El pasado 11 de mayo una red de sensores submarinos para monitorear el medioambiente marino en las costas de Canadá detectó repentinos cambios en el campo magnético terrestre, los cuales estarían relacionados con una intensa tormenta geomagnética que en 2013 azotó la Tierra por estas mismas fechas. Experto de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) explica las implicaciones de este fenómeno.
Las tormentas solares, conocidas por emitir una gran
cantidad de partículas cargadas de energía, ocurren en ciclos de actividad de
unos 11 años. Actualmente estamos entrando en un periodo de máxima actividad
solar, similar al que se vivió en 2013. Durante estos ciclos, el Sol
experimenta explosiones y erupciones que liberan enormes cantidades de energía,
las cuales pueden impactar directamente en la Tierra.
El 11 de mayo, Ocean Networks Canada registró una notable
variación en el campo magnético en una de sus estaciones submarinas cerca de la
costa de Vancouver. Con unos dispositivos conocidos como “magnetómetros de 3
ejes” observaron desviaciones significativas, equivalentes a un cambio de 30
grados en una “brújula”. Los cambios fueron especialmente evidentes a 25 m
de profundidad.
“Dichas variaciones coinciden con un periodo de intensa
actividad geomagnética y de auroras, las cuales son manifestaciones visibles de
las interacciones entre las partículas solares y la atmósfera terrestre”,
explica el físico Camilo BuitragoCasas, magíster en Astronomía de la
Universidad Nacional de Colombia (UNAL), miembro del Laboratorio de Ciencias
Espaciales (SSL) de Berkeley California.
“Debido a la complejidad e intensidad de los campos
magnéticos, las líneas de campo magnético a veces se retuercen, se tensan y
finalmente se rompen en un proceso de reconfiguración”, agrega.
En otras palabras: durante dichos eventos, la magnetosfera
–capa exterior de la Tierra– se ve bombardeada y reconfigurada, por lo que
libera energía y acelera partículas cargadas como los electrones, protones y
átomos ionizados, que son energizados a unos 6.000 km de altura de la
Tierra. Estas nubes masivas de partículas cargadas se precipitan en dirección
de las capas más profundas de la atmósfera terrestre, y subsecuentemente impactan
las moléculas y átomos que la componen.
Las tormentas geomagnéticas, aunque impactan los campos
magnéticos, también tienen el potencial de causar daños a la tecnología
moderna, como satélites y redes eléctricas. Ejemplos históricos incluyen el
apagón en Quebec (Canadá) en 1989, causado por una sobrecarga de
transformadores debido a una tormenta solar.
Sin embargo, gracias a los avances en la vigilancia y
predicción del clima espacial, muchos riesgos se han mitigado a través de
monitoreos constantes sobre la actividad solar para emitir alertas y permitir
que se tomen medidas preventivas.
El experto puntualiza que “la buena noticia es que no vimos
fallas tecnológicas catastróficas por la última tormenta en mayo, que fue una
de las más fuertes en más de 20 años”.
“Esto muestra la importancia de los sistemas de monitoreo
del clima espacial existentes para dar una advertencia anticipada. Con modelos
predictivos mejor informados por todas las fuentes de datos disponibles,
incluyendo estas lecturas de magnetómetros en el lecho marino, podemos estar
mejor preparados para futuras tormentas”.
Efectos bajo tierra y mar
Aunque las auroras boreales y australes son la consecuencia
más visible de una tormenta geomagnética, las perturbaciones magnéticas
significativas también pueden inducir corrientes eléctricas en materiales
conductores como el suelo, los océanos o las líneas eléctricas. Es probable que
el evento haya causado el gran cambio magnético detectado por el observatorio
submarino canadiense.
“El océano es un conductor eléctrico, por lo que puede
transmitir las corrientes inducidas de manera muy eficiente a largas
distancias. Estas corrientes eléctricas luego crean campos magnéticos
acompañantes que distorsionan temporalmente las lecturas locales registradas
por los magnetómetros en el lecho marino”, concluye el físico de la UNAL.
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