pedro de los Lagos no cuentan con toldillos adecuados para su protección. También, falta de acceso a los medicamentos para tratar la malaria y dificultad para transportar a las personas enfermas hacia un centro de salud.

En junio, durante las visitas a la comunidad, se identificaron 13 casos de personas, 9 diagnosticadas y 4 sin diagnóstico. Así mismo se identificaron una niña y una adulta mayor con sospechas de la enfermedad.

Prevenir a partir de los conocimientos ancestrales

La investigadora Aroca destaca cómo las comunidades indígenas manejan la malaria desde su perspectiva cultural y espiritual. San Pedro de los Lagos es una comunidad que en su mayoría pertenece a la etnia tikuna, por lo cual ven esta enfermedad como parte del mundo y de la historia de los territorios.

En la prehistoria la presencia de parásitos de la malaria ya era una realidad, con el primer reporte histórico de la enfermedad que fue registrado hace más de 4.000 años. Los antiguos describían la malaria como un “mal aire”, asociando su aparición con olores desagradables cada vez que infectaban a una persona. Sin embargo, hoy la malaria sigue siendo una amenaza, especialmente para los pobladores de la Amazonia.

“La enfermedad no siempre es negativa, a veces indica algo sobre el cuerpo o el territorio […] en algunas temporadas del año la enfermedad llega y la medicina tradicional está lista para enfrentar los síntomas de las personas. Por eso, estas personas ya saben cómo controlarla, es importante tener en cuenta esta visión cultural y la medicina tradicional para desarrollar estrategias en las que se respeten e integren las prácticas ancestrales de los indígenas”.

“Es fundamental construir una base técnica para los tratamientos de la enfermedad, además de que el Estado colombiano debería pensar no solo en estrategias de exámenes PCR y muchos medicamentos, sino evaluar la posibilidad de valorar los conocimientos ancestrales para tratar a los enfermos de malaria”, señaló la investigadora Aroca.

Indicó además que “el sistema de salud no tiene cómo abarcar a un departamento tan amplio y disperso como el Amazonas, no podemos desamparar a las comunidades, la logística de transporte es muy grande. Es importante que los atiendan con prontitud […] no podemos desamparar a estas comunidades, porque es muy triste ver cómo una persona tiembla por el frío que provoca la fiebre tan alta”.

El trabajo continuará a partir de los conocimientos de los habitantes, para poder implementar procesos técnicos y protocolos de detección de vectores, además de brindar acceso a la información educativa y política para construir trabajos de prevención articulados.

Los hallazgos y últimos avances de esta investigación sobre la malaria se presentarán en la International Conference on Malaria and other Blood Parasites of Wildlife y el International Symposium of Wildlife Disease Research Network, que se llevará a cabo en Medellín, del 26 al 30 de noviembre de 2024.






martes, 17 de septiembre de 2024

Guadua, árboles y flores permitirían recuperar predios reasentados en el río Fucha


 Comunidades del Alto Fucha en Bogotá lideran una serie de iniciativas para restaurar suelos que han sido reasentados por el riesgo de deslizamiento en la ronda del río. Sus actividades permiten no solo mitigar el riesgo para la zona, sino que además contribuyen a tener un ambiente sano tanto para la población como para la naturaleza.

En la cuenca alta del río Fucha, en la localidad de San Cristóbal, las familias reasentadas por alto riesgo han dejado suelos abandonados, provocando problemas de inseguridad, invasión y mal uso del terreno. Sin embargo, la comunidad ha tomado la iniciativa de restaurar estos suelos de manera autónoma, logrando importantes avances en la protección del medioambiente.

Así lo identificó la investigadora Jhody Katherine Sánchez Beltrán, magíster en Medio Ambiente y Desarrollo de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), quien realizó un estudio sobre los procesos de recuperación de estos suelos, adelantados por comunidades las ubicadas en el sur de la ciudad, los cuales implican desde la siembra de diferentes especies de plantas hasta la creación de espacios para la recreación.

Líneas de acción para sanear terrenos en riesgo

Para desarrollar su trabajo, la investigadora identificó predios reubicados en el área de 10 barrios del Alto Fucha; además realizó visitas de campo y participó en las actividades desarrolladas por la comunidad, y recorrió y georreferenció cada uno de los puntos para determinar su cercanía al río o su ubicación dentro de otros ecosistemas estratégicos. También entrevistó a los líderes comunitarios y a los habitantes de la zona, con el objetivo de obtener diversas perspectivas sobre la situación.

La propuesta de la investigadora se centra en tres líneas de acción importantes para estas iniciativas comunitarias: restauración ecológica, huertas urbanas y recuperación del espacio público, todas desarrolladas por la misma comunidad, lo que genera apropiación y responsabilidad ecológica con el territorio.

Restauración ecológica: utilizando materiales biodegradables como la guadua, un material liviano y económico que no requiere de una gran destreza técnica para este tipo de intervención, se crean “terraceos”, estructuras que incorporan la siembra de semillas de árboles nativos como el árbol loco, mano de oso y el nogal, lo que a futuro permitirá tener un suelo más resistente, evitando la inclinación y el deslizamiento de tierra. “Así, cuando se degrade la guadua, los árboles ya tienen firmeza en el suelo y lo amarran para evitar deslizamientos de tierra”, explica la investigadora.

Este proceso permite adaptar la forma natural del terreno para hacerlo más asequible y estéticamente agradable. “Lo que se intenta con estas estrategias es justamente evitar mayor impacto y posibilitar que el ciclo del agua se dé naturalmente, ya que la acumulación de agua en el suelo es lo que genera los deslizamientos”, señala la investigadora.

Huertas urbanas: la creación de huertas agroecológicas tiene un sentido pedagógico con la gente de la zona, ya que no solo producen alimentos como hortalizas y aromáticas, sino que además educan a la comunidad sobre la importancia de la sostenibilidad.

Las flores de la caléndula, la curuba y la fuchsia boliviana –un arbusto de rivera de río nativa de los Andes– contienen gran cantidad de néctar, estas flores sembradas en la huerta atraen a los insectos polinizadores y aves como el colibrí picoespada (Ensifera ensifera) generando un ecosistema sostenible y ecológico.

Espacio público: los Cerros Orientales cuentan con pocos espacios para la recreación al aire libre, como canchas o parques públicos debido a su origen (en su mayoría informal) y su ubicación geográfica. En esta línea se busca que las comunidades adapten las áreas reasentadas como espacios de encuentro, por medio del uso de la guadua se construyen sillas para el descanso, decoración como el nombre del barrio, se adecua el borde de una vía o las gradas de una cancha del fútbol autoconstruida. “Estas intervenciones no requieren grandes inversiones, solo el reconocimiento y apoyo del Estado para su sostenibilidad”, menciona la investigadora.

Un modelo de adaptación frente al cambio climático

La investigación sugiere que, con mayor respaldo institucional y económico, las iniciativas comunitarias podrían garantizar la sostenibilidad de los suelos reasentados en los Cerros Orientales de Bogotá, contribuyendo al bienestar social y ambiental de la ciudad. “Lo que se propone con la tesis es hacer alianzas público-comunitarias, es decir que reconozcan la existencia de estas iniciativas y se repliquen a lo largo de las zonas que han sido reasentadas por riesgo en Bogotá, particularmente en los cerros donde se hizo esta investigación”, dice la magíster Sánchez.

Las estrategias identificadas en el Alto Fucha no solo promueven la conservación del ecosistema, sino que también sirven como un mecanismo de adaptación frente al cambio climático. “Los habitantes no quieren irse de su territorio y manifiestan que el riesgo existe en cualquier parte de la ciudad, lo que queda es adaptarnos como ciudad”, afirma.

Las soluciones propuestas permiten que las comunidades sigan habitando estas zonas de riesgo mientras se implementan medidas que reduzcan su vulnerabilidad. La investigadora enfatiza en que estas estrategias de recuperación autónoma deben seguir siendo replicadas en otros Cerros Orientales. “La gestión del riesgo es un fenómeno social que cambia con el tiempo y es importante reconocer las iniciativas de las comunidades para disminuirlo”.

La meta de reasentamiento

Según el Instituto Distrital de Gestión de Riesgos y Cambio Climático (Idiger), en Bogotá existen más de 8.245 predios en alto riesgo no mitigable; en estas zonas de alta amenaza habitan alrededor de 245.000 personas. En la localidad de San Cristóbal 3.135 familias se encuentran en riesgo inminente, y muchas de ellas han sido reasentadas bajo proyectos distritales.

El Proyecto de Inversión 7698, que trata sobre el traslado de hogares localizados en zonas de “Alto riesgo no mitigable” –o los ordenados mediante sentencias judiciales o actos administrativos en Bogotá– tiene como objetivo reubicar 2.150 hogares en 2024. Sin embargo, hasta la fecha solo se  ha ejecutado el 20 %, lo que corresponde a 107 hogares, lo que afecta la proyección general planificada para el 2030.

En cuanto a la administración distrital, para reducir las condiciones de riesgo actuales, se han desarrollado acciones con el Plan Distrital de Gestión del Riesgo de Desastres y del Cambio Climático para Bogotá D. C. 2018-2030 (PDGRDCC), llevando a cabo diversas intervenciones en el territorio, tales como la realización de obras, la identificación de áreas que deben ser incorporadas como suelos de protección, especialmente en zonas con amenaza alta no urbanizable o con alto riesgo no mitigable, y el reasentamiento de familias.

Sin embargo, estás medidas han sido insuficientes y requieren de mejoras que atiendan la función social y ecológica de la propiedad, por lo que esta investigación propone algunas posibles estrategias.





lunes, 16 de septiembre de 2024

Con envases plásticos reciclados fabrican aislante para sistemas de refrigeración

 Las botellas plásticas de gaseosa o agua que normalmente terminan en la basura se podrían convertir en un material eficiente para aislar térmicamente neveras, instalaciones de almacenamiento en frío como las cámaras frigoríficas y otros sistemas de refrigeración. Una investigación mejoró el proceso químico para reutilizar este tipo de plástico, con el uso de microondas, y las características de los productos derivados para su uso industrial.

Josué Hernández Chinchilla, magíster en Ingeniería Química de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), desarrolló con éxito un método para reciclar tereftalato de polietileno (PET), el plástico que se utiliza habitualmente en las botellas y convertirlo en espuma rígida de poliuretano de alto rendimiento.

“Tal como lo sospechábamos, al reciclar el PET e incluirlo en la fabricación de espumas se mejoraron las propiedades mecánicas como la resistencia a la compresión del poliuretano en casi un 10 % y en el mismo porcentaje también se mejoró el factor K, que es indicador de la eficiencia de aislamiento térmico”, explicó el investigador.

Tras realizar una serie de pruebas, se encontró que la espuma desarrollada tiene propiedades mecánicas que le permiten soportar cargas de peso y resistir cambios de presión sin perder sus dimensiones originales. Además, tiene propiedades de aislamiento térmico que mejoran cuando se incorpora el PET reciclado. 

Así, la propuesta de reciclaje que ofrece este magíster resulta crucial ante el aumento continuo de la producción mundial de plásticos, según informes de Plastics Europe. En 2022 la producción global alcanzó los 400,3 millones de toneladas, y en Colombia se estima que anualmente se consumen 1.250.000 toneladas de plástico, entre ellas las botellas, de las cuales el 74 % termina en rellenos sanitarios.

¿Cómo lo hizo?

El estudio se centró específicamente en el PET, que representa una parte importante de los residuos plásticos. “Cada año se producen unas 30,5 millones de toneladas de PET en todo el mundo, de las cuales solo el 30 % se recicla. En Colombia, de cada 10 botellas que se producen, solo 3 son recicladas”, reitera el magíster Hernández.

El proceso que desarrolló mediante glicólisis, un método de reciclaje químico para depolimerizar (revertir o descomponer) el PET en sus componentes básicos empleando compuestos químicos como el etilenglicol y dietilenglicol, ampliamente utilizados en formulaciones industriales. Los productos de este proceso se utilizan luego para crear polioles, un ingrediente clave en la producción de espuma de poliuretano.

El investigador recicló botellas plásticas y después las molió. Luego, mediante la glicólisis, rompió las largas cadenas del polímero hasta convertirlas en partes más pequeñas que se denominan oligómeros y monómeros.

Un aporte adicional del investigador a este proceso experimental es que utilizó la glicólisis asistida por microondas, que reduce significativamente el tiempo de reacción, que suele ser de 3 a 5 horas, y con este método lo redujo a tan solo una hora.

“Modificamos un horno microondas y empezamos a hacer las pruebas; hicimos curvas de calentamiento y analizamos qué tan efectivo resultaba. Después de todo el proceso identificamos que este método es más efectivo porque los tiempos de reacción se reducen, lo que se traduce en un menor consumo de energía y menores costos de operación”. 

Durante el proceso se seleccionan catalizadores adecuados, sustancias que aceleran la reacción química, y el PET depolimerizado se convierte en polioles de poliéster. Luego estos polioles se combinan con otros insumos como catalizadores, siliconas y agentes soplantes que al reaccionar con líquido isocianato permite producir las espumas de poliuretano rígido.

El paso a seguir fue realizar las pruebas en colaboración con una empresa local de poliuretano y fue en esta fase en la que el investigador corroboró que al reemplazar entre el 10 y el 20 % de los polioles convencionales con los derivados del PET reciclado se observaron mejoras significativas en las propiedades mecánicas y térmicas de esta espuma. 

“El desarrollo logrado no solo aporta al problema de los residuos plásticos, sino que también mejora el rendimiento de un material que es muy utilizado en la industria. Se puede usar en paredes, neveras y otros equipos de refrigeración”, detalló el autor del estudio.