miércoles, 7 de mayo de 2025

Residuos incinerados se transforman en materiales de construcción en San Andrés

 Reducir residuos, producir energía, y al mismo tiempo pavimentar vías con materiales reciclados ya es una realidad en San Andrés. Investigadores transformaron las escorias de una planta de incineración en adoquines, bloques y mobiliario urbano, reduciendo hasta en un 80 % los costos de materiales y fortaleciendo la autosuficiencia constructiva del Archipiélago.

La isla de San Andrés enfrenta grandes desafíos ambientales y logísticos: todos sus materiales de construcción deben ser importados, y el manejo de los residuos sólidos urbanos es limitado por su condición insular. El relleno sanitario Magic Garden, que funciona como sitio de disposición final desde hace más de 30 años, ha recibido cerca de 500.000 toneladas de desechos, según estimaciones basadas en la población fija y flotante (turistas) del Archipiélago.

La etapa actual del relleno (zona 5) llegó a su capacidad máxima en octubre de 2019, pero continúa operando, lo que representa un riesgo latente para la población y para el frágil ecosistema de la Reserva de la Biósfera Seaflower.

En la búsqueda de soluciones para disminuir el alto volumen de residuos y diversificar la matriz energética insular —actualmente 100 % dependiente del diésel—, en 2013 se construyó la planta de generación eléctrica a partir de residuos sólidos urbanos (Planta RSU). Esta procesa entre 50 y 80 toneladas diarias de basura preprocesada, pero también genera entre 8 y 10 toneladas diarias de remanentes de combustión, entre ellas escorias, cenizas y sales cálcicas, cuyo manejo técnico y ambiental no había sido claramente establecido.

Ante este panorama, un proyecto desarrolló un modelo innovador para aprovechar estos residuos de la incineración. La iniciativa fue liderada por la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Medellín y la Empresa de Energía del Archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina (EEDAS SA), en alianza con instituciones locales y nacionales como el Laboratorio del Campo, la Universidad del Cauca, la Cámara de Comercio y comunidades locales.

El proyecto —financiado con recursos del Sistema General de Regalías— planteó soluciones técnicas, ambientales y sociales para convertir remanentes de combustión en nuevos insumos útiles para la Isla.

“El reto era doble: por un lado, reducir el volumen de residuos acumulados, y por otro buscar una aplicación útil y sostenible que beneficiara directamente a las comunidades locales”, explica el profesor Óscar Jaime Restrepo, coordinador del proyecto e investigador del grupo Observatorio ÍGNEA de la UNAL Medellín.

Resultados que pavimentan el cambio

El proyecto empezó con la identificación de los residuos generados por la planta de incineración. A partir de un riguroso protocolo de muestreo y análisis en los laboratorios de la Facultad de Minas se caracterizaron tres tipos principales de remanentes: escorias (o cenizas de fondo), cenizas  volantes y sales cálcicas. Cada una de estas fracciones fue estudiada para determinar su composición fisicoquímica y mineralógica, su potencial de aprovechamiento y su impacto ambiental.

Los resultados de esta caracterización les permitieron al equipo desarrollar diferentes mezclas para la fabricación de materiales como adoquines, bloques de cemento, mobiliario urbano y pavimentos de concreto.

Estas mezclas fueron validadas primero en laboratorio y luego en pruebas de campo realizadas directamente en la Isla, siempre con participación activa de la comunidad y proveedores locales.

Entre los hallazgos más destacados están los ahorros de hasta el 80 % en costos de arena y 61 % en agregados triturados, comparados con los materiales tradicionales que deben ser importados desde el continente. Además, los productos desarrollados cumplen con la normativa técnica nacional y demostraron buen desempeño estructural en condiciones reales de uso.

Prototipos como sillas, adoquines de colores y un tramo de vía pavimentada en una zona comunitaria muestran la aplicabilidad de los resultados.

“Nosotros partimos de la premisa de que la ingeniería no puede ser solo técnica; tiene que ser sociotécnica. No se trata solo de transformar materiales, sino de construir soluciones con la gente, que respondan a su entorno y a su cultura”, afirmó el profesor Gustavo Viana, investigador de grupo ÍGNEA.

En ese sentido, la comunidad raizal de la Isla jugó un papel clave en la definición de usos, diseños, colores y lugares de aplicación. El enfoque participativo garantizó la pertinencia de las soluciones y fortaleció la apropiación local del proyecto.

Además de mitigar el impacto ambiental de los residuos de incineración, el proyecto Green Ashes plantea un modelo replicable en otros territorios insulares con problemas similares de gestión de residuos y abastecimiento de materiales. La articulación entre academia, gobierno, empresa y comunidad demuestra que es posible construir alternativas sostenibles desde la ciencia, con impacto real y transformador.













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