En agosto de 2021 se espera la entrega formal del proyecto, para que la Comisión Colombiana del Océano (CCO) –que lleva las riendas de esta iniciativa– tenga las bases para construir una estación temporal de verano en esta zona.
La Antártida, con una extensión de 14 millones de kilómetros
y considerada incluso el sexto continente, es un importante regulador del
clima, con una de las principales reservas de agua dulce del planeta y donde se
encuentra el lugar más frío registrado en la historia.
Así lo explicó el capitán de corbeta Wilson Ríos, oficial
naval de la Armada Nacional y codirector del proyecto de planeación de una base
temporal colombiana en la Antártida, durante la Catedra José Celestino Mutis,
de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), en la cual hizo un recuento de
cómo ha sido el camino recorrido por Colombia para tener una base allí.
Después de los análisis realizados hasta el momento se
considera que el punto ideal para la base es la zona sur de la isla Livingston,
cerca de la base búlgara y una base española en la península antártica. Se
espera tener una infraestructura modular con capacidad para alojar a 30 personas,
soportar las condiciones extremas de temperatura –viento, nieve y radiación– y
ser sustento logístico y operativo para las actividades científicas.
El oficial de la Armada recordó que durante el siglo XIX, países como Francia, Nueva Zelanda, Australia, Noruega, Argentina, Chile y Reino Unido empezaron a reclamar ese lugar por el interés que había en la caza de ballenas, además de las ambiciones colonialistas y de posición estratégica.
En 1959, cuando la ONU asumió como gobierno depositario y la
Antártida se declaró como territorio para la humanidad, los 12 países
signatarios firmaron el Tratado Antártico que daba origen a un contexto
jurídico especial, el cual prohibía reclamaciones de la zona o que se hicieran
pruebas militares o nucleares allí.
Unos años después se planteó la posibilidad de explorar la Antártida con fines comerciales –Tratado de Wellington–, pero en 1990 apareció el Protocolo de Madrid, que se oponía a esa explotación y consideraba la evaluación del impacto ambiental, la conservación de fauna y flora, el tratamiento de residuos y la prevención de la contaminación marina.
En los años 80 se dio el boom antártico
latinoamericano y países como Brasil, Perú y Ecuador se interesaron en crear
expediciones e implementar estaciones allí. En 1988 Colombia aprobó la Ley 67
que reconocía el Tratado Antártico, y en 1990 se creó la Comisión Nacional de
Asuntos Antárticos, que nunca ha sesionado.
No fue sino hasta 2014 cuando el país hizo su primera
expedición; en 2020 adhirió al Protocolo de Madrid, que le da voz y voto en las
decisiones medioambientales antárticas, y en 2021 se completaron 7 expediciones
científicas.
El programa antártico colombiano comprende cinco fases hasta
2045. Actualmente está por empezar la cuarta, que va de 2021 a 2032, con el
establecimiento y funcionamiento de la estación científica permanente. Entre
2032 y 2045 se establecerán los campamentos para la llegada al polo sur
geográfico.
“Hay cuatro tipos de estaciones posibles: un campamento, que
se levanta para una investigación específica y puntual; un refugio,
infraestructura permanente pero no habitada que se puede usar si es necesario;
una base temporal, infraestructura permanente que solo está habitada en el
verano austral –entre octubre y marzo del siguiente año– y una base permanente
que esta tripulada todo el año”, indica el capitán de la Armada.
Advierte además que “al estar comprobado que en la Antártida
hay recursos no renovables en importantes cantidades y el 70 % del agua
dulce del planeta, sería clave ser miembro consultivo del Protocolo de Madrid
–que toma las decisiones– e instalar una base permanente es un paso importante
para lograrlo, aunque para ello se deben integrar empresas. No puede ser solo
iniciativa del Estado o de las instituciones de educación superior”.