Las lluvias no dan tregua en la capital de Caldas, en donde rige la alerta amarilla por riesgo de deslizamientos e inundaciones. Aunque no se ha llegado a una situación crítica, expertos de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) advierten que la amenaza no proviene solo del clima: factores como la saturación del suelo, la urbanización inadecuada y la falta de articulación entre normas y prácticas culturales están agravando el riesgo.
Según reportes recientes de la Unidad de Gestión del Riesgo
(UGR) del municipio, en los últimos 25 días se han registrado acumulados de
lluvia superiores a los 200 mm en zonas como Bosques del Norte (230,3 mm),
Chipre (226,8 mm) y Alcázares (215,4 mm). Estos niveles, por encima de lo
habitual, han intensificado la vigilancia en sectores vulnerables y mantienen
en alerta a las autoridades y comunidades.
Ubicada en el corazón del trópico andino, Manizales comparte
con gran parte del país una condición geográfica tan privilegiada como frágil.
Su topografía montañosa, la presencia de fallas geológicas activas y la
cercanía a zonas volcánicas hacen que el territorio esté constantemente
expuesto a amenazas naturales como deslizamientos e inundaciones.
A estas condiciones naturales se suma una urbanización
acelerada y en muchos casos desordenada, lo que convierte a Manizales en un
territorio especialmente vulnerable. En los primeros meses de 2025 las lluvias
han sido tan intensas que los suelos de Caldas están sobresaturados. Aunque el
agua es parte fundamental del ciclo de vida en la región, también se puede
convertir en detonante de emergencias cuando coincide con ocupaciones
inadecuadas del terreno.
La profesora Jeannette Zambrano Nájera, del Departamento de
Ingeniería Civil de la UNAL Sede Manizales, considera que atribuir los
desastres solo a las lluvias es un diagnóstico incompleto. Aunque las
precipitaciones funcionan como detonantes, la verdadera raíz del problema está
en múltiples factores humanos que agravan las amenazas naturales y transforman
el entorno en un escenario de riesgo.
“La eliminación de la cobertura vegetal, la urbanización en
zonas de alto riesgo, la impermeabilización del suelo y la construcción en
laderas o cerca de ríos son acciones humanas que transforman una amenaza
natural en un riesgo social”, afirma la profesora Zambrano.
En Manizales la cobertura vegetal ha disminuido
significativamente en las últimas décadas. Según un estudio de la Universidad
de Manizales, entre 1986 y 2023 los espacios verdes en el área urbana pasaron
del 59,6 al 53,7 % evidenciando una pérdida de 5,9 puntos porcentuales.
Esta reducción afecta la capacidad del suelo para absorber agua y aumenta la
vulnerabilidad a deslizamientos e inundaciones.
La impermeabilización del suelo, producto de la expansión
urbana y el uso excesivo de materiales como el cemento, impide la infiltración
natural del agua incrementando la escorrentía superficial y la presión sobre
los sistemas de drenaje. Esto agrava el riesgo de inundaciones, especialmente
en zonas con pendientes pronunciadas.
En relación con la topografía es importante recordar que la
capital de Caldas se caracteriza por su topografía montañosa, con pendientes
que en algunos sectores superan los 30°, lo que, combinado con suelos húmedos y
poco consolidados, incrementa la susceptibilidad a deslizamientos. La
construcción en laderas y cerca de ríos, a menudo sin una adecuada
planificación y sin considerar las normas urbanísticas, expone a las
comunidades a mayores riesgos durante las temporadas de lluvias intensas.
“La manera en que ocupamos el territorio está transformando
profundamente la dinámica de las amenazas: hoy los eventos son más intensos y
frecuentes, no solo por el cambio climático, sino por nuestra intervención
sobre el entorno”, advirtió la profesora Zambrano.
Frente a este panorama, ella insiste en que la ciudadanía no
se debe ver solo como víctima sino también como protagonista del riesgo. La
forma en que cada persona interactúa con el entorno puede aumentar o disminuir
el riesgo. Por eso subraya que “la prevención debe comenzar en lo cotidiano:
sembrar árboles adaptados al territorio, no obstruir los drenajes, conservar
las zonas verdes, y sobre todo respetar las advertencias técnicas y las normas
urbanísticas”.
Las áreas arboladas cumplen un papel clave en la prevención
de desastres: ayudan a regular las lluvias, protegen el suelo y disminuyen la
escorrentía. Sin embargo esta lógica ambiental ha sido desplazada por una
visión de desarrollo urbano centrada en el cemento, que sella el suelo, impide
su respiración natural y dificulta la regulación del agua. Según la experta,
“recuperar la vegetación nativa y garantizar espacios permeables no solo es
deseable sino también una medida urgente de adaptación y resiliencia frente a
las amenazas crecientes”.
Tecnología y ciencia ciudadana: el aporte de la UNAL para
reducir el riesgo
La UNAL Sede Manizales ha desempeñado un papel fundamental
en el fortalecimiento del Sistema de Alertas Tempranas (SAT) de la ciudad. A
través de un convenio interadministrativo con la UGR de la Alcaldía se han
instalado estaciones pluviométricas y miras limnimétricas en zonas críticas
como Lusitania, Providencia y las cuencas de los ríos Chinchiná y Manizales.
Estas herramientas permiten monitorear en tiempo real variables como la
saturación del suelo, los caudales y las condiciones atmosféricas facilitando
una respuesta oportuna ante eventos de riesgo.
“Uno de los avances más notables del sistema de alerta
temprana ha sido la integración de tecnología asequible con el conocimiento
local”, afirmó la profesora Zambrano. Así, esta articulación ha permitido que
estaciones automáticas trabajen en sintonía con la observación atenta de las
comunidades rurales.
Estos esfuerzos se enmarcan en una visión integral de la
gestión del riesgo, la cual reconoce la importancia de la articulación entre la
academia, las autoridades locales y la comunidad. La experiencia de Manizales
ha sido reconocida nacional e internacionalmente como un modelo de gestión del
riesgo de desastres, destacando la necesidad de superar enfoques
asistencialistas y tecnocráticos para avanzar hacia una planificación del
desarrollo que integre la reducción del riesgo como un componente esencial.
Según la profesora Zambrano, la academia cumple un rol
fundamental en la prevención de desastres. Su aporte va más allá de la
investigación técnica: incluye la formación de ciudadanía, la planificación
territorial con enfoque de riesgo, y la construcción de puentes entre la
comunidad, las autoridades y las instituciones. Por eso insiste en que esta
articulación es esencial para avanzar hacia territorios más seguros y
resilientes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario