viernes, 20 de septiembre de 2024

Chocó requiere paz y reconciliación para proteger su explosión de biodiversidad

 El Chocó biogeográfico –corredor natural que comprende desde la costa Pacífica hasta la cordillera Occidental– padece uno de los mayores golpes en contra de la biodiversidad en el mundo. Según expertos, el norte del departamento ha perdido al menos el 11 % de la vegetación natural original, transformándose en potrero, mientras en el sur del territorio la pérdida ha sido del 35 %.

Los principales desafíos que afronta Chocó en la lucha por la preservación de los sistemas naturales son el conflicto armado, la deforestación y la contaminación de las fuentes hídricas. En el departamento habitan más 5.000 especies de fauna y flora endémicas, que conforman una “explosión de biodiversidad”, con más de 110 tipos de vegetación y manglares que no se encuentran en ningún otro lugar del mundo.

Aunque el país cuenta con sistemas de categorización de esta riqueza que permiten tomar acciones por la preservación del territorio, este sigue siendo blanco de los efectos de las acciones del hombre, a las que se suman los efectos del cambio climático.

“La biodiversidad es el capital natural y su manejo se debe incorporar en el manejo de la economía mundial, no se puede perder, hay que vivir de los réditos de ese capital”, señala el docente Jesús Orlando Rangel, del Instituto de Ciencias Naturales (ICN) de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL).

Por eso, trasladar los datos a los hechos sobre el impacto de las problemáticas naturales, sociales y administrativas del territorio a escenarios como la COP16 aportaría a construir alternativas para reducir tales efectos. A pesar de estas afectaciones, es posible recuperarlas, pero ello requiere de un profundo esfuerzo que se puede fortalecer en este evento mundial que se celebrará en Cali.

“Es vital rescatar los ecosistemas en el Chocó biogeográfico, ya que el área sur del departamento tiene todos los males posibles que puedan tener una zona natural”, añadió el profesor Rangel.

Entre estos males se encuentran la deforestación y devastación que causan los componentes químicos utilizados por los grupos armados en la lucha por acceder a los recursos naturales a través de la minería. Según la investigadora Carol Coronado, del Instituto de Estudios del Pacífico (IEP) de la UNAL, para solucionar esta situación se debe establecer que el vínculo de la preservación de los ecosistemas y la búsqueda de la paz deben trabajar en conjunto.

“Promover un acceso continuo a los recursos vitales para las comunidades ayudaría a reducir la pobreza y las tensiones sociales de la región”, indicó la académica.

Resultados desde los más pequeños

Promover una cultura sobre el respeto al medioambiente desde edades tempranas forma parte de algunas estrategias promovidas por la institucionalidad en el territorio. Por eso nace el proyecto “Tejiendo resiliencia ecológica para la paz y la sostenibilidad del municipio de Tumaco”, el cual  acerca a estudiantes de 5 instituciones de la zona urbana y rural del territorio a reconocer conceptos básicos de ecología, conflictos ambientales y cómo cambiar el paradigma de que la naturaleza es solo una fuente de productos y servicios.

“Estudiantes de grados séptimo, décimo y undécimo que buscan generar paz y estrechar la relación del ser humano con la naturaleza conformaron el proyecto “Mi amigo el manglar”, el cual fortaleció estos vínculos entre actores para generar las propuestas formativas que se esperan desarrollar en el marco de la COP16”, indicó, Fabiola Salazar, docente del colegio Max Seidel de San Andrés de Tumaco.

Así mismo, la implementación de la modalidad de ciencias del mar, la cual trabaja ejes transversales como recursos vivos, navegación, hombre, mar, sociedad y oceanografía, permite abordar directamente el trabajo de los ecosistemas, según la docente Salazar.

Trabajar de manera integral para involucrar la educación y el compromiso institucional para reducir el impacto medioambiental en el territorio es uno de los llamados que hacen los expertos, de tal manera que llevar cada aspecto mencionado a la Conferencia de las Partes en Cali será crucial para buscar de soluciones en la región.





jueves, 19 de septiembre de 2024

Malaria y sequía, una riesgosa combinación para la Amazonia

 Desde 2023 la Amazonia enfrenta una sequía extrema que ha generado la proliferación de los mosquitos Anopheles, transmisores de la malaria, un fenómeno que daría ideas sobre la relación entre el aumento de las temperaturas y las enfermedades transmitidas por este tipo de insectos, que en este territorio generan especial riesgo en las comunidades indígenas.

La bióloga María Camila Aroca, estudiante de la Maestría en Estudios Amazónicos de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Amazonia, es coinvestigadora en un proyecto enfocado en la malaria, el dengue y la leishmaniasis para entender cómo se relacionan los insectos que transmiten estas enfermedades con el cambio climático y cuál es el manejo que se les da en las comunidades indígenas de la Amazonia, específicamente en los departamentos de Amazonas y Vaupés.

“Los mosquitos abundan más cuando el río baja. Si lo miramos desde la salud pública, a nosotros nos importa cuando hay mosquitos cerca de las personas. En ese sentido, si tenemos el criadero en la mitad de una comunidad y disponible todos los meses del año, se pone en riesgo la salud de todos, porque para infectarlos de malaria solo se necesita un mosquito”, aseguró la investigadora Aroca.

1.600 msnm, las dinámicas ecológicas del bosque y los ciclos del río –que cambian cada año según sus estaciones (temporada de aguas bajas y altas)– también impactan la alteración de estos vectores. Así mismo, la investigadora sostiene que los extremos del cambio climático no son buenos, pues los mosquitos que transmiten la malaria siempre llegarán a cualquier lugar donde exista agua estancada como charcos o pozos.

Las comunidades indígenas tienen un riesgo especial, ya que generalmente viven al lado de un río, de lagunas, o tienen pozos cerca para su sustento. Una población como San Pedro de los Lagos, ubicada en la zona rural de Leticia, tiene un estanque en medio de la comunidad, lo que aumenta la posibilidad de que aparezcan los mosquitos.

En esta comunidad, la bióloga Aroca realizó un levantamiento de anofelinos (mosquitos Anopheles) utilizando trampas CDC y cebo humano para capturarlos, además caracterizó los criaderos y mapeó detalladamente los lugares específicos donde se ubican.

Durante el trabajo encontró mosquitos Anopheles oswaldoi, capturados entre las 18:00 y 19:00 horas. Entre tanto, la especie A. darlingi (vector principal de la malaria) estuvo presente en todas las franjas monitoreadas, pero tiene un pico de abundancia entre las 21:00 y 22:00 horas en espacios intradomiciliarios, lo cual demuestra un riesgo importante para esta comunidad. Además, en un criadero artificial se hallaron ejemplares de A. triannulatus, cuyos hábitos son más zoofílicos, por eso no se encontró en contacto con el humano.

Además de su trabajo técnico, la investigadora destacó varios desafíos importantes, entre ellos el difícil acceso a las comunidades, además de evidenciar que el 30 % de los habitantes de San Pedro de los Lagos no cuentan con toldillos adecuados para su protección. También, falta de acceso a los medicamentos para tratar la malaria y dificultad para transportar a las personas enfermas hacia un centro de salud.

En junio, durante las visitas a la comunidad, se identificaron 13 casos de personas, 9 diagnosticadas y 4 sin diagnóstico. Así mismo se identificaron una niña y una adulta mayor con sospechas de la enfermedad.

Prevenir a partir de los conocimientos ancestrales

La investigadora Aroca destaca cómo las comunidades indígenas manejan la malaria desde su perspectiva cultural y espiritual. San Pedro de los Lagos es una comunidad que en su mayoría pertenece a la etnia tikuna, por lo cual ven esta enfermedad como parte del mundo y de la historia de los territorios.

En la prehistoria la presencia de parásitos de la malaria ya era una realidad, con el primer reporte histórico de la enfermedad que fue registrado hace más de 4.000 años. Los antiguos describían la malaria como un “mal aire”, asociando su aparición con olores desagradables cada vez que infectaban a una persona. Sin embargo, hoy la malaria sigue siendo una amenaza, especialmente para los pobladores de la Amazonia.

“La enfermedad no siempre es negativa, a veces indica algo sobre el cuerpo o el territorio […] en algunas temporadas del año la enfermedad llega y la medicina tradicional está lista para enfrentar los síntomas de las personas. Por eso, estas personas ya saben cómo controlarla, es importante tener en cuenta esta visión cultural y la medicina tradicional para desarrollar estrategias en las que se respeten e integren las prácticas ancestrales de los indígenas”.

“Es fundamental construir una base técnica para los tratamientos de la enfermedad, además de que el Estado colombiano debería pensar no solo en estrategias de exámenes PCR y muchos medicamentos, sino evaluar la posibilidad de valorar los conocimientos ancestrales para tratar a los enfermos de malaria”, señaló la investigadora Aroca.

Indicó además que “el sistema de salud no tiene cómo abarcar a un departamento tan amplio y disperso como el Amazonas, no podemos desamparar a las comunidades, la logística de transporte es muy grande. Es importante que los atiendan con prontitud […] no podemos desamparar a estas comunidades, porque es muy triste ver cómo una persona tiembla por el frío que provoca la fiebre tan alta”.

El trabajo continuará a partir de los conocimientos de los habitantes, para poder implementar procesos técnicos y protocolos de detección de vectores, además de brindar acceso a la información educativa y política para construir trabajos de prevención articulados.

Los hallazgos y últimos avances de esta investigación sobre la malaria se presentarán en la International Conference on Malaria and other Blood Parasites of Wildlife y el International Symposium of Wildlife Disease Research Network, que se llevará a cabo en Medellín, del 26 al 30 de noviembre de 2024.






martes, 17 de septiembre de 2024

Guadua, árboles y flores permitirían recuperar predios reasentados en el río Fucha


 Comunidades del Alto Fucha en Bogotá lideran una serie de iniciativas para restaurar suelos que han sido reasentados por el riesgo de deslizamiento en la ronda del río. Sus actividades permiten no solo mitigar el riesgo para la zona, sino que además contribuyen a tener un ambiente sano tanto para la población como para la naturaleza.

En la cuenca alta del río Fucha, en la localidad de San Cristóbal, las familias reasentadas por alto riesgo han dejado suelos abandonados, provocando problemas de inseguridad, invasión y mal uso del terreno. Sin embargo, la comunidad ha tomado la iniciativa de restaurar estos suelos de manera autónoma, logrando importantes avances en la protección del medioambiente.

Así lo identificó la investigadora Jhody Katherine Sánchez Beltrán, magíster en Medio Ambiente y Desarrollo de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), quien realizó un estudio sobre los procesos de recuperación de estos suelos, adelantados por comunidades las ubicadas en el sur de la ciudad, los cuales implican desde la siembra de diferentes especies de plantas hasta la creación de espacios para la recreación.

Líneas de acción para sanear terrenos en riesgo

Para desarrollar su trabajo, la investigadora identificó predios reubicados en el área de 10 barrios del Alto Fucha; además realizó visitas de campo y participó en las actividades desarrolladas por la comunidad, y recorrió y georreferenció cada uno de los puntos para determinar su cercanía al río o su ubicación dentro de otros ecosistemas estratégicos. También entrevistó a los líderes comunitarios y a los habitantes de la zona, con el objetivo de obtener diversas perspectivas sobre la situación.

La propuesta de la investigadora se centra en tres líneas de acción importantes para estas iniciativas comunitarias: restauración ecológica, huertas urbanas y recuperación del espacio público, todas desarrolladas por la misma comunidad, lo que genera apropiación y responsabilidad ecológica con el territorio.

Restauración ecológica: utilizando materiales biodegradables como la guadua, un material liviano y económico que no requiere de una gran destreza técnica para este tipo de intervención, se crean “terraceos”, estructuras que incorporan la siembra de semillas de árboles nativos como el árbol loco, mano de oso y el nogal, lo que a futuro permitirá tener un suelo más resistente, evitando la inclinación y el deslizamiento de tierra. “Así, cuando se degrade la guadua, los árboles ya tienen firmeza en el suelo y lo amarran para evitar deslizamientos de tierra”, explica la investigadora.

Este proceso permite adaptar la forma natural del terreno para hacerlo más asequible y estéticamente agradable. “Lo que se intenta con estas estrategias es justamente evitar mayor impacto y posibilitar que el ciclo del agua se dé naturalmente, ya que la acumulación de agua en el suelo es lo que genera los deslizamientos”, señala la investigadora.

Huertas urbanas: la creación de huertas agroecológicas tiene un sentido pedagógico con la gente de la zona, ya que no solo producen alimentos como hortalizas y aromáticas, sino que además educan a la comunidad sobre la importancia de la sostenibilidad.

Las flores de la caléndula, la curuba y la fuchsia boliviana –un arbusto de rivera de río nativa de los Andes– contienen gran cantidad de néctar, estas flores sembradas en la huerta atraen a los insectos polinizadores y aves como el colibrí picoespada (Ensifera ensifera) generando un ecosistema sostenible y ecológico.

Espacio público: los Cerros Orientales cuentan con pocos espacios para la recreación al aire libre, como canchas o parques públicos debido a su origen (en su mayoría informal) y su ubicación geográfica. En esta línea se busca que las comunidades adapten las áreas reasentadas como espacios de encuentro, por medio del uso de la guadua se construyen sillas para el descanso, decoración como el nombre del barrio, se adecua el borde de una vía o las gradas de una cancha del fútbol autoconstruida. “Estas intervenciones no requieren grandes inversiones, solo el reconocimiento y apoyo del Estado para su sostenibilidad”, menciona la investigadora.

Un modelo de adaptación frente al cambio climático

La investigación sugiere que, con mayor respaldo institucional y económico, las iniciativas comunitarias podrían garantizar la sostenibilidad de los suelos reasentados en los Cerros Orientales de Bogotá, contribuyendo al bienestar social y ambiental de la ciudad. “Lo que se propone con la tesis es hacer alianzas público-comunitarias, es decir que reconozcan la existencia de estas iniciativas y se repliquen a lo largo de las zonas que han sido reasentadas por riesgo en Bogotá, particularmente en los cerros donde se hizo esta investigación”, dice la magíster Sánchez.

Las estrategias identificadas en el Alto Fucha no solo promueven la conservación del ecosistema, sino que también sirven como un mecanismo de adaptación frente al cambio climático. “Los habitantes no quieren irse de su territorio y manifiestan que el riesgo existe en cualquier parte de la ciudad, lo que queda es adaptarnos como ciudad”, afirma.

Las soluciones propuestas permiten que las comunidades sigan habitando estas zonas de riesgo mientras se implementan medidas que reduzcan su vulnerabilidad. La investigadora enfatiza en que estas estrategias de recuperación autónoma deben seguir siendo replicadas en otros Cerros Orientales. “La gestión del riesgo es un fenómeno social que cambia con el tiempo y es importante reconocer las iniciativas de las comunidades para disminuirlo”.

La meta de reasentamiento

Según el Instituto Distrital de Gestión de Riesgos y Cambio Climático (Idiger), en Bogotá existen más de 8.245 predios en alto riesgo no mitigable; en estas zonas de alta amenaza habitan alrededor de 245.000 personas. En la localidad de San Cristóbal 3.135 familias se encuentran en riesgo inminente, y muchas de ellas han sido reasentadas bajo proyectos distritales.

El Proyecto de Inversión 7698, que trata sobre el traslado de hogares localizados en zonas de “Alto riesgo no mitigable” –o los ordenados mediante sentencias judiciales o actos administrativos en Bogotá– tiene como objetivo reubicar 2.150 hogares en 2024. Sin embargo, hasta la fecha solo se  ha ejecutado el 20 %, lo que corresponde a 107 hogares, lo que afecta la proyección general planificada para el 2030.

En cuanto a la administración distrital, para reducir las condiciones de riesgo actuales, se han desarrollado acciones con el Plan Distrital de Gestión del Riesgo de Desastres y del Cambio Climático para Bogotá D. C. 2018-2030 (PDGRDCC), llevando a cabo diversas intervenciones en el territorio, tales como la realización de obras, la identificación de áreas que deben ser incorporadas como suelos de protección, especialmente en zonas con amenaza alta no urbanizable o con alto riesgo no mitigable, y el reasentamiento de familias.

Sin embargo, estás medidas han sido insuficientes y requieren de mejoras que atiendan la función social y ecológica de la propiedad, por lo que esta investigación propone algunas posibles estrategias.





lunes, 16 de septiembre de 2024

Con envases plásticos reciclados fabrican aislante para sistemas de refrigeración

 Las botellas plásticas de gaseosa o agua que normalmente terminan en la basura se podrían convertir en un material eficiente para aislar térmicamente neveras, instalaciones de almacenamiento en frío como las cámaras frigoríficas y otros sistemas de refrigeración. Una investigación mejoró el proceso químico para reutilizar este tipo de plástico, con el uso de microondas, y las características de los productos derivados para su uso industrial.

Josué Hernández Chinchilla, magíster en Ingeniería Química de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), desarrolló con éxito un método para reciclar tereftalato de polietileno (PET), el plástico que se utiliza habitualmente en las botellas y convertirlo en espuma rígida de poliuretano de alto rendimiento.

“Tal como lo sospechábamos, al reciclar el PET e incluirlo en la fabricación de espumas se mejoraron las propiedades mecánicas como la resistencia a la compresión del poliuretano en casi un 10 % y en el mismo porcentaje también se mejoró el factor K, que es indicador de la eficiencia de aislamiento térmico”, explicó el investigador.

Tras realizar una serie de pruebas, se encontró que la espuma desarrollada tiene propiedades mecánicas que le permiten soportar cargas de peso y resistir cambios de presión sin perder sus dimensiones originales. Además, tiene propiedades de aislamiento térmico que mejoran cuando se incorpora el PET reciclado. 

Así, la propuesta de reciclaje que ofrece este magíster resulta crucial ante el aumento continuo de la producción mundial de plásticos, según informes de Plastics Europe. En 2022 la producción global alcanzó los 400,3 millones de toneladas, y en Colombia se estima que anualmente se consumen 1.250.000 toneladas de plástico, entre ellas las botellas, de las cuales el 74 % termina en rellenos sanitarios.

¿Cómo lo hizo?

El estudio se centró específicamente en el PET, que representa una parte importante de los residuos plásticos. “Cada año se producen unas 30,5 millones de toneladas de PET en todo el mundo, de las cuales solo el 30 % se recicla. En Colombia, de cada 10 botellas que se producen, solo 3 son recicladas”, reitera el magíster Hernández.

El proceso que desarrolló mediante glicólisis, un método de reciclaje químico para depolimerizar (revertir o descomponer) el PET en sus componentes básicos empleando compuestos químicos como el etilenglicol y dietilenglicol, ampliamente utilizados en formulaciones industriales. Los productos de este proceso se utilizan luego para crear polioles, un ingrediente clave en la producción de espuma de poliuretano.

El investigador recicló botellas plásticas y después las molió. Luego, mediante la glicólisis, rompió las largas cadenas del polímero hasta convertirlas en partes más pequeñas que se denominan oligómeros y monómeros.

Un aporte adicional del investigador a este proceso experimental es que utilizó la glicólisis asistida por microondas, que reduce significativamente el tiempo de reacción, que suele ser de 3 a 5 horas, y con este método lo redujo a tan solo una hora.

“Modificamos un horno microondas y empezamos a hacer las pruebas; hicimos curvas de calentamiento y analizamos qué tan efectivo resultaba. Después de todo el proceso identificamos que este método es más efectivo porque los tiempos de reacción se reducen, lo que se traduce en un menor consumo de energía y menores costos de operación”. 

Durante el proceso se seleccionan catalizadores adecuados, sustancias que aceleran la reacción química, y el PET depolimerizado se convierte en polioles de poliéster. Luego estos polioles se combinan con otros insumos como catalizadores, siliconas y agentes soplantes que al reaccionar con líquido isocianato permite producir las espumas de poliuretano rígido.

El paso a seguir fue realizar las pruebas en colaboración con una empresa local de poliuretano y fue en esta fase en la que el investigador corroboró que al reemplazar entre el 10 y el 20 % de los polioles convencionales con los derivados del PET reciclado se observaron mejoras significativas en las propiedades mecánicas y térmicas de esta espuma. 

“El desarrollo logrado no solo aporta al problema de los residuos plásticos, sino que también mejora el rendimiento de un material que es muy utilizado en la industria. Se puede usar en paredes, neveras y otros equipos de refrigeración”, detalló el autor del estudio.






sábado, 14 de septiembre de 2024

“Alegrías”, plantas nativas colombianas, tienen potencial antiviral, antioxidante y antidepresiva

 El primer estudio publicado en Colombia sobre el género de plantas Scutellaria (familia Lamiaceae), conocidas en el país como alegría de páramos o hierbas alegres, confirmó las propiedades de 3 especies oriundas del país para tratar diversas enfermedades y trastornos.

A través de un análisis químico, el estudio determinó las propiedades antioxidantes, antivirales y antiinflamatorias de los compuestos presentes en 3 especies del género ScutellariaS. incarnata, S. coccinea, y el híbrido S. ventenatii × S. incarnata.

El trabajo fue desarrollado por los investigadores Silvia Porras, Rogerio Saavedra, Lady Sierra, Jairo Martínez y Elena Stashenko, de la Universidad Industrial de Santander (UIS), con el profesor Robert Tulio González Mina, del Grupo de Investigación en Orquídeas, Ecología y Sistemática Vegetal de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Palmira.

En Colombia, las especies del género Scutellaria se conocen como hierbas alegres por la traducción al español la denominación que les dan las comunidades indígenas nasa. Por su alto contenido en melatonina y serotonina se usan como ansiolíticas, antidepresivas, antivirales y contra ciertos tipos de cáncer.

La planta produce estos dos componentes en altas cantidades como una estrategia para resistir al estrés hídrico cuando no recibe suficiente agua para cubrir sus necesidades, regulando el bienestar y los ciclos de sueño, un comportamiento que ha llamado la atención de los investigadores  y la ha convirtiendo en el género más estudiado por los científicos en el mundo.

Con 476 especies aceptadas, el género Scutellaria tiene una amplia distribución gracias a las aves acuáticas migratorias que dispersan sus semillas a lo largo de América, desde Argentina hasta Estados Unidos y Canadá, primer país que destacó su valor en aplicaciones tecnológicas a partir de sistemas biológicos u organismos vivos (biotecnología).

Estudio pionero en Colombia

Las muestras para el análisis fueron proporcionadas por el Estado colombiano a través del “Contrato n.o 270, para el acceso a recursos genéticos y productos derivados”, celebrado entre el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible y la UIS.

Por su parte los tallos y hojas se recolectaron en abril de 2021, durante la floración, en parcelas experimentales del Complejo Agroindustrial Piloto del Centro Nacional de Investigación para la Agroindustrialización de Especies Vegetales, Aromáticas y Medicinales Tropicales (Cenivam) ubicado en Bucaramanga, Santander.

Los resultados mostraron que la especie S. coccinea presentó la mayor actividad antioxidante de las 3 especies estudiadas, debido a la alta concentración de baicalina y dihidrobaicalina-glucurónido, compuestos que revelaron tener una notable capacidad para reducir el estrés 

oxidativo, lo que sugiere que serían útiles en el tratamiento de enfermedades como el dengue o la diabetes​.

Además se identificaron otros componentes presentes en las 3 especies, entre ellos la escutelareína y la apigenina, que en investigaciones anteriores demostraron propiedades antitumorales y antivirales.

“Por su parte, la presencia en los extractos de umbelliferona-hexósido-pentosido –un compuesto que no se encuentra en otras especies del género Scutellaria–sugiere que es promisorio para desarrollar extractos antioxidantes que se podrían utilizar en el sector farmacéutico y en productos fitoterapéuticos”, señala el estudio.

del género Scutellarias son de la misma familia de las albahacas, pero, a diferencia de estas, tienen poco aceite esencial y su supervivencia se basa más en compuestos flavonoides, llamados flavonas, las cuales tienen una actividad extremadamente fuerte sobre receptores de las neuronas, este es el receptor GABA, uno de los que apagan y prenden neuronas y funcionan como sedativos o antidepresivos dependiendo de cómo se usen”, destaca el profesor González.

Para el estudio los investigadores incluyeron distintas técnicas para medir la capacidad antioxidante de los extractos obtenidos de las plantas secas, como el ensayo ORAC (Capacidad de Absorción de Radicales de Oxígeno) y el ensayo ABTS. También usaron cromatografía líquida, métodos de ionización y dos tipos de espectrometría de masas para identificar y cuantificar los compuestos químicos, lo que permitió maximizar la obtención de flavonoides, compuestos bioactivos que se encuentran en una amplia variedad de frutas y verduras.







jueves, 12 de septiembre de 2024

Colombia, un jardín deforestado: impacto del modelo de desarrollo en la biodiversidad

 En Colombia al menos el 48 % de los sistemas biológicos se encuentran bajo amenaza. Actividades orientadas a la explotación de recursos naturales y la maximización de la producción agrícola y ganadera, además del consumismo, apartan al ser humano de un pensamiento ambiental que trabaje de manera integral en la construcción de proyectos de desarrollo sostenible en la nación; así lo consideran diferentes expertos de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL).

En el especial La UNAL en la COP16, programa de Radio UNAL, expertos de la Sede Manizales plantearon que el actual modelo de desarrollo, pensado en satisfacer los intereses humanos, configura uno de los principales riesgos para los ecosistemas en el contexto del cambio climático, porque carece de una conciencia ambiental que reconozca el patrimonio de la biodiversidad.

Patricia Noguera, docente de la Facultad de Ciencias de la UNAL e investigadora del Instituto de Estudios Ambientales (IDEA), señala que “el modelo de desarrollo es el principal riesgo para los ecosistemas. La ciencia del capitalismo es la devaluación y la explotación, no es el cuidado, […] por eso debemos trabajar en la construcción de proyectos orientados en el pensamiento ambiental con transformaciones profundas en el sentido de la cultura del cuidado”.

La fragmentación de los ecosistemas por cuenta del desarrollo se evidencia por ejemplo en los guadales, que de las más de 12 millones de hectáreas solo queda el 4 %; también en los bosques de niebla, que de 9,7 millones de hectáreas se han reducido a 1,18 millones de hectáreas, según el Instituto Humboldt; y de los 9 millones de hectáreas de bosque seco, solo queda el 8 %.

“Todo eso se expresa en 150.000 toneladas de sedimentos que cada año llegan al mar por el río Magdalena, blanqueando el 80 % de los corales entre Cartagena y Barranquilla. Por eso los pescadores ya no pueden vivir del río, porque la pesca ha bajado de 80.000 toneladas anuales a solo 7.000, y en el canal del Dique de 30.000 a solo 3.000”.

En Colombia solo pensamos en territorios pero no en acuatorios, y como no existen regulaciones hídricas y pluviométricas, también tenemos afectaciones en el paisaje cultural cafetero y las ecorregiones del país”, señala el profesor Gonzalo Duque, director del Museo Samoga.

Señala además que “el Eje Cafetero es un jardín deforestado: los suelos aptos para bosques son el 54 % y no tenemos sino la quinta parte, y los suelos aptos para potreros son el 5 %, pero tenemos el 49 % en potreros. Es decir, no hay una cobertura compatible con los desafíos del cambio climático”.

Esta situación conlleva un complejo panorama futuro. Según el académico, para el 2050 se habrá perdido la aptitud en el 50 % de los suelos cafeteros colombianos. Quindío será el departamento más afectado en un escenario de cambio climático con incremento de lluvias y temperatura, que genera mayor humedad relativa y enfermedades fitosanitarias.

La histórica cifra de reducción del 36 % de la deforestación en Colombia en 2023 permitió que la Unión Europea le entregara 47.000 millones de pesos al país para apoyar la lucha contras las múltiples amenazas a los ecosistemas terrestres. Sin embargo, la académica Noguera señala que el país no puede seguir pensando que hay ecosistemas más importantes que otros.

Pacto de País por el Río Grande de la Magdalena

Como parte de las diversas actividades planteadas por los investigadores de la UNAL frente a la protección de los cuerpos de agua, el académico Fabio Rincón, docente de la Cátedra Unesco, aseguró que durante los últimos 3 años ha estado trabajando con diversas instituciones y entidades en dicho pacto.

Como primera acción de este acuerdo, los expertos han construido un repositorio bibliográfico de los textos en los que el río Magdalena es protagonista, lo mismo que un recuento de las investigaciones y acciones realizadas en este afluente de más de 1.528 km de extensión. Con estas herramientas, los expertos crearon la estrategia “Haz tu tesis en el río Magdalena” para que los estudiantes se interesen en este cuerpo de agua.

El Pacto de País por el Río Grande de la Magdalena contempla realizar seminarios para acompañar a los interesados a conocer más sobre la importancia del río, y porqué es necesario conseguir que sea declarado como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco como itinerario cultural.

El próximo encuentro con los académicos se realizará en noviembre en Honda (Tolima), y toda la comunidad está llamada a participar y entender la importancia de este cuerpo de agua y de los ecosistemas en el país.






miércoles, 11 de septiembre de 2024

El chontaduro sería una alternativa natural a los tintes alimentarios artificiales

 Aunque hoy el chontaduro se consume en mercados locales en forma de palmitos, crudo, como harina o chicha de chonta, esta fruta también tendría potencial para la industria alimentaria del país, pues contiene altas cantidades de pigmentos orgánicos (o carotenoides) y moléculas antioxidantes que servirían para reemplazar aditivos sintéticos colorantes.

Una investigación de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Medellín comprobó que usar ventanas refractantes para secar la fruta conservaría el 88,5 % de su betacaroteno, un compuesto natural que remplazaría aditivos artificiales como la tartrazina o el amarillo ocaso, colorantes que pueden generar efectos negativos en la salud. Además, con esta técnica se reducirían costos y energía.

El chontaduro, fruta de color anaranjado quemado y textura fibrosa, es originaria de la Región Amazónica, y aunque ha sido considerada como exótica, cada vez se han conocido más sus propiedades nutritivas y ha cobrado interés por ser un frutal promisorio para promover la sustitución de cultivos de uso ilícito en Colombia.

Según el Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural, actualmente en el país hay más de 37.600 hectáreas sembradas con este cultivo, siendo el municipio de Tambo (Cauca) el de mayor participación nacional, con el 48 % de la producción del país.

“Es una fruta con un gran valor nutricional, con alto contenido de carotenoides, selenio, zinc y polifenoles, moléculas que ejercen un potencial antioxidante, es decir aliadas en la prevención de daños celulares y algunas enfermedades degenerativas”, explica Jeanine Kathleen Peñaloza Figueroa, doctora en Ingeniería - Sistemas Energéticos de la UNAL Sede Medellín, autora de la investigación.

Para obtener estos bioactivos de forma eficiente, el material debe estar libre de agua, por lo que el secado de la fruta es crucial. “Para extender su vida útil y usarla como ‘ingrediente’ en otros productos (jugos, tortas, mermeladas, etc.) se le debe retirar toda el agua garantizando su estabilidad y baja degradación oxidativa. Por eso, con el fin especial de preservar sus carotenoides, probamos una tecnología emergente para el secado: las ventanas refractantes”, explica.

Los carotenoides como el betacaroteno son una alternativa natural para remplazar aditivos artificiales como la tartrazina (proporciona color amarillo o anaranjado a los productos), promoviendo la reducción de efectos negativos en la salud de los consumidores.

“Inicialmente caracterizamos 3 variedades de chontaduro provenientes de Cauca, Chocó y Putumayo, y encontramos que la primera presenta mayores valores de carotenoides, la segunda mayor contenido de grasas (omegas 6 y 9) y la tercera mayor contenido de almidón”, agrega la investigadora.

Chontaduro del Cauca y uso de ventanas refractantes

En palabras sencillas, el método de ventanas refractantes consiste en un recipiente grande con agua caliente, que funciona similar al “baño María”, y sobre el que hay un plástico llamado lámina mylar, que separa la pulpa del líquido. “Elegimos el chontaduro del Cauca por sus propiedades. Extendimos la pulpa de la fruta hasta que estuviera de poco espesor, o en forma de laminillas, y empezamos el proceso de deshidratación. Para esto el agua debe estar a una temperatura entre 80 y 90 °C”, continúa.

En la parte superior hay un sistema de extracción para eliminar la humedad que sale del producto. “Durante la investigación probamos diferentes temperaturas y espesores, e identificamos que las condiciones óptimas de temperatura y espesor sonde  85 °C y 2 mm, así preservamos el 88,5 % de betacaroteno, un resultado muy favorable teniendo en cuenta que con otras técnicas como el secado por convección, el microondas, el vacío y la atomización se retenía respectivamente el 11,44 %, 23,94 %, 22,85 % y 30 %”.

Además, la investigadora Peñaloza realizó pruebas a nivel industrial, pasando de trabajar en laboratorio con una lámina de 30 cm x 19 cm, a un equipo de 5 m de largo por 80 cm de ancho. Así encontró que a gran escala se necesita incluso menos tiempo de secado (entre 14 y 20 minutos), un hallazgo adicional para la eficiencia energética y la reducción de costos e impactos en el medioambiente.

“Las ventanas refractantes representan muchos beneficios, especialmente porque necesitan temperatura más baja que otras técnicas, como el secado por atomización que requiere temperaturas de hasta 220 °C”, complementa.

Estos resultados demuestran la viabilidad de fortalecer la producción de esta fruta y de apoyar a los emprendedores de zonas vulneradas por el conflicto armado. “Podemos conseguir esta materia prima en zonas como Cauca, Chocó y Putumayo y obtener productos que se materialicen en el mercado nacional”, concluye la investigadora.





martes, 10 de septiembre de 2024

Hongos de orquídeas servirían para controlar enfermedades en cultivos agrícolas

Aunque en Colombia se han descrito más 4.270 especies de orquídeas, solo en 15 de ellas se han estudiado sus hongos micorrícicos (que les permiten germinar), lo cual limita el conocimiento sobre los múltiples beneficios que estos le aportarían a la humanidad en aplicaciones como la propagación de orquídeas comerciales, la protección de cultivos agrícolas e incluso su posible uso en la industria farmacéutica.

Las micorrizas son hongos que han existido por más de 400 millones de años desempeñando un rol esencial en la colonización de las plantas sobre la Tierra; de hecho, más del 80 % de ellas las necesitan en sus raíces para crecer y prosperar. Se trata de una relación simbiótica que implica un intercambio mutuamente beneficioso: los hongos micorrícicos ayudan a las raíces a obtener nutrientes esenciales del suelo –como fósforo y nitrógeno–, y estas a su vez les proporcionan los productos de la fotosíntesis, especialmente azúcares, necesarios para su subsistencia.

Las micorrizas se clasifican en varios tipos, siendo las más comunes las arbusculares, que se encuentran en la mayoría de las plantas, y las ectomicorrizas, que son las más estudiadas e interactúan principalmente con árboles y algunos arbustos. Sin embargo, dentro de esta diversidad destaca un grupo especializado que ha llamado la atención de los científicos por sus posibles aplicaciones biotecnológicas: las micorrizas de orquídeas.

Así lo expuso el profesor Joel Tupac Otero Ospina, líder del Grupo de Investigación en Orquídeas, Ecología y Sistemática Vegetal, durante el Seminario Biotecnología y Biodiversidad “Clave para un futuro sostenible y resiliente”, desarrollado en la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Palmira como parte de la agenda previa a la COP16.

“Para sobrevivir, las orquídeas dependen de sus hongos simbióticos desde las primeras etapas de su vida. A diferencia de muchas otras plantas, sus semillas son diminutas y carecen de endospermo, un tejido nutritivo que alimenta el embrión durante la germinación; esto significa que sin las micorrizas las orquídeas no pueden germinar, por lo que dependen completamente de esta interacción para crecer”, explica el investigador.

Micorrizas para la protección de cultivos

Uno de los campos más prometedores de estos hongos es su aplicación biotecnológica, ya que, al contar con el potencial de mejorar la germinación de semillas de orquídeas silvestres y comerciales, puede contribuir en la conservación de las especies en peligro de extinción y en el cultivo de orquídeas ornamentales o con valor económico, como la vainilla (Vanilla planifolia).


En Colombia, pese a que la investigación ha avanzado considerablemente gracias a los estudios pioneros de los profesores Marina Sánchez de Prager y Eider Daniel Gómez López de la UNAL Sede Palmira, quienes documentaron por primera vez micorrizas de orquídeas en el país, aún queda mucho por descubrir. Además, desde el Grupo de Investigación estudiantes de pregrado, maestría y doctorado han desarrollado diversas investigaciones.

Uno de los estudios más destacados fue la confirmación de que estos hongos micorrícicos pueden desempeñar un importante papel en la protección de cultivos, según concluyó la investigadora Ana Teresa Mosquera en su tesis doctoral, al evaluar la capacidad de ciertas especies de micorrizas para inducir resistencia en cultivos de arroz frente a patógenos como Rhizoctonia solani, un hongo que causa daños graves en diversas plantaciones.

Los resultados demostraron que las micorrizas de orquídeas no actúan como patógenas en los cultivos de arroz, sino que, por el contrario, pueden reducir la severidad de las infecciones fúngicas, lo que abre la puerta a nuevas estrategias de manejo de enfermedades agrícolas mediante su uso.

“Lo preocupante es que, de las 4.270 especies de orquídeas descritas hasta 2015 en Colombia solo de 15 se han caracterizado sus hongos micorrícicos, lo que destaca la necesidad de continuar investigando para comprender mejor esta relación simbiótica y conocer su potencial biotecnológico”, señaló el investigador Otero.

Recientemente, y por primera vez en el país, estudiantes del Semillero de Investigación en Orquídeas y Ecología descubrieron e identificaron en Palmira (Valle del Cauca) la especie Microchilus riopalenquensis, una orquídea terrestre nativa de Ecuador, Colombia y Perú que crece en guaduales y zonas boscosas, un hallazgo que aporta a la formación científica y al conocimiento de la riqueza botánica del país.

Entre las orquídeas estudiadas por el Grupo de Investigación en diferentes regiones del país –Buenaventura, Palmira, Medellín y Dagua, entre otras– se encuentran especies como Vanilla rivasii, Ionopsis utricularioides y Epidendrum melinanthum, lo que demuestra la importancia de las micorrizas para que estas plantas puedan sobrevivir en diversos y hábitats, incluso con condiciones extremas.

El profesor Otero destaca que “las micorrizas también son valiosas para estudiar la historia natural y la evolución de las orquídeas: entender cómo han evolucionado estas relaciones simbióticas a lo largo de millones de años puede ofrecer perspectivas sobre la adaptación y diversificación de estas plantas”.

Entre los principales retos de la investigación están: identificar nuevos hongos micorrícicos para diferentes especies de orquídeas, crear bancos de micorrizas para aplicaciones comerciales y optimizar los métodos de propagación. La aplicación de técnicas avanzadas como la microscopía electrónica y la secuenciación del ADN permitirá una caracterización más precisa y detallada de las micorrizas.









 

sábado, 7 de septiembre de 2024

Sinfonía viva en la UNAL Sede Bogotá: la importancia del canto de las aves

 Con un poco de atención, los humanos podemos percibir la sinfonía natural que forman las aves con sus trinos –compuestos de patrones y ritmos– que nos pueden llevar a descubrir el complejo mundo que se desarrolla entre los árboles y el viento.

“La importancia del sonido de las aves” es el título de un recorrido por el campus de la Sede Bogotá de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), organizado por el Museo de Historia Natural de la Institución y liderado por estudiantes de la carrera de Biología, el cual le brindó una experiencia inmersiva a la comunidad universitaria y al público en general.

Con alrededor de 1.968 especies registradas –es decir el 20 % del total global–, Colombia es líder mundial en registro de aves, las cuales se pueden apreciar incluso en territorios urbanos.

Durante el recorrido se destacó la complejidad del canto de las aves: mientras los sonidos de algunas son elaborados, llenos de matices y variaciones, otras emiten cantos más cortos y simples.

Además, los estudiantes los enseñaron a los participantes a identificar las especies mediante Merlin Bird ID, una aplicación que permite captar el sonido de las aves y da una descripción detallada de cada una.

Los silbidos, chirridos y trinos se producen gracias a un órgano especializado de las aves llamado siringe, que les permite emitir sonidos complejos. En comparación, los humanos utilizamos la laringe para producir la voz, pero, al igual que las aves, nos comunicamos por medio de este sistema sonoro.

En la jornada se destacó que en Bogotá las aves comienzan a cantar desde las 4:00 a. m., marcando el inicio del día. Sus sonidos cumplen múltiples propósitos, como el cortejo, el marcaje de territorio y la alerta de peligros.

En el campus de la UNAL Sede Bogotá se pueden escuchar y observar varias especies de aves, entre ellas la mirla patinaranja (Turdus fuscater), el canario silvestre (Serinus canaria), y la garza ganadera (Bubulcus ibis).

Jimena Sotelo, estudiante de último semestre de Biología, destacó “que las mirlas bogotanas son las más grandes del territorio nacional. El sexo de esta especie se puede identificar por el anillo ocular de los machos, que las hembras no lo tienen”.

En cuanto a los canarios silvestres, los guías advirtieron que frecuentemente estos son víctimas del tráfico ilegal, y a menudo también se confunde con el canario doméstico

Las mirlas son territoriales y tienen una dieta variada. Sin embargo, la deforestación ha cambiado su hábitat, trasladándolas de tierras bajas a zonas más altas.

El recorrido resalta la necesidad de apreciar y conservar la avifauna colombiana, esencial para los ecosistemas por su papel en la dispersión de semillas y en la regeneración de los bosques.

El Museo de Historia Natural de la UNAL invita a todos a participar en sus actividades, dirigidas a conocer mejor la biodiversidad de Colombia. Pueden consultar la programación en sus cuentas de Instagram: @muscohnunal y @goun_unal