Este es uno de los hallazgos obtenidos a partir del análisis de más de 60 estaciones de monitoreo de precipitación y caudal, tomadas entre 1981 y 2020. Se evidenció que la falta de agua en la cuenca del río Sinú ha pasado del 10 al 30 % anual. Además, que febrero es uno de los meses más críticos, debido a la reducción de precipitaciones.
El río Sinú es una de las fuentes hídricas más importantes
del Caribe colombiano, esencial para el equilibrio ecosistémico; de ella se
obtiene agua para consumo humano, actividades agrícolas, ganaderas e
industriales, entre otras.
Ángel Daniel Díaz Carvajal, magíster en
Ingeniería - Recursos Hidráulicos de la Universidad Nacional de
Colombia (UNAL) Sede Medellín, estudió la variabilidad climática de la cuenca
en un período de 40 años, es decir, las variaciones en algunos parámetros que
determinan la oferta hídrica del territorio
Para ello se enfocó en identificar los cambios que se
presentan en las precipitaciones (lluvias) y el caudal del río, así como sus
relaciones con el ENSO –fenómeno de variabilidad climática -que se manifiesta a
través de El Niño o La Niña– y la operación del embalse de Urrá.
“Caracterizar sus comportamientos y estudiar sus tendencias
es muy importante para planear mejor la gestión de los recursos hídricos”,
señala el investigador.
Para el estudio aplicó métodos estadísticos apropiados para
analizar los registros de 4 décadas en 46 estaciones pluviométricas y 16
estaciones de caudal, además de la información espacial de lluvia de la base de
datos CHIRPS (Climate Hazards Group Infrared Precipitation with Station Data),
para cubrir totalmente la zona de estudio, desde la cuenca alta –en el Parque
Natural Nudo del Paramillo– hasta la cuenca baja, en la zona de desembocadura
en el mar Caribe.
El magíster señala que “uno de los aportes de la metodología
fue proponer la técnica estadística conocida como ‘análisis de varianza’ para
evaluar específicamente si el ENSO genera cambios significativos en las
variables (precipitación y caudal), y se encontró que algunos meses tienen más
impacto que otros. En la época seca (diciembre, enero y febrero) y en el
segundo semestre del año las alteraciones son mayores. Se evidenció la
importancia de realizar los análisis de forma discriminada para cada mes”.
En relación con las precipitaciones, se evidenció que en
febrero es más crítico, con una tendencia generalizada de disminución en toda
la cuenca. “Esto es una señal de alarma para tomar medidas y enfrentar un mes
que es cada vez más seco”, advierte el magíster.
Otros resultados relevantes fueron la disminución de la
disponibilidad global del agua en la cuenca. “Al observar las gráficas notamos
una gran diferencia entre las condiciones antes y después del embalse. Aunque
en el periodo preembalse la cuenca alcanzaba valores de déficit hídrico anual
cercanos al 10 %, en el periodo posembalse alcanza valores cercanos al 30
%”, explica.
Tales cifras reflejan el efecto sinérgico de la operación
del embalse y el cambio climático detectado a través de las tendencias
negativas de lluvia en diferentes porciones de la cuenca.
Con respecto al caudal, se encontró que esta variable
refleja de forma clara la respuesta de la cuenca al cambio o la variabilidad de
la precipitación, que a su vez es modelada por el ENSO, la vegetación y las
actividades humanas.
Los meses en los que hay más influencia del ENSO están
agrupados: los de menor impacto son los que van de abril a julio, mientras que
los de mayor impacto van de agosto a marzo. Según el investigador Díaz, este
hallazgo es muy importante porque da una idea de cuáles pueden ser los meses
más afectados ante la ocurrencia de una fase activa del fenómeno.
Además, se encontraron evidencias de que el ENSO altera
otros aspectos de la cuenca, como por ejemplo el tiempo de respuesta (tiempo
medio que tarda el agua en llegar a un punto sobre la corriente).
“En la parte alta del Sinú, el tiempo de respuesta medio
está entre 3 y 5 días, es decir que los caudales responden a la lluvia de los
3-5 días anteriores. No obstante, durante El Niño se presentan máximos de 11
días y durante La Niña mínimos de 1 día”.
Este es un aspecto fundamental a tener en cuenta en el
diseño y la construcción de obras hidráulicas, por ejemplo, pues “si las
condiciones de diseño cambian ante la ocurrencia de una fase activa del
fenómeno, ¿cómo se afectaría la seguridad de la obra?, pregunta el
investigador.
Por otro lado, el embalse de Urrá ha afectado no solo la
magnitud de los caudales sino también otros aspectos del régimen hídrico, como
duración, frecuencia y tasas de cambio. “Sin embargo, estos impactos son
dinámicos, es decir, cambian a lo largo del tiempo, lo que nos indica la
necesidad de realizar monitoreos permanentes”.
Al mismo tiempo, “las pruebas de hipótesis permitieron
detectar que la generación hidroeléctrica se reduce significativamente durante
El Niño, lo que se asocia con la disminución de los aportes al embalse”. Aunque
los análisis de la precipitación mostraron tendencias positivas en la cuenca
alta, las reducciones hidrológicas impactan de manera importante sobre la
producción de energía.