Según la Agencia Espacial Europea (ESA), desde septiembre de 2024 las redes de vigilancia espacial están rastreando casi 37.000 objetos de más de 10 cm alrededor de la Tierra, incluso partículas más pequeñas que una moneda, que viajan a más de 35.000 km/hora, pueden arruinar un satélite crítico o poner en peligro a las estaciones espaciales internacionales. Los impactos pueden generar más basura, lo que aumenta la probabilidad de más colisiones, y a su vez más fragmentos de desechos.
Se estima que para 2030 habrá más de 58.000 satélites
activos orbitando la Tierra, por lo que se espera que los impactos de basura
espacial con instalaciones físicas aumente considerablemente. Para tal caso, es
necesario que las agencias espaciales nacionales responsables establezcan
canales claros para compensar a los damnificados por estos sucesos.
“Dejar objetos en órbita es una práctica común entre los
países con acceso al espacio ultraterrestre, y cada vez más entre las empresas
privadas que trabajan allí. Algunas piezas van hacia la Tierra y se desintegran
en la atmósfera o impactan el suelo, otras nunca dejan de orbitar el planeta,
por lo que se consideran como las más preocupantes”, afirma el geólogo David
Tovar Rodríguez, codirector del Grupo de Ciencias Planetarias y Astrobiología
de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL).
Según el experto, “si alguna vivienda es impactada por un
pedazo de basura espacial, el seguro para propietarios debería cubrir los daños
materiales; sin embargo, los daños que no cubra el seguro son mucho más
complicados de recuperar, a pesar de que la normativa internacional establece
que el país que lanzó el material que reingresó a la Tierra es el responsable”.
“En órbita la responsabilidad no es tan clara y las cosas
son menos ordenadas. Los astronautas pueden perder algunos objetos o
herramientas de trabajo mientras realizan sus operaciones allí. Las piezas
desechadas de cohetes con combustible residual a menudo explotan
accidentalmente creando muchos fragmentos más pequeños que viajan más rápido
que los proyectiles disparados por un arma de fuego”.
Cuando China destruyó un satélite meteorológico que ya no
era útil, generó aproximadamente 3.000 fragmentos rastreables de basura, la
mayoría de los cuales aún orbitan el planeta. Sin embargo, el tamaño de dichos
fragmentos no siempre es lo suficientemente grande para ser identificables, y
aquí es donde comienza el problema, ya que tal vez haya 10 veces más fragmentos
demasiado pequeños para ser detectados. La comunidad de científicos e
ingenieros enterados de dicha situación estiman que hay más de 1 millón de
escombros orbitando la Tierra, con tamaños que van de 1 a 10 cm.
El geólogo Tovar explica que “el desarrollo de nuevas
tecnologías ha permitido reducir los costos de lanzamiento de objetos al
espacio, lo que a su vez ha fomentado la participación del sector privado;
gracias a ello, el número de satélites inscritos ante la Unión Internacional de
Telecomunicaciones ha alcanzado los 1,7 millones, los cuales se podrán poner en
órbita hasta principios de 2030”.
Torre de Babel espacial
La preocupación por los desechos espaciales va más allá de
los daños a un satélite o una nave individual. Los operadores espaciales son
muy conscientes de un peligro conocido como el efecto o síndrome Kessler,
nombrado así por el científico de NASA Donald J. Kessler, quien en 1978, junto
con Burton G. Cour-Palais, publicó un artículo en el que aseguraba que cuanto
más aumentara el número de satélites, también lo haría la probabilidad de
colisiones. A medida que estas aumentan se produce más basura espacial y el
riesgo de nuevas colisiones crece. En una masa crítica, un solo choque
desencadenaría una cascada imparable de colisiones, hasta el punto de que toda
una órbita podría quedar inutilizada.
Estas advertencias sobre la creciente acumulación de
desechos espaciales y sus consecuencias se ha vuelto más prominente,
especialmente a medida que los satélites y otras tecnologías espaciales se
multiplican, lo que aumenta el riesgo de que colisiones en órbita desaten un
ciclo de destrucción imparable. Este fenómeno afectaría gravemente las
comunicaciones globales, entre otros avances tecnológicos fundamentales.
Considerando que no solo Estados Unidos y varios países de
Europa siguen lanzando satélites al espacio, sino que China, Emiratos Árabes
Unidos, Corea de Sur o India también lo hacen, la preocupación en la comunidad
científica internacional aumenta.
“Algunos consideran que la cooperación global es inexorable,
argumentando que la comunidad espacial debería trabajar junta lo antes posible,
aprendiendo de la evolución de otras tecnologías transformadoras como las redes
de telefonía móvil e internet, teniendo en cuenta que la principal preocupación
radica en cómo construir esta coordinación en ausencia de un sistema global”,
indica.
¿Solución a la vista?
Según el informe de Naciones Unidas, las oportunidades del
espacio ultraterrestre vienen acompañadas de riesgos si no se establece un
régimen unificado de sostenibilidad espacial, o nuevos marcos de gobernanza
entre los Estados. Por ejemplo, “ante el aumento exponencial del número de
satélites, hace falta una mejor coordinación del tráfico y establecer una
plataforma internacional para vigilar los riesgos de accidente y colisión y
mitigar sus consecuencias”.
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