viernes, 6 de septiembre de 2024

Caficultura con sombrío y vías verdes reactivaría la economía en Caldas

 En los últimos 50 años la participación del café en el producto interno bruto (PIB) de Colombia ha sufrido una drástica caída: del 9 % hace medio siglo, y de un máximo histórico del 30 %, pasó a menos del 0,9 % en la actualidad. Este descenso contrasta con el creciente impacto del turismo en una zona cafetera como Caldas, que representa el 9,86 % del empleo y contribuye con un 3,27 % al PIB. Estos datos subrayan la urgente necesidad de potenciar el sector turístico tanto para maximizar sus beneficios para este departamento como para diversificar la economía de la región.

A principios del siglo XX el auge de la industria cafetera le permitió a Manizales convertirse en una ciudad próspera, con inversiones en infraestructura como la construcción del Cable Aéreo Manizales-Mariquita y el Ferrocarril de Caldas, además de un crecimiento poblacional y una marcada cultura en torno a este cultivo. Sin embargo, la introducción en 1970 del monocultivo de la variedad caturra –resultado de una mutación genética que redujo el tamaño de la planta de café– y los problemas ambientales asociados afectaron negativamente la caficultura de la región.

“La Revolución Verde introdujo un modelo de monocultivo químico que los campesinos no pudieron asimilar debido a su bajo nivel educativo. Esto provocó una migración masiva del campo a las ciudades, transformando a Caldas de un 70 % rural a un 70 % urbano, lo que generó problemas sociales y ambientales como deslizamientos y fragmentación del territorio”, explica el investigador Gonzalo Duque Escobar, profesor de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Manizales, ingeniero civil con estudios de posgrado en Geotecnia, Geofísica y Economía.

“La apertura económica de 1991 exacerbó estos problemas, lo que resultó en la fragmentación social y espacial”, agrega. Aunque Manizales ha visto un incremento en la producción y ha sido reconocida por su competitividad y progreso social, además del problema económico también enfrenta el cambio climático, que representa una amenaza para la producción de café. Los expertos estiman que la mitad de las áreas cafetaleras del mundo podrían perder su capacidad productiva.

Una vía verde entre el café y el turismo

Ante este panorama, el Museo Interactivo Samoga de la UNAL Sede Manizales, dirigido por el profesor Duque, le ha propuesto a las autoridades locales una solución a este problema social, ambiental y económico: adoptar una caficultura con sombrío en vez del monocultivo de base química.

El monocultivo de base química se basa en cultivar una sola especie –como el café, en grandes extensiones– utilizando fertilizantes y pesticidas químicos, lo que reduce la biodiversidad, degrada el suelo y contamina el agua, además de ser insostenible a largo plazo.


En contraste, la caficultura con sombrío implica cultivar el café bajo árboles nativos o especies compatibles, lo que promueve un ecosistema más diverso y saludable. Este enfoque mejora la conservación del suelo y el agua, reduce el uso de químicos y aumenta la captura carbono, lo que lo convierte en un método más sostenible y resiliente frente al cambio climático.

La caficultura con sombrío no solo protege el ambiente, sino que además diversifica los productos disponibles y asegura una mayor estabilidad en la producción cafetera. Este enfoque busca mejorar la sostenibilidad buscando el desarrollo económico, el cuidado ambiental y el bienestar social a partir de la seguridad alimentaria.

En la investigación realizada por el profesor Duque se ofrece una visión reveladora sobre cómo Colombia puede reactivar su sector cafetero y su economía rural. En vez de centrarse en un modelo de exportación que hace dependiente al país, se propone fomentar una agricultura autárquica tradicional.

“La agricultura autárquica es un modelo que busca la autosuficiencia alimentaria al permitir que las comunidades locales produzcan sus propios alimentos en vez de depender de la exportación de grandes volúmenes. Este enfoque se centra en el cultivo de alimentos y hierbas medicinales locales, promoviendo prácticas agrícolas tradicionales y el conocimiento de los recursos del territorio”, explica el investigador.

Este modelo se puede complementar con el ecoturismo, aprovechando su auge y el atractivo que representa la rica biodiversidad del país, como sus 1.900 especies de aves, de las cuales el 42 % se encuentran en Caldas. “Esto puede generar ingresos adicionales y atraer visitantes interesados en la naturaleza, apoyando una economía sostenible y respetuosa con el medioambiente”, precisa.

El Paisaje Cultural Cafetero debería estar basado en prácticas agrícolas tradicionales y sostenibles que protejan la salud del suelo y del agua. Además se sugiere integrar el turismo fomentando vías verdes en donde las comunidades locales puedan ofrecer un turismo ecológico y cultural, no como simples paseos sino experiencias que ofrezcan conocimiento del territorio.

En este contexto también se propone formar a los jóvenes en áreas relacionadas con el turismo, como el aviturismo y la artesanía con denominación de origen, es decir la certificación que reciben los productos agrícolas, alimenticios o artesanales provenientes de una región específica con tienen características distintivas por su origen geográfico y por las condiciones locales en las que se producen.

También se podría replantear el modelo educativo actual para responder a las necesidades y oportunidades de las zonas rurales. Se propone una educación que prepare a los jóvenes para aprovechar el potencial del turismo y otras actividades económicas locales, abriendo oportunidades y contribuyendo a la reducción de la migración del campo a la ciudad.






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