En la bahía de Cispatá, municipio de San Antero (Córdoba), se realizó la evaluación poblacional más reciente de la babilla, un reptil que estaría amenazado y sin un plan de conservación estructurado. Encontrando que los individuos adultos son escasos y presentan presiones como la pesca y caza indiscriminada, lo cual hace que se debilite su abundancia y tengan un panorama no muy alentador a futuro.
Dicha zona es conocida como la más importante en cuanto a
abundancia de manglar en Córdoba (11.513 hectáreas), por lo que está llena de
biodiversidad como la zorra manglera, el delfín costero, las tortugas marinas.
Sin embargo, hay dos especies de especial importancia, la babilla y el caimán
aguja, registrados como animales en estado de vulnerabilidad.
En el caso del caimán aguja, la historia se ha encargado de
mostrar el impacto negativo que ha tenido el ser humano sobre su vida y ecología,
pues entre 1930 y 1970 se produjo una sobreexplotación (caza), que redujo las
poblaciones en el país, y se considera como una especie en “Peligro” en el
Libro Rojo de reptiles de Colombia del Ministerio de Ambiente y Desarrollo
Sostenible. Está presente en 18 países, incluidos Venezuela, Panamá y Ecuador.
Pero, el conocimiento del estado de las poblaciones
silvestres de la babilla es apenas adecuado en el país, pues, aunque en el
mundo se cree que su riesgo es de una preocupación menor, un ávido investigador
de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) encontró que, en el caso de la
bahía de Cispatá esto podría no ser así, pues existen presiones que podrían
afectar el mantenimiento de esta población en el futuro, y se necesitan
acciones rápidas para frenar la perdida de individuos de esta especie.
Con el apoyo de la profesora Olga Lucía Montenegro, del
Departamento de Biología de la UNAL, y miembros de la comunidad, el biólogo
José Santiago Pérez Galvis recorrió por dos temporadas de 10 días cada una está
zona de manglar, tras del rastro de las dos especies, buscando evaluar el
estado de sus poblaciones y variables como la distribución de las mismas en el
complejo de manglar, identificando posibles riesgos y tendencias en la
población de babilla, poco estudiada en la actualidad.
Se recorrieron 18 cuerpos de agua en lanchas a motor que a
alrededor de 7 km/h facilitaban el traslado y la observación de estos caimanes.
Entre las variables más importantes estuvo la abundancia relativa, que hace
referencia a cuántos individuos de estas especies se pueden observar por cada
kilómetro recorrido.
Según el investigador Pérez, esta variable es muy buena para
las dos especies, pues hubo 288 observaciones para el caimán aguja, con un
promedio de 2,10 individuos por kilómetro en la zona; y 354 observaciones de
babilla, con 4,54 individuos por kilómetro, distribuyéndole de manera agregada,
es decir, los dos tipos de réptil viven cerca unos a otros.
Pero el problema comienza cuando se habla de qué tantos
neonatos, juveniles y adultos hay de cada especie, a lo cual se le denomina
estructura poblacional, una medida que se logra con el tallaje, o sea la
observación de las proporciones de cada caimán o babilla; y que consiste en
analizar la longitud de cada individuo.
En el caimán aguja los neonatos miden menos de 60 cm, los
juveniles van desde 61 hasta 180, y los adultos más de 241; por otro lado, las
babillas en su estado neonato tienen menos de 50 cm, los juveniles están entre
los 51 y 120, y los adultos en más de 181. Dimensiones que permiten al biólogo
categorizar los tamaños de los individuos observados de ambas especies.
“Observamos un gran número de crías de babilla en pocos
sitios estudiados, pero un bajo número de adultos o individuos reproductivos,
lo cual se ha visto cuando hay algún tipo de presión o perturbación en su
hábitat; y, aunque es una aproximación, podría pensarse en problemas como la
sobrepesca mediante redes o ‘trasmayos’ a la cual son sometidas las ciénagas en
donde habitan, y que terminan causando accidentes en donde individuos adultos
se ven atrapados”, asegura el biólogo Pérez.
Este no es el caso del caimán aguja, con una distribución
poblacional equilibrada para neonatos y adultos; lo cual se debe a que la
especie tiene un plan de conservación potenciado desde hace 18 años, y que
comenzó un grupo de cazadores que dejaron esta práctica y conformaron la
Asociación Comunitaria para la Conservación del Caimán Aguja y su Hábitat
Natural (Asocaimán). Se espera que con este tipo de investigaciones se logre lo
mismo con la babilla.
Otro de los resultados clave del proyecto fue encontrar que
las babillas prefieren el agua dulce de estas zonas, mientras que los caimanes
agujan el agua salada, una diferencia marcada que en toda la extensión de la
bahía de Cispatá ayudaría a tener un plan de conservación más focalizado,
reconociendo los riesgos de cada uno de los puntos de esta bahía.
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