Además de ser el hogar peces, crustáceos y moluscos como las pianguas, los manglares son importantes depósitos de carbono azul, aquel que se almacena naturalmente en los ecosistemas marinos y costeros, de ahí su nombre. Estas formaciones vegetales leñosas capturan el dióxido de carbono (CO2) –gas que contribuye al calentamiento del planeta– y lo almacenan por mucho tiempo en raíces, tallos y hojas, de ahí la importancia de preservar estos entornos.
En su estudio, la ingeniera agroforestal Angélica Sofía
Moreno Muñoz, magíster en Ingeniería Ambiental de la Universidad Nacional de
Colombia (UNAL) Sede Palmira, determinó la cantidad de carbono azul almacenado
en los manglares del Pacífico nariñense.
Para ello estableció 10 sitios a lo largo del área de
manglar iniciando en el norte: La Tola, pasando por Mosquera, San Juan de la
Costa y Salahonda, y también en la parte sur de Tumaco, Guinulero, Cabo
Manglares, el Chontal y Candelillas del Mar.
Con una temperatura promedio de 29 °C, Cabo Manglares
(250.884 hectáreas) es una zona biodiversa en la que también hay anidamiento de
tortugas, bosques inundables y bancos de piangua, molusco parecido a la ostra
muy importante económica y culturalmente pues ha permitido la subsistencia de
las comunidades que se asientan en las márgenes de los bosques de manglar. En
Colombia, más de 6.000 familias derivan su sustento de este recurso.
Por otro lado, con 27 °C promedio está el Parque
Nacional Natural Sanquianga, que posee el 53 % de los manglares de Nariño
y el 20 % del Pacífico colombiano.
Para su estudio, la magíster Moreno sumó el carbono
almacenado tanto en la parte aérea como en la subterránea, o sea las raíces, y
en el suelo bajo los manglares. En los dos primeros recopiló información
secundaria derivada de inventarios forestales, y para el suelo tuvo que
construir un modelo de predicción espacial del carbono almacenado a 2 m de
profundidad a partir de diferentes variables edafológicas (relacionadas con las
características del suelo), climatológicas y oceanográficas.
En ese sentido, consideró la altura del pecho (diámetro del
tronco de un árbol de manglar) para calcular la biomasa aérea y subterránea de
48 parcelas de muestreo a partir de ecuaciones alométricas; después transformó
estos resultados a carbono almacenado, mediante factores de conversión
específicos. Con ello se obtendrían las reservas de carbono aéreas y
subterráneas.
Por otro lado, para estimar el carbono almacenado en el
suelo construyó un modelo random forest (algoritmo de
inteligencia artificial), para el cual recopiló información de 18 variables en
los años: 1988, 1992, 1993, 1999 y 2017. Entre dichas variables estuvieron el
carbono orgánico, la densidad aparente, el pH o acidez, el porcentaje de
arenas, limos y arcillas, y la capacidad de intercambio catiónico.
La predicción del modelo se aplicó para toda el área de
manglar de Nariño, por lo que fue necesario extraer los puntos específicos que
coincidieran con las 48 parcelas de muestreo, y finalmente obtener el carbono
total almacenado.
Valiosos depósitos
La investigadora concluyó que “las reservas de carbono azul
en el suelo representaron el 75 % del carbono total almacenado, seguido
del carbono almacenado en la biomasa aérea y biomasa subterránea.
Así, las reservas de carbono a 2 m de profundidad
tienden a ser mayores hacia el norte del litoral nariñense, en especial en la
zona del Parque Nacional Natural Sanquianga, en donde la cantidad almacenada
promedio es de 329 toneladas por hectárea (t C ha-1).
Lo anterior refleja la existencia de grandes depósitos de
carbono almacenados en el suelo, de ahí la importancia de conservar los
ecosistemas de manglar.
En el área circundante de la Isla de Bocagrande también se
encontraron altas concentraciones de carbono en el suelo; las más bajas se
situaron hacia el área cercana a la bocana de Cabo Manglares y la ensenada de
Tumaco, con valores promedio de 125 t C ha-1.
En ese sentido, es importante monitorear el estado de los
bosques de manglar y reforestarlospara mitigar el cambio climático que hoy se
evidencia con fenómenos como sequías intensas, escasez de agua, incendios
graves, aumento del nivel del mar, inundaciones, deshielo de los polos,
tormentas catastróficas y disminución de la biodiversidad.
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