Bajo las aguas de la cuenca Sinú Offshore, o en ultramar –ubicada entre Cartagena y Arboletes (Antioquia)–, se encuentran cables de fibra óptica que garantizan la conectividad de millones de personas, tuberías que transportan gas y petróleo, y plataformas que sostienen la producción energética del país. Un estudio identificó que en esta importante región para la infraestructura submarina los espacios con susceptibilidad media y alta de movimientos de masa se localizan en el occidente y noroccidente, donde la actividad geológica es más intensa.
La cuenca Sinú Offshore también es una de las áreas más
complejas porque se encuentra justo en el cruce de tres placas tectónicas: la
del Caribe, la de Nazca y la Sudamericana, que provocan un sistema de fallas
que hace que el terreno submarino pierda estabilidad, y por ende que sea más
propenso a los deslizamientos.
Los estudios sobre los deslizamientos submarinos son
relativamente nuevos en el país, y por eso David Styman Rodríguez Contador,
magíster en Ingeniería Civil - Geotecnia de la Universidad Nacional de Colombia
(UNAL), le apostó a realizar este estudio pionero en esta cuenca, mapeando las
áreas de susceptibilidad alta, media y baja que ayudarían a identificar
escenarios para mitigar y prevenir estos eventos.
“Hasta ahora los estudios se han enfocado más en la morfología marina, por eso consideramos importante analizar los posibles estadios de amenaza para tener un primer acercamiento a escala 1:50.000 y así poder plantear escenarios de riesgo mediante un estudio de vulnerabilidad”, aclara el investigador en su estudio determinó las siguientes zonas:
- Alta
amenaza: zonas del oriente y nororiente de la cuenca que tienen
pendientes inclinadas cercanas a fallas geológicas y colinas con suelos
antiguos (del Pleistoceno), propensas a inestabilidad del terreno. También
predominan los flujos de detritos, que son residuos generados por la
descomposición de materia orgánica, así como los deslizamientos complejos.
- Amenaza
media: en el corredor central se identificaron las terrazas y los
cañones submarinos, volcanes de lodo y laderas poco inclinadas, donde los
deslizamientos combinados son los más frecuentes. También se evidenciaron
flujos de detritos y algunos movimientos rotacionales. Aunque la
inestabilidad es menor que en los escenarios de amenaza alta, con el
tiempo estos procesos pueden modificar el relieve submarino.
- Baja
amenaza: se situó hacia el occidente y corresponden a las áreas
profundas y alejadas de fallas, con fondos planos y estables. En ellas no
hay presencia de deslizamientos significativos, y solo se observan algunos
flujos de material suelto en menor medida. En general, estas zonas moldean
condiciones más seguras y con poca alteración del lecho marino.
“Los datos que obtuvimos muestran que la actividad geológica es más intensa en geoformas más pronunciadas que en otras. Por eso uno de los retos es poder usar estos y otros resultados como herramientas que ayuden a tomar decisiones o que den origen a otros estudios”, precisa el magíster de la UNAL.
La “radiografía” del fondo marino
Para llegar a esos resultados, el ingeniero Rodríguez recopiló información batimétrica, es decir la topografía del lecho marino, y datos ya interpretados de reflexiones y tomografías sísmicas, que evidenciaron cuerpos de deslizamientos. También usó registros de campañas de exploración realizadas previamente en la zona.
Aclara que, “esta información fue la que nos permitió ver cómo estaba moldeado el terreno submarino a través de modelos de elevación digital (DEM) y de patrones geomorfológicos. Lo que se puede deducir es qué tan profundo y qué geoformas tallan el terreno”.
Con estos insumos y estudios científicos, realizados previamente en este sitio, propuso un mapa geomorfológico y uno geológico a escala 1:50.000 (significa que un centímetro en el mapa representa 50.000 cm, o 500 m en el suelo), para comprender mejor el entorno submarino de la cuenca Sinú Offshore.
“Estructuralmente, la cuenca esta esculpida por sierras homoclinales caracterizadas por capas de rocas que se inclinan en una misma dirección, por valles de morfología cóncava (que se curva hacia adentro) y alargadas, moldeadas por deformaciones tectónicas, volcanes de lodo y una extensa llanura plana o abisal hacia el fondo, estos elementos fueron indispensables para determinar la susceptibilidad a deslizamientos”, dice el magíster.
Luego propuso una forma de clasificar la susceptibilidad por eventos de remoción en masa, combinando las variables mismas del terreno como la geología, la geomorfología, las pendientes, la densidad de fallas, la elevación y hasta la orientación de las pendientes del fondo marino. Según comenta, para hacerlo utilizó dos modelos estadísticos llamados “método peso de evidencia” y “método de valor de la información”, que le ayudaron a identificar las áreas con mayor probabilidad de presentar deslizamientos.
Aunque estos son los primeros resultados generados hasta el momento, el ingeniero tiene claro que aún queda mucho por hacer. En la revisión de la literatura, que fue el punto de partida de su estudio, identificó que faltaban muchos datos, especialmente sobre las propiedades y características del suelo y las rocas, que son importantes para entender el comportamiento del mismo suelo en estos ambientes.
“Este estudio es un punto de partida, pero la idea es que otras investigaciones lo complementen y profundicen en los factores que influyen en estos deslizamientos”, concluye el investigador Rodríguez.