miércoles, 22 de octubre de 2025

CADA ÁRBOL, UNA PROMESA. MÁS DE 7.500 FUERON SEMBRADOS EN EL CENTRO DEL VALLE

 Bajo una lluvia que parecía bendecir la tierra, la hacienda Chambimbal, en el municipio de San Pedro, se transformó en epicentro de vida y esperanza. En una jornada cargada de compromiso ambiental, se sembraron 5.550 árboles, dejando una huella en el territorio y en la conciencia de quienes participaron.

Guayacán rosado, pomarrosa, zapote, mango y caimo amarillo son algunas de las especies nativas que ahora comienzan a crecer en este nuevo pulmón verde, todas provenientes del vivero de la CVC. Más que embellecer el paisaje, estos árboles restauran el ecosistema y fortalecen los corredores ecológicos que conectan suelos, fuentes hídricas y la biodiversidad local.

La actividad fue posible gracias a la articulación entre la CVC, el Ingenio Pichichí y la Alcaldía de San Pedro, en conmemoración del Día Nacional del Árbol. La celebración se tradujo en acción concreta de restaurar, proteger y sembrar vida.

El director general de la CVC, Marco Antonio Suárez Gutiérrez, destacó que San Pedro fue el municipio que más árboles sembró en esta jornada regional.

Simultáneamente, en la vereda Monterrey, zona rural alta de Guadalajara de Buga, la CVC y la empresa Aguas de Buga sembraron 2.000 árboles en una zona estratégica para la conservación hídrica y la conectividad ecológica.

“Cada árbol plantado es más que una semilla, es una promesa de sombra para las generaciones futuras, agua para nuestros ríos y refugio para la vida silvestre. Pero también es un llamado colectivo a seguir sembrando juntos, no solo árboles, sino cultura ambiental, responsabilidad y futuro” indicó Suarez Gutiérrez.





lunes, 20 de octubre de 2025

Líderes mundiales de la industria del arándano se reunieron en Sudáfrica para un IBO Summit 2025 inolvidable, organizado por Berries ZA

 El IBO Summit 2025 de la International Blueberry Organization (IBO) se llevó a cabo en Sudáfrica y fue organizado por el equipo de Berries ZA, que comenzó a planificarlo con dos años de anticipación para asegurar un evento verdaderamente memorable. Y lo lograron.

“Hemos elevado el estándar de lo que representa el IBO”, comentó Elzette Schutte, gerente de Operaciones de Berries ZA.

Realizado en el prestigioso Centro Internacional de Convenciones de Ciudad del Cabo, la capital sudafricana, el encuentro presentó un programa de tres días con paneles y conferencias magistrales que abordaron los pilares de la industria del arándano, además de amplias instancias de networking, visitas a campos y plantas de empaque, y anuncios exclusivos del IBO.

Del campo al consumidor

“Después de dos años de trabajo intenso, logramos una conferencia diferente a las demás, porque estuvo totalmente enfocada en los arándanos”, explicó Schutte.

Durante tres jornadas, IBO Summit reunió a más de 575 delegados de 32 países. Los paneles abarcaron una amplia gama de temas, desde la cosecha mecanizada y las tendencias de consumo hasta los principales desafíos que enfrenta la industria del arándano. Fueron 72 horas llenas de oportunidades, información y conexión dentro de una comunidad que no deja de crecer.

“Siempre me interesa destacar el papel de las mujeres en la agricultura, y la embajadora Darci Vetter fue una oradora excepcional”, señaló Schutte.

“Me encantó su presentación, y la perspectiva global sobre el liderazgo y el futuro de la industria también fue excelente. El contenido fue realmente extraordinario”, agregó.

Tan extraordinario, que Schutte asegura que los profesionales que asistieron salieron con una comprensión más clara del propósito del IBO y de los valores que guían su labor a nivel global.

“Somos una organización que une a las personas, que plantea las preguntas difíciles y que ayuda a orientar hacia dónde se dirige la industria”, comentó Schutte.

La gerente de Operaciones de Berries ZA agregó: "Creo que contribuimos a que los asistentes comprendieran verdaderamente lo que representa el IBO”.

Y para quienes quedaron con ganas de más, Schutte adelantó la primicia: “El próximo IBO Summit probablemente se realizará en Sudamérica.”




viernes, 17 de octubre de 2025

NAIDICEROS DEL PACÍFICO, UN NEGOCIO VERDE QUE COMBINA TRADICIÓN Y ECONOMÍA

 CAJAMBRE FORTALECE SU TERRITORIO, A TRAVÉS DEL APROVECHAMIENTO SOSTENIBLE

En el Consejo Comunitario de Cajambre, las comunidades locales consideran que el naidí -también conocido como açaí (Euterpe oleracea)- es una oportunidad para generar ingresos sostenibles, sin poner en riesgo los bosques. Este fruto, considerado uno de los más nutritivos del mundo, se ha convertido en el eje de un proceso que combina conservación, seguridad alimentaria y desarrollo comunitario.

El naidí no solo representa un alimento ancestral, tradicionalmente consumido en jugos y preparaciones locales, sino que también ha sido reconocido como un negocio verde. Su transformación y comercialización ha abierto nuevos mercados en Buenaventura y a nivel nacional, generando rentabilidad y alternativas de vida digna para decenas de familias.

 “Desde la Corporación, se reconoce la importancia que tienen los productos forestales no maderables en la permanencia de los bosques y de las comunidades rurales y étnicas en sus territorios. El naidí, fruto de la palma, es considerado uno de los alimentos más nutritivos, con alto contenido de vitaminas y minerales. Culturalmente, las comunidades lo consumían en pepeado o jugos, y hoy se convierte en una fuente de desarrollo sostenible”, explicó Nataly Díaz, funcionaria de la CVC.

Lo que antes era solo un consumo local y casero, hoy se ha transformado en una alternativa productiva con impacto regional. El proceso inicia en el bosque, con la recolección cuidadosa de los racimos de naidí, y continúa en la planta comunitaria de transformación, donde la pulpa es extraída y empacada para su distribución.

 “El ejercicio que hacemos, como tal, es ir a campo con los recolectores de la iniciativa y se trae el fruto a la planta de proceso. Antes lo consumíamos solamente en la casa, pero después vimos que realmente podíamos sacarle mucho más provecho, dándolo a conocer a nivel nacional”, destacó Eider Arroyo, trabajador de la planta de naidí.


El salto hacia la comercialización ha significado organización y formalización comunitaria. Gracias al acompañamiento de la CVC, las comunidades han gestionado permisos de aprovechamiento que garantizan un uso sostenible del recurso y, al mismo tiempo, abren las puertas a nuevos mercados.


 “Con el apoyo de la Corporación, logramos permisos de aprovechamiento y empezamos a extraer la pulpa, que actualmente se comercializa en Buenaventura y en el resto del país. En este momento, hay 153 familias vinculadas al emprendimiento, lo que genera un ingreso económico real y constante para los hogares”, afirmó Gloria Inés, gestora comercial del proyecto.

La experiencia del naidí en el Cajambre demuestra que la conservación y el desarrollo no son caminos opuestos. A través de este negocio verde, la unión comunitaria reafirma que es posible transformar la riqueza natural en bienestar, fortaleciendo la cultura, la permanencia en el territorio y la protección de los bosques del Pacífico vallecaucano.





jueves, 16 de octubre de 2025

En Zipaquirá la expansión urbana incrementa la presión sobre ríos y quebradas

 Este municipio de la Sabana de Bogotá crece sobre franjas de protección de ríos y quebradas y de antiguos suelos agrícolas, amparada en un Plan de Ordenamiento Territorial (POT) que hace más de 10 años no se actualiza . Este desfase entre planeación y gestión ambiental ha llevado a que más del 30 % del agua tratada se pierda en redes obsoletas, mientras que las aguas residuales se descargan sin tratamiento al río Bogotá, en medio de un auge inmobiliario que avanza más rápido que la capacidad hídrica del territorio.

La investigación realizada por Juan Sebastián Fonseca, magíster en Gobierno Urbano de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), evidenció que en Zipaquirá las modificaciones al POT en las áreas de transición entre lo urbano y lo rural (zonas suburbanas) duplicaron los índices de ocupación —del 20 al 40 %— entre las versiones de 2000 y 2003, lo que permitió urbanizar áreas concebidas originalmente para regular la expansión hacia suelos agrícolas y ecosistemas sensibles.

El estudio reconstruyó hasta el 2000 la historia hídrico-urbana de Zipaquirá y de la Sabana de Bogotá —conformada por 27 municipios—, analizando los cambios en el uso del suelo y su relación con las fuentes de agua.

“Encontramos que la urbanización temprana del municipio siguió lógicas territoriales heredadas de los periodos muisca y premuisca, y que durante la colonia se consolidó una división espacial entre el ‘pueblo de blancos’ y el ‘pueblo de indios’, una forma temprana de segregación socioespacial. Esa separación histórica sigue presente hoy en la manera en que se han transformado los suelos agrícolas en áreas residenciales, muchas de ellas ubicadas sobre rondas de ríos y quebradas”, afirma el magíster.

En ese contexto, el crecimiento urbano reciente se ha concentrado en el noroccidente del municipio, en donde se desarrollaron proyectos de vivienda de interés social (VIS) y vivienda de interés prioritario (VIP). Como consecuencia, zonas cercanas a las quebradas El Molino y El Amoladero han perdido franjas verdes y suelos productivos, que han sido reemplazados por urbanizaciones cerradas y proyectos de alta densidad, con edificaciones de hasta 12 pisos que ejercen presión directa sobre estos cuerpos de agua.

El investigador también revisó los POT de 2000, 2003 y 2013, comparando sus disposiciones con la expansión real de la ciudad mediante cartografía y análisis normativo. Este ejercicio le permitió evidenciar cómo las modificaciones sucesivas facilitaron el avance urbano sobre zonas originalmente destinadas a contención, y cómo en la franja de expansión se concentraron conflictos entre dinámicas urbanas y sistemas hídricos, documentados a partir de las percepciones de actores sociales y comunitarios.

“Al superponer las cartografías de los diferentes POTs evidenció que la ciudad ha mantenido las mismas dinámicas de segregación socioespacial sobre suelos agrícolas y rondas hídricas, generando nuevas conflictividades sin darles manejo. Esa lectura permitió ver que el instrumento  no solo quedó desactualizado, sino que además no ha logrado concretar un modelo de ciudad armonioso con el agua, ni en el papel ni en la práctica”, señala el magíster Fonseca.

El agua sin “voz” en la planeación

La ausencia de una visión integral del agua en el POT se refleja directamente en el sistema de acueducto de Zipaquirá. El municipio se abastece de una planta de tratamiento regional que comparte con Nemocón y Cogua, a través de redes de distribución instaladas hace décadas. Más del 30 % del agua tratada se pierde por fugas, superando los límites legales permitidos, y una gran parte de Plan Maestro de Acueducto y Alcantarillado —formulado en 2011— sigue sin ejecutarse, a pesar de haber superado su horizonte de planeación.

A esta situación se suma una distribución desigual del recurso: mientras los barrios tradicionales enfrentan cortes frecuentes, los nuevos conjuntos residenciales son priorizados, lo que refleja que la expansión urbana ha avanzado sin considerar la capacidad hídrica real del territorio.

Este escenario convierte el manejo del agua en un problema integral, en el que, además de las dimensiones ambientales y sociales mencionadas, se cruzan las culturales, pues la transformación de suelos agrícolas ha erosionado la identidad campesina y debilitado el vínculo histórico de la población con el agua como sustento de vida.



Una torre de Babel institucional

El caso de Zipaquirá es representativo de lo que ocurre en varios municipios pequeños de la Sabana de Bogotá que enfrentan limitaciones técnicas e institucionales para actualizar y ejecutar sus instrumentos de ordenamiento. Su POT, expedido en el 2000, tuvo modificaciones excepcionales en 2003 y 2013, pero debió ser objeto de una revisión estructural en 2012, lo que no ocurrió. Como resultado, hoy opera desactualizado y sin incorporar integralmente resoluciones ambientales recientes de entidades como la CAR o el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible, ni fallos judiciales como la sentencia que ordena el saneamiento del río Bogotá.

Este rezago ha creado un campo normativo ambiguo, en el que las administraciones locales pueden otorgar licencias con base en el POT, en circulares internas o en otras normatividades que no están articuladas coherentemente entre sí. Las tensiones con el nivel nacional —ambiental, agrario y cultural, dado que el centro histórico es patrimonio nacional— se superponen sin una jerarquía clara, generando vacíos y conflictos regulatorios.

“Esto ha derivado en una verdadera torre de Babel institucional que dificulta la gestión sostenible y abre espacios a prácticas discrecionales, por ejemplo en el licenciamiento”, advierte el investigador.

A este problema institucional se suma la precariedad de la infraestructura sanitaria. Zipaquirá no cuenta con una Planta de Tratamiento de Aguas Residuales (PTAR) plenamente funcional, el sistema actual, basado en una laguna de oxidación diseñada en el POT del 2000, rebosa en temporada de lluvias y descarga directamente al río Bogotá.

“La coexistencia de un alcantarillado mixto, donde confluyen aguas residuales y pluviales, incrementa la carga contaminante y limita la capacidad de respuesta frente al crecimiento poblacional”, indica el magíster.

Por otra parte, la presión sobre el recurso hídrico trasciende las fronteras municipales. Zipaquirá depende en parte de la cuenca del río Neusa, compartida con otros municipios de la Sabana, lo que evidencia la falta de articulación regional en la planeación.

Ciudadanía y territorios sensibles al agua

La investigación del magíster Fonseca también identificó procesos comunitarios que han surgido como respuesta a las deficiencias institucionales. En la quebrada El Amoladero, por ejemplo, habitantes de la zona se han organizado para defender la ronda hídrica y proponer alternativas locales de manejo, articulando prácticas cotidianas con una visión territorial del agua.

Tales hallazgos evidencian que la planeación urbana, particularmente en Zipaquirá, enfrenta una debilidad estructural en el desconocimiento del agua como eje central del territorio. Así mismo, sin la actualización de los POT y su articulación con normas ambientales y resoluciones judiciales, los municipios seguirán expuestos a crisis de abastecimiento, deterioro de ecosistemas y conflictividades sociales ligadas a su dimensión hídrica en su expansión.

Así, la investigación concluye que el agua no solo es un recurso sino un actor territorial que configura la forma en que se habita el territorio, que cumple un rol desde lo ambiental, cultural, político y simbólico, y que opera en diferentes escalas, de lo local a municipal y regional.






miércoles, 15 de octubre de 2025

A más de un kilómetro bajo tierra, la Sabana de Bogotá guarda valiosas reservas de agua

 Bajo los cultivos, carreteras y cerros de la Sabana de Bogotá, una lectura detallada del subsuelo, similar a una radiografía de la Tierra, permitió detectar reservas de agua a más de 1.000 m de profundidad. Estas se concentran en el Grupo Guadalupe, una “esponja natural” del subsuelo que ayudaría a enfrentar la escasez que golpea a municipios como Funza, Mosquera y Tenjo, eso sí, siempre y cuando su aprovechamiento se realice con orden y vigilancia de las autoridades ambientales.

En la Sabana de Bogotá, una de las regiones más productivas del país, el agua que fluye por ríos, quebradas y pozos poco profundos empieza a escasear. Después de décadas de uso los acuíferos someros (capas subterráneas donde se acumula el agua de lluvia y que suelen encontrarse a menos de 200 m de profundidad) están llegando a su límite intensivo para riego, industria y consumo doméstico.

A esto se suma la expansión urbana, que ha ido cubriendo con concreto y construcciones las zonas donde antes el agua de lluvia se podía filtrar hacia el subsuelo para recargar los acuíferos. Al desaparecer esas áreas permeables —conocidas como zonas de recarga—, cada vez menos agua logra infiltrarse, lo que reduce la capacidad natural del territorio para reabastecer sus reservas subterráneas.

A lo anterior se añade la perforación descontrolada de pozos, muchos de ellos sin permisos ni estudios técnicos. Según la Corporación Autónoma Regional de Cundinamarca (CAR), en la Sabana se registran cerca de 2.480 pozos, aunque se calcula que el número real podría ser mucho mayor si se incluyen los ilegales.

“Las reservas más superficiales se están agotando por el uso desmedido y la falta de control, mientras que las más profundas permanecen intactas, a la espera de ser estudiadas y administradas responsablemente”, afirma Paola Andrea Atapuma Acevedo, magíster en Ciencia - Geofísica de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL).

Precisamente en esas profundidades, el subsuelo guarda una posibilidad real para aliviar la escasez. A más de 1 km bajo tierra se extiende el Grupo Guadalupe, una formación geológica que actúa como una “esponja natural”, capaz de almacenar agua en sus capas de areniscas permeables que se recargan lentamente desde los cerros Orientales, Occidentales y donde se encuentre aflorando este grupo.

Su nombre proviene del cerro de Guadalupe, en Bogotá, en donde su composición de areniscas compactas y lutitas intercaladas conservan el agua durante siglos bajo presión natural. Esta estructura la convierte en uno de los principales reservorios profundos del altiplano cundiboyacense.

Hasta ahora solo unos pocos pozos han alcanzado esas profundidades. “En la Sabana la mayoría no supera los 200 o 300 m, y apenas uno, ubicado en Tenjo y reacondicionado por la Alcaldía, ha confirmado la presencia de agua del Grupo Guadalupe”, anota la investigadora, quien decidió estudiar el subsuelo para evaluar la existencia y el alcance de estos acuíferos profundos aún desconocidos.

Agua y energía bajo la Sabana

Parte de su trabajo consistió en analizar registros de gravimetría y sísmica tomados años atrás en la región, y complementarlos con nuevas mediciones magnetotelúricas y sondeos eléctricos verticales realizados por ella misma. Estas observaciones se concentraron en zonas donde la forma del terreno y su estructura sugerían acumulación de agua subterránea.

“Los métodos geofísicos permiten ‘ver’ lo que ocurre bajo tierra sin necesidad de perforar. La gravimetría revela diferencias en la densidad del terreno, la sísmica ayuda a conocer la profundidad de las capas y las mediciones eléctricas y magnetotelúricas muestran qué tan fácil puede moverse la corriente, un indicio de la presencia de agua. En conjunto forman una imagen tridimensional del subsuelo, algo así como una radiografía del cuerpo humano donde las zonas más porosas indican la posible presencia de acuíferos”, explica la magíster.

Además, incorporó un análisis petrofísico a partir de muestras de roca extraídas con el apoyo de una empresa de flores. A cada fragmento se le midieron propiedades como la susceptibilidad magnética y la radiación gamma, parámetros que ayudan a identificar el tipo de roca y su capacidad para almacenar agua.

“Estas pruebas confirmaron la composición arenosa del Grupo Guadalupe y reforzaron la hipótesis sobre su potencial como reservorio profundo”, asegura.

También revisó información de pozos existentes y registró sus temperaturas, lo que le permitió evaluar el calor del subsuelo como fuente de energía limpia. Su idea fue analizar si estos pozos tendrían un doble uso, no solo para extraer agua sino también para aprovechar la temperatura constante del terreno mediante bombas de calor.

El análisis del modelo tridimensional permitió delimitar tres áreas con alto potencial hídrico y térmico. En el sector de Funza–Subachoque, los registros geofísicos mostraron señales de agua entre los 1.100 y 1.500 m de profundidad.

En el municipio de El Rosal, las capas acuíferas aparecen más cerca de la superficie, alrededor de los 600 m, lo que facilitaría su acceso.

Y en el municipio de Mosquera, en la Granja Experimental Marengo, de la UNAL, el modelo sugiere un espesor continuo del Grupo Guadalupe de más de 900 m. Esta condición la convierte en un sitio ideal para probar el doble uso del pozo: la extracción de agua y el aprovechamiento geotérmico.

Los resultados se compararon con la información de un pozo ubicado en Tenjo, perforado originalmente por la industria petrolera y reacondicionado por la Alcaldía. Las mediciones en ese punto confirmaron la presencia de agua proveniente del Grupo Guadalupe, lo que demuestra que el reservorio es real y está activo.

Reservas valiosas que se deben usar con cuidado

La investigadora advierte que el agua hallada a grandes profundidades no es igual a la que se obtiene de los pozos superficiales. Al permanecer durante siglos en contacto con las rocas, el líquido disuelve parte de los minerales del subsuelo, lo que modifica su composición química y le da una temperatura más estable. Estas características la convierten en una fuente valiosa para usos agrícolas, industriales o energéticos, ya que suele ser más limpia en términos biológicos y menos vulnerable a la contaminación externa.

Sin embargo, “antes de destinarla al consumo humano se debe someter a un tratamiento que elimine el exceso de sales y minerales acumulados en su recorrido subterráneo”, amplía.

El estudio también estimó que los pozos existentes en la Sabana tendrían un aprovechamiento geotérmico de baja entalpía, es decir, una forma de energía limpia basada en el calor constante del subsuelo. Si se instalaran bombas de calor en los más de 2.000 pozos registrados por la CAR, se podría cubrir la demanda energética de una ciudad del tamaño de Funza o incluso parte del consumo de una zona industrial.

“En países como España o Alemania este tipo de energía se usa para calefacción o refrigeración de edificaciones. En Colombia podríamos adaptarla a nuestras condiciones y aprovecharla en invernaderos, laboratorios o plantas agroindustriales, reduciendo así la dependencia de combustibles fósiles”, explica la magíster Atapuma.

El trabajo de campo implicó largas jornadas de adquisición de datos en diferentes puntos de la Sabana, con apoyo de docentes, estudiantes y empresas que facilitaron equipos y registros previos. La investigadora destaca el acompañamiento del profesor Orlando Hernández Pardo, del Departamento de Geociencias, quien dirigió la tesis y orientó la integración de los métodos geofísicos con el análisis del modelo tridimensional que permitió identificar las zonas con mayor potencial hídrico y térmico.

 







martes, 14 de octubre de 2025

Se lanza al mercado en Colombia nueva variedad de arroz resistente a herbicidas.

 Una investigación conjunta entre la Alianza Bioversity & CIAT, Semillas del Huila y la empresa agrícola BASF permitió desarrollar Sicalis SH CL, una nueva variedad de arroz resistente a herbicidas, que facilita un control más eficiente de la maleza conocida como arroz rojo, mejorando la productividad del cultivo.

La Alianza de Bioversity International y el CIAT, en colaboración con Semillas del Huila y BASF Soluciones para la Agricultura, desarrollaron en Colombia la variedad Sicalis SH CL para el Sistema de Producción de arroz Clearfield®, reconocido por su eficacia en el manejo sostenible de malezas.

El resultado es una semilla certificada, confiable y de alta calidad, que conserva las características de las variedades locales preferidas por los agricultores, incorporando además resistencia a herbicidas. El arroz es un alimento básico para millones de personas y un motor económico en Colombia. Sin embargo, la expansión de malezas amenaza la productividad y eleva los costos para los productores. Con esta innovación, los agricultores podrán controlar el arroz rojo de forma más eficaz, reducir pérdidas y proteger la rentabilidad de sus cultivos.

Un esfuerzo conjunto para el campo Desde hace más de 50 años, la Alianza Bioversity & CIAT lidera la investigación en arroz para América Latina y el Caribe. En este proyecto unió capacidades y esfuerzos con Semillas del Huila, empresa colombiana que comercializa variedades de alto rendimiento como Yacúa y Tucano y BASF, compañía global que desarrolló la tecnología Clearfield®, la cual fue incorporada en campo a través del mejoramiento genético convencional.

“El proceso fue diseñado para conservar al máximo las características de las variedades que los agricultores ya conocen, incorporando únicamente la resistencia a herbicidas.

 Como Alianza, nuestra misión es acercar ciencia y tecnología de punta a los productores locales, haciendo que innovaciones como esta se vuelvan más accesibles y útiles al adaptarlas al contexto de cada país”, explicó Paola Andrea Mosquera, líder de mejoramiento del programa de investigación en Arroz de la Alianza.

 Impacto regional Los nuevos materiales fueron validados en distintos ambientes de Colombia, demostrando su buen desempeño agronómico en zonas productoras clave. Para los agricultores, representan una solución práctica frente al desafío de las malezas, sin renunciar a variedades que ya han demostrado productividad y adaptabilidad en sus territorios.


“Llevo cerca de dos años trabajando con semillas certificadas, en coordinación con los agrónomos de Semillas del Huila y los resultados han sido muy buenos. Esta ya es mi segunda cosecha con la nueva variedad y he tenido una excelente producción, entre 140 y 150 bultos por hectárea, y al mismo tiempo me ha permitido ahorrar en fumigaciones y obtener un arroz de mejor calidad”, destacó Hernán Silva, productor de la vereda Vilú, en Yaguará, Huila. Además de Colombia, las nuevas variedades se han validado en Perú, Panamá y República Dominicana con resultados positivos, lo que abre la posibilidad de beneficiar a agricultores de toda la región y contribuir en el futuro a reforzar la seguridad alimentaria en América Latina y el Caribe.

 La nueva variedad, llamada Sicalis SH CL, estará disponible en el mercado con el respaldo de buenas prácticas agrícolas que aseguran su durabilidad, como la rotación de cultivos y el uso responsable de herbicidas, recomendados para el Sistema de producción Clearfield®. “Estamos seguros de que esta nueva variedad, Sicalis SH CL, se convertirá en una herramienta muy eficaz para enfrenar desafíos de productividad, rentabilidad, control de arroz rojo y otras malezas de difícil manejo en la producción de arroz.

 Hemos creado una alianza entre BASF, Semillas del Huila y la Organización Roa Florhuila (ORF), empresa colombiana, molinera y distribuidora de insumos, con el fin de llevar la tecnología de una manera eficiente y oportuna a los agricultores en las diferentes zonas arroceras del país”, comentó Carlos Campos, Líder del Sistema de Cultivo Arroz para la región Latinoamérica Pacífico en BASF Soluciones para la Agricultura.

 El desarrollo tecnológico que se ofrece con Sicalis SH CL, suma las bondades y beneficios de un germoplasma altamente productivo con la resistencia a herbicidas, usando técnicas avanzadas de mejoramiento con el fin de garantizar la estabilidad de la semilla y los beneficios en los diferentes zonas agroecológicas, y requiere que los agricultores manejen el cultivo dentro de los parámetros de las Buenas Prácticas Agrícolas que incluyen la rotación de cultivos y el manejo responsable de los herbicidas para garantizar la sostenibilidad de la tecnología en el tiempo, concluyó Luis Fernando Martínez, Director de BASF Soluciones para la Agricultura Latinoamérica Pacífico. 



jueves, 9 de octubre de 2025

Feria Agroalimentaria: “quien lo siembra es quien lo vende”

 Entre achiras sin gluten, frambuesas recién cortadas y chocolates artesanales, el campus de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) abrió este miércoles sus puertas a la Feria Agroalimentaria, una iniciativa de la Secretaría Distrital de Desarrollo Económico que se consolida como un punto de encuentro para quienes buscan productos frescos, saludables y libres de químicos. Los asistentes disfrutaron de una amplia oferta que incluyó vegetales orgánicos, lácteos, aceites esenciales, panes, postres y artículos artesanales.

Fotogalería.




















El evento fue no solo una vitrina de productos de calidad sino también un espacio de intercambio cultural y de promoción del respeto por el medioambiente. 

Allí participó la Huerta Agroecológica Tulpa, ubicada en los invernaderos de la UNAL, donde los estudiantes de Ciencias Agrarias cultivan hortalizas, tubérculos y otros vegetales que llevaron directamente a la Feria.

La comunidad universitaria y el público en general accedieron a productos orgánicos cultivados por campesinos de distintas regiones de Colombia. ¡No se pierda la próxima edición!