viernes, 5 de septiembre de 2025

¿Bagres disfrazados? Descubren mimetismo tóxico en los ríos de Colombia

 En los ríos del Orinoco y del Amazonas, y en afluentes como el Meta y el Guaviare, pequeños bagres se “disfrazan” para sobrevivir. Las llamadas corredoras o coridoras imitan los colores de sus parientes venenosos, lo que les permite engañar a depredadores como peces más grandes, aves y reptiles. Es la primera evidencia detallada en Colombia de un sistema de mimetismo tóxico en peces de agua dulce, un fenómeno conocido sobre todo en mariposas y serpientes que ahora sorprende bajo el agua.

El mimetismo es un truco evolutivo que se ha ido perfeccionado durante millones de años. Se trata de una estrategia mediante la que una especie imita la apariencia de otra para obtener ventajas, es decir para parecer más peligrosa de lo que realmente es y reforzar un mensaje de advertencia que los depredadores aprenden a respetar.

Por ejemplo en tierra firme las mariposas tropicales comparten las mismas alas coloridas, o las serpientes falsas corales copian los anillos rojos y negros de las verdaderas, que sí son venenosas. Sin embargo, bajo el agua este fenómeno ha sido mucho menos estudiado, y por eso el hallazgo en los bagres resulta tan sorprendente.

Las corredoras son peces pequeños, de apenas unos centímetros, que habitan el fondo del río en grupos numerosos. Su nombre viene de la forma en que se desplazan, recorriendo el lecho arenoso en busca de alimento —principalmente algas— como diminutas patrullas acuáticas. A simple vista son tranquilas y conocidas en el mundo de los acuarios por su resistencia y belleza. Pero detrás de sus manchas y líneas oscuras se esconde un sistema de engaños bien planeado.

El investigador Camilo Jiménez Vergara, biólogo de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), explica que “algunas corredoras han desarrollado verdaderas armas químicas, glándulas de veneno asociadas con las espinas de sus aletas pectorales; cuando un depredador intenta tragarlas, el pinchazo libera toxinas que causan dolor intenso e incluso lesiones en la boca del atacante. Para un pez más grande, como un pavón o un bagre cazador, ese primer contacto se convierte en una advertencia inolvidable: mejor no volver a morder a un pez con ese aspecto”.

Y aquí entra en juego el mimetismo. Las corredoras que no poseen veneno adoptan los mismos colores y patrones de las venenosas, mezclándose en el cardumen con sus primas tóxicas. Incapaz de distinguir cuál es peligrosa y cuál no, el depredador termina evitando a todas por igual.

La defensa está en los colores y en la química

El biólogo Jiménez encontró que en un mismo grupo pueden coexistir dos tipos de estrategias: el mimetismo batesiano, que se da cuando los peces inofensivos imitan a los venenosos, y el mimetismo mülleriano, cuando varias especies con toxinas reales comparten el mismo patrón de coloración y refuerzan la señal de advertencia. Es poco común que ambos fenómenos coincidan en los mismos cardúmenes de bagres.

Además, las corredoras cuentan con una glándula axilar en la base de la espina pectoral, que en situaciones de estrés libera una sustancia blanquecina al agua; no es un veneno inyectado sino una nube química que puede disuadir a los depredadores o actuar como protección antimicrobiana.

Para llegar a estas conclusiones, el investigador combinó observación en campo con análisis de laboratorio. Estudió más de 60 peces recolectados en los ríos Meta y Guaviare, además de ejemplares de colecciones y acuarios de Bogotá. Con técnicas de microscopía, histología y bioquímica caracterizó las glándulas y sus secreciones. En colaboración con el Laboratorio de Técnicas Analíticas Avanzadas en Productos Naturales de la Universidad de los Andes, aplicó cromatografía y espectrometría de masas para identificar un complejo abanico de proteínas y metabolitos.

El hallazgo también tiene una dimensión ecológica más amplia: estos peces rara vez nadan solos, forman cardúmenes en los que conviven varias especies a la vez, todas con patrones de color similares. Para un depredador la escena es desconcertante: un grupo de decenas de peces casi idénticos, algunos venenosos, otros no, pero imposibles de distinguir entre sí. El cardumen se convierte así en una estrategia colectiva de supervivencia, una especie de pacto visual en el que cada pez contribuye a reforzar la ilusión.

Evolutivamente este hallazgo muestra cómo la presión de los depredadores ha moldeado tanto la química como la apariencia de los bagres, generando una sofisticada red de engaños. Y en términos de conservación, subraya la riqueza única de la biodiversidad colombiana, pues entender estos mecanismos ayuda a dimensionar la complejidad de los ecosistemas acuáticos del país.

“Estos bagres no se usan para consumo sino especialmente como ornamento de acuarios, por eso los pescadores los venden para ese fin, o como un recurso para exportar. Aunque otros autores habían descrito antes la existencia de glándulas toxicas y estrategias de mimetismo, hasta ahora no se había proporcionado evidencia histológica de la glándula de veneno”, indica el biólogo Jiménez.

Que unos peces de apenas unos centímetros hayan desarrollado estrategias tan elaboradas para sobrevivir es un recordatorio del ingenio de la evolución y del valor de explorar lo que esconden los ríos sudamericanos.

El trabajo del magíster Vergara contó con la dirección y el apoyo de los profesores Mario Armando Monroy y Andrea Tonolli, de la Facultad de Biología de la UNAL.






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