martes, 7 de octubre de 2025

Novedoso diseño reduce errores al separar residuos en festivales gastronómicos y culturales

 EcoLoop, una propuesta aplicada en eventos gastronómicos en Bogotá, demostró que el diseño puede ser determinante para mejorar la forma en que las personas separan sus residuos. Al rediseñar la estructura física de las estaciones —con orificios que obligan a encajar el residuo correcto, tapas inclinadas que facilitan la visibilidad y señalización clara—, y aplicar principios sencillos de ergonomía y aprendizaje por asociación, se eliminan ambigüedades, se reducen errores y se logra que la acción de separar se dé de forma natural y rápida.

Cada día se generan en Bogotá más de 8.000 toneladas de basura, de las cuales el 51 % son residuos orgánicos y el 40 % reciclables. Sin embargo, solo entre el 14 y 16 % se aprovechar efectivamente, lo que significa que miles de toneladas de materiales reutilizables terminan en el Relleno Sanitario Doña Juana.

En la ciudad cada vez son más frecuentes los festivales gastronómicos y culturales, los cuales generan grandes volúmenes de residuos en muy poco tiempo: entre 113 y 162 toneladas diarias en un solo evento, y menos del 20 % se recicla correctamente.

Aunque la normativa colombiana (Ley 2232 de 2022 y Resolución 2184 de 2019) exige estrategias de separación de materiales en el lugar donde se originan, la realidad es que la mayoría de los puntos ecológicos dependen de señalizaciones poco claras y de personal mal capacitado para orientar al público, lo que encarece la operación sin asegurar buenos resultados.

El enfoque propuesto por Juan Camilo Silva, Diana Paola Castiblanco y Juan David Ospina, especialistas en Diseño y Desarrollo de Producto de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), convierte la disposición de residuos en un acto cotidiano fluido, sin necesidad de explicaciones ni intermediarios, fortaleciendo así toda la cadena de recolección y aprovechamiento de materiales.

El nombre EcoLoop combina la dimensión ecológica con la idea de un “bucle” o circuito, porque busca cerrar el ciclo de los residuos desde el momento en que se generan, mediante estaciones rediseñadas, participación activa de los asistentes y un sistema de seguimiento que retroalimenta todo el proceso.

La idea surgió luego de que los especialistas de la UNAL observaran en varios eventos gastronómicos que la correcta disposición de los residuos dependía por completo de la presencia de “ecoguardianes” —personas encargadas de indicarles a los asistentes en qué caneca depositar cada material—, una práctica que resultaba costosa y poco eficiente.

“Nos pareció un despropósito que todo dependiera de una persona. Queríamos que el diseño hiciera esa labor, que no se necesitara pensar ni preguntar dónde va cada cosa”, comenta la especialista Castiblanco.

Diseñar para guiar conductas

El equipo analizó referentes internacionales —desde sistemas japoneses con hasta 7 tipos de recipientes hasta experiencias latinoamericanas— y creó un dispositivo físico que aprovecha aprendizajes adquiridos desde la infancia, como la asociación entre formas. “Si tienes un cilindro, no lo puedes meter en un cuadrado. Es tan obvio que no hay que pensarlo, y eso reduce muchísimo los errores”, explica la investigadora.

Las estaciones cuentan con tapas inclinadas e intercambiables según el tipo de residuos de cada festival, lo que mejora la visibilidad y permite personalizar la experiencia. Están elaboradas en cartón reciclable, un material liviano, fácil de transportar y reutilizable, y su altura (1 m) responde a criterios ergonómicos que facilitan el uso para la mayoría de las personas.

Aunque el prototipo no se alcanzó a implementar en un festival real, sí se realizaron pruebas piloto que replicaron la experiencia de un evento gastronómico, entregando refrigerios con empaques típicos a asistentes para observar su comportamiento sin dar instrucciones previas.

La mayoría de las personas separó correctamente los materiales desde el primer intento, lo que demuestra que un buen diseño puede reemplazar la necesidad de intermediarios. “La gente agradecía no tener que detenerse a pensar demasiado; podían participar sin distraerse de la actividad principal”, señala la especialista Castiblanco.

Además, el sistema mejora toda la logística posterior: al asegurar que cada residuo llegue al contenedor correcto desde el inicio, los recicladores no tienen que reprocesar bolsas mezcladas, lo que ahorra tiempo, evita pérdidas de material y dignifica su trabajo dentro de la cadena.

Más que un contenedor, un cambio cultural

Los investigadores resaltan que basta con que un solo residuo esté mal ubicado para afectar todo el aprovechamiento de un lote, y por eso plantean un cambio en la experiencia de disposición de residuos. A través de un diseño que activa conductas ya aprendidas y de estrategias de recompensa —como beneficios simbólicos o descuentos en alianzas con marcas participantes—, ellos buscan que separar los residuos se vuelva una acción automática y valorada socialmente.

EcoLoop propone un modelo integral que combina diseño, cultura ciudadana y economía circular, con impacto ambiental, económico y social. “Esto no es un gasto adicional, es una inversión estratégica que mejora la eficiencia de los eventos y posiciona a las organizaciones ante un público que valora la sostenibilidad”, concluye la especialista Castiblanco.







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