En Colombia se ha perdido el 57 % de estos ecosistemas: de las 2.900.000 hectáreas que existían ahora solo se contabilizan alrededor de 1.120.000. En los páramos afectados por actividades ganaderas o agrícolas la vegetación autóctona desapareció; los suelos se perdieron pues se compactaron y ya no retienen agua, y por lo tanto esta ya no corre hasta llegar a quebradas y ríos. Hacedores de política pública, academia y sociedad deben aunar esfuerzos para arrojarles un salvavidas a estas máquinas naturales de hacer agua, que paradójicamente agonizan de sed.
“Aunque los páramos están protegidos desde 2018 por la Corte
Constitucional, esta legislación no se aplica, por eso ellos necesitan primeros
auxilios urgentes y, desde los mandatarios de pueblos que tengan jurisdicción
en estas áreas, hasta el Gobierno nacional, deben tomar decisiones apoyadas en
la evidencia científica”, afirma el profesor Conrado de Jesús Tobón Marín,
coordinador del grupo de investigación Hidrología y Modelación de
Ecosistemas Dinámicos de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede
Medellín.
En uno de los recientes ABC de Periódico UNAL,
el experto señala que, “aunque existe una legislación –como la ley 1930 de
2018, también conocida como Ley de Páramos–, esta no se aplica porque no tiene
en cuenta a quienes habitan dichos territorios […] no se trata de legislar
desde los escritorios desconociendo las necesidades de los pobladores; se
necesita una normativa acorde con la situación real de los páramos”.
Menciona además que “aunque en las últimas décadas se ha
dado un creciente interés por los páramos, antes estos ecosistemas eran una
oportunidad de vida para los campesinos despojados de tierras en las partes
medias y bajas; ese uso intensivo para actividades agrícolas y ganaderas arrasó
la vegetación autóctona y desapareció los suelos por erosión. Esa amenaza no ha
parado, en algunas zonas se ha frenado, pero no ha desaparecido”.
Máquinas de hacer agua
“Los páramos son ecosistemas de alta montaña, sobre todo en
el norte de los Andes, y por lo tanto se ubican por encima de los 3.000 msnm,
especialmente en Colombia, Venezuela y el norte de Ecuador; tienen lluvias
frecuentes y esto los hace climatológicamente fundamentales”, explica el
profesor.
En Colombia la mayoría de los páramos están de sur a norte
de la cordillera Oriental; otra parte considerable en la cordillera Central, y
en menor medida en la Occidental y en la Sierra Nevada de Santa Marta.
“Además son arbustales y pajonales, una vegetación típica
que se complementa con el aspecto hidrológico ya que sus condiciones de clima
son muy suaves, la evapotranspiración es muy baja, y por ende el rendimiento
hídrico (agua que producen) es muy alto”.
Con respecto a los servicios ecosistémicos, el docente
inicia enumerando la gran diversidad de plantas y sigue con el paisajismo: “no
es lo mismo subir a una montaña en Perú, donde todo es rocoso, a estar en una
zona a tal altura y estar rodeado de vegetación […] entre la cantidad de fauna
propia de esas zonas sobresalen el oso de anteojos y el venado, pero también
cuenta con una amplia diversidad de aves, mariposas y reptiles”.
Pero, sin lugar a dudas el componente más relevante del
último siglo ha sido su abundante aporte hidrológico. A pesar de conformar
pequeñas áreas, su producción de agua es muy alta, y como no hay asentamientos
humanos su calidad es excelente; además, al estar por encima de las ciudades,
no se produce el costo adicional de llevarla hacia las viviendas, sino que se
da por gravedad.
“Solo por el servicio hidrológico que prestan deberían
conservarse al 100 % e ir más allá: restaurar los páramos degradados”,
recalca el docente.
Sobre las iniciativas relacionadas con turismo de montaña es
enfático al afirmar que “solo el turismo bien manejando, que conozca la
capacidad de carga del sitio y no permita sobrecupo, es una gran oportunidad
para que los guías les hablen y enseñen a las personas qué son los páramos y
cuál es su importancia; debe haber caminos demarcados; no se permite sacar
especies ni tumbar nada; se va a pie y no a caballo, motocicletas o
cuadraciclos. Este tipo de iniciativas, bienvenidas”.
Advierte que el uso de caballos y vehículos motorizados es
dañino para el ecosistema.
“Aunque Parques Nacionales ha venido haciendo un buen
trabajo, también se les debería dar la oportunidad a los habitantes de estas
zonas de generar ingresos que les permitan conservar los páramos”, concluye.