miércoles, 28 de agosto de 2024

Deforestación y ganadería serían factores de riesgo por deslizamiento en Palmira

 En un país como Colombia gestionar el riesgo de desastres es una prioridad esencial, por los desafíos que generan la geografía montañosa y la expansión urbana. En este contexto, la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Manizales estudia una metodología que permitiría zonificar adecuadamente para reducir los riesgos de deslizamientos, inundaciones y avenidas torrenciales, eventos destructivos comunes de regiones montañosas.

Un ejemplo de ello es el municipio de Palmira (Valle del Cauca), que tiene el 42,9 % de su territorio amenazado por movimientos en masa, lo que representa un gran reto para la gestión del riesgo local, según el Plan Municipal de Gestión del Riesgo de Desastres. Por su ubicación en la ladera de la cordillera Central, esta zona se seleccionó para realizar un estudio con una metodología predictiva para evaluar la vulnerabilidad de este territorio montañoso.

“En el trabajo adelantado en la zona montañosa de Palmira se analizó el riesgo de deslizamientos de tierra en áreas con pendientes superiores al 30 %”, explica Sergio Hernando Sánchez Ospina, estudiante de la Maestría en Ingeniería – Recursos Hidráulicos, autor de la investigación.

“Uno de los casos fue el corregimiento de La Zapata, en donde se evidenció que la deforestación y el uso intensivo para ganadería han desestabilizado el suelo aumentando el riesgo de deslizamientos en las empinadas pendientes”, sostiene el investigador.


Allí se estudió un deslizamiento rotacional en la quebrada Baquero, que afecta la conexión con las veredas Llanitos y La María comprometiendo la estabilidad del terreno y causando subsidencia (hundimiento progresivo de la superficie) en propiedades privadas.

La erosión por ganado y lluvia han desnudado el suelo, facilitando su saturación. “El deslizamiento, con un volumen de 5.285,21 m³ y un hinchamiento del 74 %, aumenta el riesgo de eventos torrenciales en la quebrada Baquero y áreas circundantes”, precisa el ingeniero.

Como este, otros deslizamientos han dañado carreteras y propiedades, y causado la pérdida terreno agrícola. En Palmira, el 13 % del área del centro poblado enfrenta una alta amenaza de avenidas torrenciales y el 78 % una amenaza media.

Para la investigación se utilizó un enfoque integrado que combinó el análisis del terreno, la geología y el uso del suelo para desarrollar mapas destinados a mejorar la planificación territorial.


Puntos críticos en Palmira

En el corregimiento de Tenjo las pendientes se dividen en 4 categorías: (i) fuertemente inclinado (12-25 %), (ii) fuertemente quebrado (25- 50 %), (iii) escarpado (50-75 %) y (iv) muy escarpado (75 % y mayores). La combinación de pendientes pronunciadas y expansión agrícola descontrolada ha aumentado los deslizamientos causando daños a infraestructuras y afectando la estabilidad del terreno, según el Plan de Ordenamiento Territorial de Palmira.

En la cuenca del río Nima los riesgos se distribuyen así: en Aguaclara, el 87 % enfrenta alta amenaza por inundación y el 13 % por avenidas torrenciales. En Calucé, por movimientos en masa, el 7,2 % está en alto peligro y el 92,8 % en baja; por avenidas torrenciales, el 19 % está en amenaza alta y el 74 % en media. En Tenjo, el 0,1 % enfrenta alta amenaza por inundación y el 36 % por avenidas torrenciales, mientras que el 64 % está en media. Y en Aguaclara, el 87 % del área enfrenta alto peligro por inundación y el 13 % amenaza media.

Una metodología para prevenir

En la investigación se empleó el método Weights of Evidence (Wofe) para analizar la susceptibilidad a movimientos en masa, logrando un porcentaje predictivo del 84 %. Este método es un enfoque estadístico que utiliza la teoría de la probabilidad para actualizar los conocimientos previos sobre un evento o una hipótesis en función de nueva evidencia o datos observados. En otras palabras, demuestra ser efectivo para prever y mitigar riesgos de desastres naturales y se emplea para predecir eventos geológicos, a partir de varios datos.

Para abordar el problema de los deslizamientos de tierra en Palmira, el ingeniero Sánchez analizó mapas que clasifican las áreas de susceptibilidad en tres niveles: alta (roja), media (amarilla) y baja (verde), con el fin de aportar información sobre dónde construir y a planificar el uso del suelo, teniendo en cuenta el crecimiento urbano y la seguridad de las personas.

Según el estudio, estos mapas se deben actualizar cada 12 años para asegurar que las decisiones sobre urbanización se basen en información precisa y actualizada. Es decir, no es un estudio para atender desastres, sino para prevenirlos.


El procedimiento predictivo Wofe, utilizado para analizar la susceptibilidad de áreas a deslizamientos, se desarrolla en varios pasos dentro de un Sistema de Información Geográfica (SIG). Primero, se recogen y preparan los datos relacionados con los factores que influirían en los deslizamientos, como la pendiente del terreno, la geología y la cobertura del suelo. Estos datos se representan en capas temáticas dentro del SIG.

Segundo, se genera un mapa de los deslizamientos ocurridos antes en el área de estudio. A continuación, se calculan las probabilidades de que ocurra un deslizamiento en relación con cada uno de los factores identificados, lo cual se hace superponiendo las capas temáticas con el mapa de deslizamientos anteriores y calculando la importancia de la presencia o ausencia de cada factor.

Por último, se combinan estos cálculos para generar un mapa de susceptibilidad que muestra qué áreas tienen mayor o menor probabilidad de sufrir deslizamientos. Este mapa se valida comparándolo con los deslizamientos históricos para asegurar su precisión. El mapa resultante se utiliza para la planificación y gestión del territorio, ayudando a tomar decisiones informadas sobre la mitigación de riesgos.

Como se evidencia en la tesis, en Colombia la gestión del riesgo de desastres se centra en conocimiento, prevención y manejo. Los deslizamientos, que constituyen el 4,9 % de los desastres naturales globales y el 10 % en Latinoamérica, tienen un gran impacto. Durante la temporada de lluvias 2010-2011, agravada por el fenómeno de La Niña, el país enfrentó lluvias un 170 % más intensas que el promedio histórico, afectando a más de 4 millones de personas y causando 490 muertes. Desde entonces, la Ley 1523 de 2012 y el Decreto 1807 de 2014 han reforzado la gestión  del riesgo mediante estudios técnicos para zonificación de susceptibilidad y amenaza, destacando que la lluvia y la susceptibilidad del terreno son cruciales para una gestión efectiva.

del riesgo mediante estudios técnicos para zonificación de susceptibilidad y amenaza, destacando que la lluvia y la susceptibilidad del terreno son cruciales para una gestión efectiva.

martes, 27 de agosto de 2024

La biodiversidad salvaría la yuca de enfermedades y altas temperaturas

 La diversidad genética de esta raíz les permitiría a algunas especies tener mayor resistencia a las altas temperaturas y enfermedades relacionadas con el cambio climático, según aspectos biológicos y genéticos hallados en cultivos de yuca en una investigación del grupo Manihot Biotec de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL).

Aunque este cultivo es resistente al calor de climas tropicales y a la sequía, no está exento de las amenazas que representa el aumento de la temperatura en el mundo, “debido a que este cambio altera las relaciones, algunas patogénicas o bióticas del cultivo, con plagas y enfermedades”, precisa el biólogo Rubén Mora, investigador del grupo Manihot Biotec UNAL.

El biólogo Mora realizó el estudio reciente más amplio de variedades de yuca en Colombia y adelanta una investigación doctoral en Biología en la Facultad de Ciencias de la UNAL Sede Bogotá en la que busca las regiones del genoma de esta raíz que la hacen resistente a una de las enfermedades más devastadoras del cultivo, la bacteriosis vascular de la yuca (CBB por sus siglas en inglés).

“La bacteria entra a los haces vasculares y los tapona, lo que afecta el rendimiento y el crecimiento. La planta muere de arriba hacia abajo”, explica el investigador Mora. De esta enfermedad se tiene información producto de investigaciones desde hace varios años, pero ha mantenido su prevalencia a lo largo del tiempo en todos los lugares del mundo en donde se cultiva yuca.

El investigador expone que la yuca es susceptible a varias enfermedades, entre ellas a CBB, la cual es producida por la bacteria Xanthomonas phaseoli pv. Manihotis. La interacción entre la bacteria y la yuca ha sido investigada desde hace más de dos décadas por el grupo Manihot Biotec, en cabeza del profesor Camilo López Carrascal de la UNAL.

“Por el momento esta bacteria no tiene una incidencia grave en el país, pero en el contexto del cambio climático y de las prácticas agrícolas actuales puede ser un potencial riesgo para el cultivo de yuca”, advierte el biólogo.

Como la yuca es un alimento tan importante en el mundo, es necesario tomar medidas para adaptar y mitigar los efectos de las altas temperaturas, o temporadas largas de lluvia que puedan generar problemas fitosanitarios sobre este cultivo.

La yuca tiene alto contenido de fibra y vitaminas, entre otros nutrientes, por lo que es una fuente nutricional para la seguridad alimentaria en poblaciones rurales, donde también se presenta como una fuente de ingresos para pequeños agricultores que comercian esta raíz almidonada.

En este sentido se adelanta el estudio, dirigido por la profesora Johana Soto Sedano del Departamento de Biología de la UNAL, financiado por la Universidad y el Programa de Becas de Excelencia Doctoral del Bicentenario, del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación.

“Con el equipo de trabajo recorrimos diversas regiones del país recolectando hasta 380 cultivares de yuca, de las cuales se secuenció el ADN de 182, identificando marcadores moleculares que permitieron los análisis de diversidad genética”, detalla el biólogo. Las muestras se tomaron en Santander, Antioquia, Arauca, Nariño, Boyacá, Cundinamarca, la Costa Caribe –Montes de María, Córdoba y Sucre–, y en la región Amazónica, en los departamentos de Guaviare, Caquetá y Amazonas.

El conocimiento del cultivador

La diversidad de la yuca se encuentra no solo en sus genes sino también en las comunidades que la cultivan. Un aspecto que es parte de la investigación doctoral, que incluyó trabajo con las comunidades yuqueras, de las cuales se obtuvo el material vegetal. “Con ellas se buscó revalorar el conocimiento ancestral y el arraigo cultural detrás del cultivo de la yuca”, comenta el biólogo.

La mayoría de los cultivares estudiados en esta investigación han sido poco o nada explorados, no son comerciales a gran escala, pero sí generan sustento para sus comunidades, por lo que pueden albergar información de alto valor para la investigación.

“Son materiales cuya genética puede ser fuente de regiones genómicas particulares de genes que den mayor resistencia a plagas y enfermedades, entre estas a CBB. Estas regiones se logran identificar a través de metodologías como los estudios de asociación del genoma completo (GWAS por sus siglas en inglés). En este enfoque es posible detectar regiones del genoma que cuando cambian (marcadores moleculares), transforman significativamente el valor cuantitativo de la enfermedad (síntoma de la enfermedad) de cada una de los cultivares”, afirma el biólogo.

Para detectar estas regiones del genoma fue necesario realizar una infección controlada de la bacteria y bajo condiciones de invernadero a 132 cultivares de yuca secuenciadas, a las cuales se le hizo el seguimiento de los síntomas en el tiempo.

Así el equipo evidenció una diferencia de síntomas entre las variedades estudiadas. Algunas tuvieron un efecto mortal, otras se enfermaron poco o mucho, y otras que no tuvieron efecto alguno, demostrando una gran resistencia frente a la infección. Esta evaluación sigue en proceso para tener resultados más amplios y detallados.

Con este estudio queda en evidencia que la diversidad, como la de la yuca, es la base de las herramientas que ofrece la naturaleza, que permiten sortear alguna adversidad como una enfermedad.

“Si hay una alta diversidad, tenemos herramientas para no acabarnos ante la primera adversidad, se acabarán tres o cuatro individuos, pero no morirán 50 millones. Si se pierde la diversidad de yuca o de cualquier cultivo, se pone en riesgo la viabilidad ante cualquier adversidad”, argumenta el investigador Mora.

Los resultados de esta investigación permitirán abrir nuevas oportunidades en el país para crear estrategias biotecnológicas que permitan desarrollar variedades de yuca mejoradas con mayor resistencia a CBB, lo cual se espera que tenga un impacto significativo en la producción de yuca y la economía alrededor de esta.






viernes, 23 de agosto de 2024

Talar el bosque y perder la comida: deforestación en Amazonas impacta la alimentación de pueblos indígenas

 Las complejas interrelaciones entre las plantas, los animales y la vida humana se hacen evidentes en el sistema lagunar Yahuarcaca, en Leticia (Amazonas), donde la deforestación de árboles frutales ha provocado escasez de peces y ha puesto en riesgo la seguridad alimentaria de las comunidades indígenas en este territorio.

Aunque las comunidades cercanas a estos lagos tan importantes para la capital del Amazonas han aprovechado esta zona para la pesca, la desforestación y la contaminación han provocado que muchos de los peces busquen refugio en otras zonas del río Amazonas, haciendo que los lugareños se queden sin un sustento alimenticio.

“Muchas especies de peces dependen del bosque de inundación para alimentarse, y desafortunadamente estos árboles se han ido acabando por múltiples razones”, explica la docente Sandra Bibiana Correa, profesora asociada de la Universidad Estatal de Mississipi, experta en pepeaderos de árboles y alimentos para peces. Hasta el momento se ha evidenciado que en estos lagos la biodiversidad puede superar las 120 especies.

La Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Amazonia trabaja en un proyecto que busca restaurar y conservar los bosques inundables a través de la reforestación de los árboles que den frutos –conocidos coloquialmente como pepeaderos– esenciales para los peces que llegan hasta los lagos de Yahuarcaca. En esta iniciativa se cuenta con el apoyo de múltiples instituciones nacionales e internacionales cuyo fin es mejorar la pesca y la seguridad alimentaria de los pueblos indígenas.

“Existen unas 30 especies de peces que comen pepas, por eso es tan importante conservar estos bosques inundables. De hecho, parte de la disminución de la pesca en lugares como el río Magdalena, por ejemplo, es porque se acabaron los bosques de las ciénagas, que son bosques que han evolucionado conjuntamente y son parecidos a los de acá”, señala el profesor Santiago Roberto Duque Escobar, director del Laboratorio de Manejo y Gestión de Humedales de la UNAL Sede Amazonia, quien durante los últimos años ha trabajado arduamente en torno a la gobernanza ambiental del Yahuarcaca.

Estos peces no son solo fuente de alimento para las comunidades, sino que además son fundamentales para preservar el ecosistema, por ser distribuidores de las mismas semillas que comen, pues cuando estas pasan por el tracto digestivo y sale, favorece a su pronta germinación. “Es un papel sinérgico y favorable tanto para el árbol como para el pez” indicó el profesor Duque.

Un esfuerzo con conocimiento local


La UNAL Sede Amazonia, la Fundación Grupo PROA, la Universidad Estatal de Mississipi y la Universidad Internacional de la Florida, con recursos de la Fundación Gordon & Betty Moore,trabajan conjuntamente en el proyecto “Gobernanza ambiental de los pueblos tikuna (también conocidos como magüta), cocama y yagua del sistema lagunar y la quebrada Yahuarcaca”, liderado por la Organización de Pescadores Artesanales Tikà y financiado por el programa Visión Amazonia del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible del Colombia.

La meta de esta iniciativa es restaurar las zonas inundables donde crecen árboles de frutos o pepeaderos. “Hay un gran interés en reforestar, sobre todo, pero no sabemos cuáles árboles ni dónde, por eso la idea es recopilar la información necesaria para plantar los árboles, que no solo es para los peces sino también para las personas” aseguró la profesora Correa.

Por eso el proyecto se desarrolla en varias etapas, la primera de las cuales inició con un avance titulado “Frutas para peces: levantamiento de información para desarrollar prácticas de reforestación de llanuras aluviales para mejorar la pesca y la seguridad alimentaria 2024-2025”.

Esta etapa del proyecto irá hasta finales de 2025 y empezará con un levantamiento absoluto de información importante acerca de los árboles que pueden crecer de forma natural con frutos de diversos tamaños en la zona de Yahuarcaca. Además se realizará un inventario detallado de todos los tipos de frutos, y con un trabajo mancomunado con los pescadores locales se conocerán las especies de peces que habitan allí y cuáles son los frutos más consumidos.

Durante los primeros meses de recolección de información, que irá hasta enero de 2025, también se logrará entender los cambios en la dinámica fluvial del bosque inundable de Yahuarcaca, debido a las variaciones en inundaciones anuales, situación que es muy común en la Amazonia.

La UNAL ha sido una gran propulsora de este importante proyecto en el que ha trabajado a lo largo de 20 años con la participación de egresados, como los dos coinvestigadores con los que ya se cuenta, y quienes son expertos en Ingeniería Forestal, además de ser leticianos; y se destaca a Adrián Mauricio Muñoz, quien hará su tesis de maestría en la Universidad Estatal de Mississipi.

Por su parte, Ángel Pijachi, tecnólogo forestal de la UNAL y conocedor local de la comunidad indígena Ocaina, del Igará Paraná, se encargará –junto con el estudiante Muñoz– de caracterizar las especies de árboles que forman parte del ciclo nutritivo de los peces para ayudar a cruzar los transectos (contar la presencia de objetos en un trayecto largo) y hacer mediciones para buscar las especies de pepeaderos adecuadas para la zona.

Además se trabajará con sabedores locales de las 7 comunidades que forman parte de la Organización Tikà, de manera que se unifiquen los conocimientos y experiencias locales con la científica.

Este esfuerzo en el que el Amazonas ya es pionero, no solo es un proyecto científico sino un compromiso con las futuras generaciones, por eso en la UNAL Sede Amazonia se ha creado el semillero de investigación “Gobernanza Ambiental y Pesquera”, en el que jóvenes de los primeros semestres de Ingeniería Ambiental del Programa de Admisión Especial con Enfoque Territorial (PAET) también podrán participar como coinvestigadores y colaboradores durante su formación profesional.

“El país hay que reconstruirlo en estos territorios a nivel de conservación natural […] este es un esfuerzo de largo aliento, pero hay que hacerlo y nos dejará una enseñanza muy grande”, mencionó el profesor Duque.










jueves, 22 de agosto de 2024

Colombia buscaría distribución justa y equitativa de beneficios de biodiversidad en la COP16

 Conservar y aprovechar la biodiversidad requiere de un acceso justo y equitativo a la información sobre la misma, por ejemplo, en un país como Colombia donde se extraen múltiples recursos naturales sin retribución correspondiente en conocimiento e inversión. Expertos invitados en el especial La UNAL en la COP16, programa de Radio UNAL, indican las formas en que la Conferencia de las Partes en Cali podría ser el escenario propicio para avanzar en este objetivo.

El centro de la discusión son los recursos genéticos, que es la información sobre el ADN de todas las formas de vida estudiadas y la base para entender la biodiversidad, sus funciones en los ecosistemas, así como los productos que se pueden obtener a partir de esta.

“En esas secuencias de ADN está la información para muchas cosas, tenemos información en esa biodiversidad para desempeñarse en distintos papeles en los ecosistemas, que posteriormente puede aprovechar la humanidad desde diferentes puntos de vista: biotecnología, medicina, de allí puede salir información para generar hasta microorganismos, por ejemplo, a la hora de hacer procesos particulares, acelerar procesos para generación de energías. Por eso es tan importante esas secuencias, todo parte de donde vienen esos organismos y qué conocen los humanos que estaban allí”, explica Juan Carlos Rincón, doctor en Ciencias Agrarias con énfasis en Genética Molecular.

Los procesos de digitalización de información en el mundo, de acuerdo con Mauricio Cabrera, viceministro de Ambiente e invitado al programa, permiten tener acceso a la información y crear nuevos recursos genéticos capaces de aportar insumos para la lucha contra el cambio climático. Sin embargo, la adaptación a este nuevo entorno digital requiere una regulación equilibrada que garantice el acceso justo a tales desarrollos genéticos y promueva la colaboración global.

“Hay comunidades en las regiones mega diversas como Colombia que están protegiendo ecosistemas, pero estas mismas poblaciones no han tenido los beneficios en la distribución justa de la información genética que ya está digitalizada y que ayudarían a la continuidad de estos procesos de preservación”, indicó el viceministro Cabrera.

Colombia desde el año 2022, a través de la ratificación de la gobernanza del conocimiento tradicional mediante el Protocolo de Nagoya, el cual reconoce los derechos de los pueblos indígenas y comunidades locales, así como sus conocimientos tradicionales asociados a los recursos genéticos, según el Ministerio de Ambiente, apostaría a que, en el país, la información y la biodiversidad no se conviertan en otro extractivismo injusto para los habitantes.

En este sentido, Cabrera asegura que Colombia está trabajando con países como Brasil, Ecuador, Perú y Venezuela para llegar a acuerdos sobre la distribución justa y equitativa de dichos beneficios digitalizados entre el norte global y el sur global para lograr conservar la biodiversidad de la que goza la región. “Estamos sufriendo presiones muy grandes sobre las zonas de alta biodiversidad. En la Amazonia con minería y la extensión de la frontera agrícola se ve afectada, y esto nos está  llevando a discursos inconscientes de proteger esta zona, pero no se toman acciones adecuadas”, sostiene.


“Si no se logra generar esa distribución adecuada de beneficios para las comunidades que protegen esa biodiversidad, si no logramos cambiar esa forma de recibir beneficios y solo sean las grandes farmacéuticas o las grandes industrias que utilizan esa gran biodiversidad y que no retribuyen a los países que somos generadores, va a ser muy difícil lograrla conservar”, afirma Cabrera.

La inteligencia artificial: una alternativa

Desarrollar procesos de comprensión profunda de los ecosistemas, incluyendo prácticas sostenibles de manejo de recursos, métodos de conservación para mantener el equilibrio ecológico, además de proteger la diversidad biológica de la región son algunos de los escenarios de los cuales las comunidades han sido protagonistas. Por tal razón, combinar la experiencia tradicional con tecnologías avanzadas de secuenciación genética y análisis de datos se vuelven elementos claves para reforzar las acciones de conservación.

La inteligencia artificial puede acelerar el análisis de estos datos, descubrimientos, optimizaciones en biotecnología y conservación de la misma, sin embargo, el uso de esta herramienta plantea desafíos en términos de control y equidad en el acceso de recursos genéticos para todas las comunidades.

Judith Rodríguez, Doctora en Agroecología de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), frente a esta necesidad de ser beneficiarios de estos recursos económicos y científicos que generan la aplicación de inteligencia artificial en procesos de desarrollo genético, señaló cómo la Institución a través de los diferentes trabajos de investigación que impactan directamente a las comunidades ha sido blanco de la falta de recursos. “La distribución justa tiene que verse como una Política de Estado que permita la visibilización de la mega biodiversidad, la protección de la permanencia de las comunidades en sus territorios y la promoción de la investigación dentro de las instituciones”, precisó la académica.

La COP16, que se realizará en octubre en Cali, será un escenario propicio para esta propuesta al abordar las metas del Marco Global de Biodiversidad Kunming-Montreal. La meta número 21 contempla garantizar el acceso a la información e incorporación de los conocimientos tradicionales, que será fundamental para el reconocimiento del trabajo integral de las comunidades; así mismo, la meta 13 precisa el acceso a recursos genéticos y permitirá reconocer el discurso medioambiental que, aseguran los expertos, concluye en la necesidad de un nuevo modelo de desarrollo en el planeta.






miércoles, 21 de agosto de 2024

Colombia, el país con mayor biodiversidad por km² del mundo, tiene 1.700 especies amenazadas

 Con 79.831 especies observadas, el territorio colombiano es un punto caliente de diversidad biológica del planeta, lo que posiciona al país como el segundo más biodiverso del mundo, superado solo por Brasil en área geográfica. Para conservar esta gran riqueza amenazada por actividades humanas, la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) resguarda más de 7 millones de ejemplares de flora y fauna en sus colecciones científicas; además sus 400 grupos de investigación y 700 profesores en las 9 Sedes aportan activamente a esta tarea.

Con 1.999 especies de aves, 82 de ellas endémicas (exclusivas del territorio nacional), Colombia alberga hoy la mayor diversidad de pájaros del mundo, además de unas 26.000 especies de plantas, 560 de orquídeas y 3.844 de mariposas (350 endémicas). Sin embargo el riesgo de que muchas de ellas desaparezcan es latente, lo que el profesor Miguel Gonzalo Andrade Correa, director del Instituto de Ciencias Naturales (ICN) de la UNAL, califica como “vergüenza nacional”.

“Entre las 1.700 especies ‘amenazadas’, todas las tortugas continentales se encuentran en ‘peligro de desaparecer’. Entre las plantas, y pese a su riqueza, 311 especies de orquídeas están ‘en riesgo’, así como 38 especies de frailejones, plantas endémicas de los páramos colombianos. El territorio nacional cuenta con 81 ecosistemas, 20 de ellos ‘en estado crítico’ –es decir al borde de la extinción– y cerca de 30 se consideran en peligro, lo que significa que el 25 % están bajo amenaza”, advierte el profesor Andrade.

Por su parte la profesora Luz Stella Cadavid Rodríguez, vicerrectora de la UNAL Sede Palmira e integrante del Grupo de Investigación Prospectiva Ambiental, considera que “esta crisis, marcada por el cambio climático y la pérdida acelerada de biodiversidad, es reflejo de las fallas en los modelos socioeconómicos actuales, centrados en la explotación intensiva de los recursos naturales que llevará a la extinción de los seres humanos y de todas las formas de vida; por eso propongo una ‘transición civilizatoria’ que se haga mediante un cambio profundo en la relación entre los seres humanos y el medioambiente”.

“Debemos movernos de un enfoque extractivista centrado en el hombre y su postura de dominación, a uno horizontal en el que nos reconocemos como otra especie en la naturaleza y propendemos por la conservación de todas las formas de vida. No se trata solo de un cambio de modelo económico, sino también es de mentalidad: debemos pasar del consumismo desenfrenado a una economía que garantice la preservación de los recursos para las generaciones futuras”.

El grupo de investigación, de la mano de las comunidades de Tumaco y Arauca, ha promovido la transformación de residuos de pescado y desechos de comida en energía renovable, y además creó un fertilizante biológico subproducto del proceso, un aporte para detener la pérdida de biodiversidad con la eliminación de contaminantes y agroquímicos peligrosos para el suelo.


El profesor Diego Fernando Mejía Carmona, coordinador del Sistema de Gestión Ambiental de la UNAL Sede Palmira, destacó que “la biodiversidad no necesita de las personas, esta tiene un valor intrínseco independiente de las necesidades humanas”, al resaltar los servicios que la naturaleza le ofrece a la humanidad, mientras esta última representa sus principales amenazas por la deforestación, la minería, las semillas comerciales y las especies introducidas, como el caso de los hipopótamos en Colombia.

Por su parte, la diversidad genética es fundamental para la biodiversidad porque proporciona la variabilidad necesaria para que las especies se adapten a cambios en el entorno y puedan resistir enfermedades y sobrevivir ante diferentes presiones ambientales. En ese sentido, los estudios sobre el área vegetal adelantados por el Grupo de Investigación en Diversidad Biológica se han enfocado en frutales, flores, plantas medicinales, follajes tropicales y especies para alimentación animal, explorando ganado vacuno, porcinos, aves, peces y microorganismos.

Dentro de estos animales se encuentra el arapaima, el pez más grande de agua dulce del Amazonas, en cuya diversidad genética se basa el estudio de Dagoberto Martínez, estudiante del Doctorado en Ciencias Agrarias, junto con los profesores Juan Carlos Rincón, Darwin Hernández y Jaime Eduardo Muñoz Flórez, líder del grupo.

“Estamos realizando una secuenciación de alto cubrimiento del genoma, para obtener una visión detallada de las numerosas secuencias que nos permiten identificar las características específicas, incluyendo posibles variaciones según las regiones geográficas, lo que contribuye a su conservación”, explica el profesor Flórez.

Balance de la UNAL en la COP16

La profesora Nubia Janeth Ruiz Ruiz, vicerrectora de Investigación de la Universidad, anunció que el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible le notificó a la UNAL que ahora forma parte de la agenda de la Zona Verde. Además, la Sede Palmira y la Reserva Nacional Forestal Bosque de Yotoco se incluyeron en el Circuito de Movilización y Participación de la decimosexta versión de la Conferencia de las Partes (COP16).

Cada semana una Sede desarrollará una temática sobre biodiversidad en el programa Análisis UNAL, de Radio UNAL (98.5 FM), transmitido por Periódico UNAL. Este miércoles 21 de agosto el turno es para la Sede Palmira con un panel en el que se abordarán las amenazas a la biodiversidad, además de sus leyes y beneficios para las comunidades.

Por último, la vicerrectora Cadavid informó que durante la Cumbre Académica de Universidades del país, celebrada recientemente en Cali, y que contó con la moderación de la ministra de Ambiente y Desarrollo Sostenible, Susana Muhamad, se creó la Red Colombiana de Conocimiento en Biodiversidad, para contribuir con las metas emanadas del Convenio sobre la Diversidad Biológica.












martes, 20 de agosto de 2024

Tapir, el creador del paisaje, está amenazado por incendios y altas temperaturas

 Con 3 de las 4 especies de tapires reportadas en el mundo, Colombia es el país más diverso en estos animales, pero su existencia está en riesgo a causa de la destrucción de su hábitat y del cambio climático, y con ellos la biodiversidad del bosque.

“Si desaparecen los tapires desaparece la variabilidad genética del bosque, y como consecuencia se reduce su capacidad de adaptación al cambio climático, ya que lo relevante de este animal es que se puede desplazar largas distancias, entre 5 y 7 km, dispersando semillas y frutos. Estos nuevos árboles o arbustos son el hogar cientos de especies de insectos, anfibios y aves, por eso los tapires son considerados como especie paisaje”, explica el biólogo Federico Mosquera Guerra, de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), investigador del grupo de investigación en Ecología del Paisaje y Modelación de Ecosistemas (Ecolmod).

El tapir, o danta, es una especie de gran importancia ambiental para el mundo que se ubica en la categoría de “peligro de extinción”. Este fue el eje central del octavo simposio del Grupo de Especialistas de Tapires de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), realizado esta vez en Brasil, en julio de 2024. Allí, un representante de Ecolmod compartió los aportes del grupo desde la investigación científica y las contribuciones en pro de la conservación de los tapires.

Colombia es el quinto país del mundo con mayor riqueza de mamíferos, entre los que se encuentran el tapir centroamericano (Tapirus bairdii), tapir de montaña (T. pinchaque) y tapir de tierras bajas (Tapirus terrestris).

El tapir de tierras bajas es un mamífero herbívoro de gran tamaño que desempeña un rol muy importante en los ecosistemas en donde habita, y en la ecología de las sabanas de la Orinoquia son esenciales como dispersores las semillas y frutos de los bosques de galería y morichales, contribuyendo así al mantenimiento de las coberturas naturales y la regulación del ciclo del agua, lo que resalta la necesidad de preservar esta especie y sus hábitats en un entorno de constante cambio por las acciones humanas.

A pesar de su importancia, los tapires enfrentan amenazas como la caza, la destrucción de su hábitat, los cambios en el clima y los fenómenos extremos, como sequías o inundaciones, que pueden alterar su acceso a alimentos y al agua, degradando sus hábitats aceleradamente.

“En los últimos años el cambio climático ha generado un aumento en la frecuencia, intensidad y extensión de los incendios forestales, que se han convertido en una amenaza creciente para la biodiversidad de la Orinoquia porque deterioran los bosques riparios y morichales en las sabanas. Estas acciones humanas reducen la oferta de recursos disponibles para las especies de mamíferos, como alimento, refugio y provisión de agua”.

“A esta situación se suman las actividades productivas mal implementadas como la ganadería extensiva y la agricultura tradicional, que realizan prácticas como la tala y quema, que influyen en la presencia de estas especies en los hábitats evaluados para las sabanas de altillanura de la Orinoquia”, explica el investigador Mosquera.

Tapires: especiesvitales para el mantenimiento de los ecosistemas del país

El objetivo del proyecto “Biofuegos” del grupo Ecolmod es evaluar la influencia de factores ambientales –como las áreas afectadas por incendios forestales y las actividades humanas agropecuarias– sobre la diversidad de especies de grandes mamíferos amenazados.

“El tapir de tierras bajas –considerado como vulnerable– se distribuye en las sabanas nativas de altillanura del Vichada y actualmente está amenazado por el deterioro de sus hábitats debido a incendios forestales, construcción de infraestructura vial y la presión cinegética”, enfatizó el investigador de la UNAL.

La conservación de esta especie es esencial no solo para su supervivencia sino también para la salud de los ecosistemas que dependen de su actividad ecológica. Según el biólogo Mosquera, “la asistencia al simposio y el diálogo con los profesionales de diferentes países me permitió identificar 3 principales cuellos de botella para lograr la conservación del tapir y de sus hábitats”.

“El primer obstáculo es la protección social del conocimiento, es decir articular la academia que está generando investigaciones con el decisor, que en últimas son las comunidades; el segundo es la incidencia en las políticas públicas y el tercero la financiación de la ciencia, ya que el porcentaje para la construcción del conocimiento en nuestros países es muy bajo.

Por último, hace un llamado acerca de la importancia de conocer e implementar acciones que realmente ayuden a la conservación de los tapires y sus hábitats, debido a que su pérdida no solo afectaría esta zona de estudio del país. Mientras tanto el equipo de investigación continúa realizando estudios que ayuden a identificar las amenazas que presenta el tapir de tierras bajas y posteriormente construir las estrategias para incidir con este conocimiento en la toma de decisiones que tenga como pilar fundamental la conservación y protección de la biodiversidad y los servicios ecosistémicos que prestan estos grandes mamíferos y sus hábitats en el país.

Un llamado internacional

El biólogo Mosquera representó al grupo Ecolmod en Campo Grande do Soul (Brasil) para exponer los conocimientos adquiridos por la UNAL sobre la relación entre el tapir y su entorno y el desplazamiento de grandes mamíferos amenazados, como el tapir de tierras bajas característico de las sabanas del Vichada.

El simposio del Grupo de Especialistas de la UICN se realiza cada 3 años y esta vez participaron importantes instituciones interesadas en la preservación de esta especie al rededor del mundo, entre ellas la UNAL y el Zoológico de Cali representantes de Colombia; algunas ONG como WCS e instituciones académicas como las Universidades Nacional Autónoma de México (UNAM), Nacional de Guatemala, y Nacional de Costa Rica, entre otras instituciones de Ecuador, Brasil, Singapur y demás países de Asia y Europa.

Como aporte de la UNAL al encuentro, el investigador Mosquera expuso 4 trabajos derivados del proyecto “Biofuegos” (BPIN 2020000100456) que desarrolla el grupo Ecolmod con financiación del Sistema Nacional Regalías: “el primero está relacionado con un modelo de distribución potencial para el tapir de tierras bajas para la altillanura y su representatividad en áreas protegidas; el segundo con la conectividad funcional de los tapires en la Orinoquia, con énfasis en la altillanura; el tercero con la importancia de los bosques ribereños y el hábitat de más de 31 especies de grandes mamíferos, y por último presentamos avances del libro Colombia, país de tapires, el cual publicaremos próximamente como un aporte pedagógico tangible al conocimiento más profundo de la especie en el país”, concluye el investigador Mosquera.






viernes, 16 de agosto de 2024

Declarar el río Magdalena como sujeto de derechos contribuiría a su recuperación

 Para contrarrestar los conflictos socioambientales del río Magdalena, en cuya cuenca habita el 77 % de la población colombiana y se produce el 85 % del producto interno bruto (PIB) nacional, sería necesario brindarle protección al afluente y los ecosistemas que lo componen, además de reconocer su importancia como principal vía fluvial del país.

Una de las problemáticas del río Magdalena identificadas por el ingeniero civil Gonzalo Duque Escobar –con posgrados en Economía, Geofísica y Mecánica de Suelos y docente de la UNAL– es la carga de 150 millones anuales de toneladas de sedimentos que se vierten al Caribe, como expresión de la deforestación del 80 % de la región Andina, y las crecientes periódicas que inundan decenas de miles de hectáreas en su cuenca baja como consecuencia de la pérdida de la función reguladora de la depresión Momposina, en donde se han desarticulado complejos de cientos de ciénagas, cerrando sus caños.

Según el investigador, a esta situación se suma la pérdida del 90 % de la pesca y el blanqueamiento del 80 % de los corales entre Cartagena y Santa Marta, así como la consecuencia de la deforestación en algunas de sus cuencas.

“Este río de 1.613 km, con 990 km navegables desde su desembocadura en el mar Caribe hasta el Salto de Honda, y 400 km más desde allí hasta el departamento del Huila, tiene comprometida su cuenca –de unos 250.000 km2–, puesto que es un escenario deforestado que explica por qué en la desembocadura, siendo el caudal promedio de 7.200 m3/segundo, se presentan variaciones desde 10.287 m3/s en invierno hasta 4.068 m3/s en verano.

“Lo anterior explica por qué amparar los derechos ambientales a la Luz del artículo 331 de la Constitución Política de Colombia –que crea Cormagdalena– y de la Ley 161 de 1994 –que la organiza– es darles primacía a sus 30.000 pescadores y a 15.000 más de sus afluentes en el Cauca, a los humedales y bosques secos que lo circundan, no solo para ponerle límites a las intervenciones que buscan establecer un canal navegable para que no alteren su vaguada (ascenso de masas de aire cálido y húmedo) ni los frágiles humedales como ecosistemas vitales de este territorio”, enfatiza.

Por otro lado, en 1991 la Constitución Política, mediante el artículo 331, crea la Corporación Autónoma Regional del Río Grande de la Magdalena, (Cormagdalena) encomendándole la recuperación de la navegación y la protección del medioambiente y de los recursos naturales renovables de la principal arteria fluvial del país. “Pero pese a haberle encomendado la recuperación integral del río, al adscribírsele el organismo con la misión al Ministerio de Transporte, se ha ocupado principalmente de la navegación, dejando de lado a los pescadores y los ecosistemas”, manifiesta el investigador Duque.

Deterioro ambiental va más allá de la deforestación y pérdida de complejos de humedales; además de resolver la contaminación por aguas vertidas y no tratadas, donde a las actividades agroindustriales con su huella hídrica se suman los vertimientos industriales y urbanos”, precisa.

Propuesta

Para el ingeniero civil, una posible solución sería una declaratoria que priorice al río Magdalena partiendo del concepto del territorio como sujeto de derechos. “Si su cuenca es el hábitat en donde se dan las relaciones con el medio andino tropical y también el río hoy –víctima del olvido– y se encuentra degradado y contaminado, urge emprender una recuperación que tenga como fin una política pública orientada a socializar los beneficios de la economía modal”.

“Además, para recuperar íntegramente el río, sostiene que se necesita una declaratoria que lo haga sujeto de derechos bioculturales y de reconocer su valor excepcional como patrimonio cultural y natural de la humanidad, como lo propone la Cátedra Unesco”, puntualiza el investigador.

Recorrido del río

La cuenca del río Magdalena ocupa el 24 % del territorio colombiano. En ella están 11 departamentos: Magdalena, Atlántico, Bolívar, Cesar, Antioquia, Santander, Boyacá, Cundinamarca, Caldas, Tolima y Huila.






martes, 13 de agosto de 2024

Con IA revelan el trabajo invisible de los manglares en Colombia contra el cambio climático

 Solo en 2020 las costas colombianas cubiertas por estas formaciones vegetales capturaron casi 100.000

kilotoneladas de dióxido de carbono (CO2), principal causante del calentamiento global, según calcularon investigadores de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) que entrenaron un algoritmo de inteligencia artificial (IA) con imágenes satelitales para medir el aporte de estos ecosistemas en la reducción de los gases de efecto invernadero.

Aunque parezca poco común que la física tenga un vínculo estrecho con la ecología y la conservación, en este estudio fue un instrumento clave para medir –mediante tecnología satelital y algoritmos avanzados– el área total de manglar de las costas del Caribe y el Pacífico de Colombia, además de su capacidad de almacenar COen sus tejidos y en el suelo.

Cuando el carbono es atrapado por estos bosques y otros tipos de vegetación marino-costeros recibe el nombre de “carbono azul”, diferenciándolo del almacenado en los bosques y la vegetación terrestre, que es el “carbono verde”.

El profesor Santiago Vargas Domínguez, del Observatorio Astronómico Nacional (OAN) de la UNAL y uno de los investigadores del estudio, explica que “en estos casos la física fundamental se aplica a la observación, un campo que ha evolucionado precisamente por los satélites que orbitan alrededor del planeta”.

“Lo que hacemos es captar las imágenes de un satélite de observación de la Tierra y transformarlas en información. A partir de ellas podemos conocer la dinámica del océano, la atmósfera y de los fenómenos que ocurren en el planeta”, sustenta.

Este tema es más complejo de lo que parece, pues los investigadores obtienen una imagen que les proporciona información de cómo la luz está interactuando con la superficie de la Tierra, en este caso de las zonas costeras, y el reflejo de esa luz que le llega al satélite es la información que emplean para inferir las propiedades de la región.

El algoritmo arrojó que en 2020 Colombia tenía un área total de manglar de 2.756,84 km2, y estimó que estos ecosistemas podrían capturar y almacenar unas 96.351,66 kilotoneladas de CO2, lo que contribuiría significativamente a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en el mundo, ya que según la medición absorben hasta 10 veces más que los ecosistemas terrestres.

“Los ecosistemas en Colombia están cambiando drásticamente y estimar la reducción o el aumento de manglares depende de muchos factores. En este enfoque hemos aprovechado la información global que nos brinda la tecnología satelital, tanto en términos de cobertura espacial como temporal. Con este estudio abrimos la posibilidad de utilizar algoritmos para analizar otros ecosistemas y asimismo orientar estrategias de conservación”, destaca el profesor Vargas.

Así funciona el algoritmo

“El proceso comenzó en 2020 con la recolección de cientos de imágenes satelitales de alta resolución provenientes del satélite Sentinel-2 de la Agencia Espacial Europea que proporcionan una vista detallada de las áreas costeras de Colombia donde se encuentran los manglares” explica Joel Bernal Ortiz, estudiante de Física de la UNAL y uno de los investigadores del estudio.

“Las imágenes multiespectrales que reunimos no solo capturan los colores que podemos ver, sino además en bandas que nuestros ojos no pueden captar, información que nos permite identificar qué es y qué no es un manglar; para eso empleamos IA”, precisa.

Este proceso requirió de meses de trabajo, pues durante más de 10 años los satélites han estado observando el territorio colombiano y acumulando millones de imágenes, por eso un amplio conjunto de datos de las zonas costeras se filtró, limpió y calibró para asegurar su fiabilidad.

Con las imágenes satelitales seleccionadas se aplicaron algoritmos de procesamiento de imágenes para identificar y mapear las áreas cubiertas por manglares, proceso que incluyó la clasificación de la vegetación mediante técnicas de aprendizaje automático, lo que permitió diferenciar los manglares de otros tipos de vegetación y superficies.

“Nosotros entrenamos el algoritmo Random Forest para que aprendiera a diferenciar lo que era manglar y lo que no, a partir de los datos etiquetados”.

“Luego tuvimos una fase que es de validación, en la que le mostramos al algoritmo datos que no conoce, absolutamente nuevos, para que determine según su aprendizaje las zonas que son de manglar, después verificamos con datos reales si es correcto o no”, explica el estudiante Bernal.

La eficiencia arrojada por esta herramienta optimizaría tanto los costos como el tiempo frente a los métodos tradicionales de recolección y análisis de datos que requieren expediciones de campo extensivas, en las cuales los investigadores recolectan datos directamente en el terreno. Este proceso es costoso por la necesidad de desplazar equipos de investigadores a zonas remotas, lo que implica gastos de transporte, alojamiento y equipo especializado.

Según los investigadores, emplear IA y tecnología satelital no solo representa un avance en la precisión y rapidez con la que se pueden obtener datos críticos sobre los ecosistemas, sino que además abre nuevas posibilidades para la conservación a gran escala.









lunes, 12 de agosto de 2024

Buenas relaciones comerciales aumentan la adopción de tecnologías en el sector agrícola

 Un estudio de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Manizales revela que las buenas relaciones entre los agricultores y los proveedores de insumos y servicios inciden en la manera como los agricultores adoptan nuevas tecnologías en la producción agrícola.

La investigación muestra que una relación comercial sólida no solo facilita el acceso a nuevas tecnologías, sino que además mejora la capacidad de los productores para implementar estos avances, aumentando así su competitividad y sostenibilidad.

El estudio fue realizado por Charles Robin Arosa Carrera para el Doctorado en Administración, con el objetivo de analizar el “capital relacional” a través de la red de actores en los territorios agrícolas en el Meta y cómo este capital influye en la innovación tecnológica.

El investigador aplicó encuestas a 250 productores agrícolas (medianos y pequeños) de palma, arroz, café, cítricos, yuca, plátano, cacao, maíz, aguacate, caña y maracuyá. Se eligió el Meta por su importancia agrícola y diversidad de cultivos, aunque presenta un bajo índice de innovación frente a otros departamentos colombianos.

“Para medir la calidad de la relación comercial entre productores y proveedores se utilizó una escala de 7 puntos, con una media general de 3,75, lo que sugiere que, en términos generales, las relaciones comerciales se perciben positivamente, aunque se identificó un margen para mejorar”, explica el investigador.

En cuanto al nivel de adopción de innovaciones tecnológicas, el estudio reveló que el 52 % de los productores adoptaron al menos una nueva tecnología en los últimos 2 años. “De estos, el 70 % de aquellos que reportaron una buena calidad (alta) en la relación comercial, también adoptaron innovaciones, mientras que solo el 35 % con una relación comercial de baja calidad adoptaron nuevas tecnologías”, precisa el investigador. Esto demuestra una fuerte relación entre la calidad de la relación comercial y la adopción de innovaciones.

En los agronegocios con relaciones comerciales de alta calidad se observó un incremento del 15 % en la adopción de nuevas tecnologías, en comparación con aquellos con relaciones menos efectivas. Este aumento en la adopción de herramientas tecnológicas demuestra que las buenas relaciones comerciales están estrechamente relacionadas con la disposición para incorporar innovaciones en la agricultura.

“El análisis estadístico mostró una correlación positiva significativa de 0,65 entre la calidad de la relación comercial y la adopción de tecnologías, con un valor p < 0,01, significa que hay menos del 1 % de probabilidades de que los resultados observados se deban al azar si la hipótesis nula es cierta. En otras palabras, es muy improbable que el resultado se deba a una casualidad.

Esto confirma que la relación entre ambos factores es estadísticamente significativa y destaca la importancia de una buena relación comercial para fomentar la innovación tecnológica en el sector agrícola”, menciona el investigador.

La mayoría de los agronegocios muestran una relación estable con sus proveedores, pues hay coherencia entre el tiempo dedicado al cultivo y la duración de la relación comercial. Los cultivos perennes, como la palma, tienen tiempos de dedicación más prolongados en comparación con los cultivos transitorios como el arroz.

En términos de área cultivada, la palma de aceite lidera con 1.465,9 hectáreas y una alta productividad de 17,2 toneladas por hectárea, además de un tiempo promedio de dedicación de 24,7 años. En contraste, el arroz tiene una menor área cultivada (177,5 hectáreas) y una productividad inferior (5,3 toneladas por hectárea), pero los productores se dedican a esta actividad durante un promedio de 10,4 años. Otros cultivos como el café y los cítricos presentan distintas combinaciones de hectáreas y productividad, con tiempos de dedicación que varían según su antigüedad y tipo.

En muchos casos la baja área cultivada obedece a la estructura organizacional basada en la economía campesina en la región del Meta, que está compuesta predominantemente por pequeños y medianos productores. La productividad presenta una gran dispersión, influenciada por la edad de los cultivos y las inversiones necesarias para su desarrollo. En general, los valores observados son consistentes con los niveles de productividad nacionales.

El sector agrícola colombiano tiene la oportunidad de mejorar la optimización de sus cultivos mediante la adopción de innovaciones tecnológicas avanzadas. Por ejemplo, emplear pulverizadoras modernas para fumigar cultivos, junto con sensores digitales para el monitorear parcelas, podría garantizar un manejo más preciso y eficiente.

Las sembradoras de precisión optimizarían el proceso de siembra, mientras que los biofertilizantes y bioestimulantes fortalecerían el desarrollo de las plantas. Además, los drones facilitarían el monitoreo aéreo de los cultivos, y el uso de macrodatos (big data) permitiría recopilar y analizar información detallada sobre factores cruciales como el suelo, el clima y la calidad del agua, contribuyendo a una gestión agrícola más efectiva e informada.