Las biopelículas hechas a partir de residuos de mango se convertirían en una solución ecológica para reemplazar las bolsas de plástico de un solo uso. Este innovador material, desarrollado por Stephania Hurtado Páez, estudiante de la Maestría en Ciencias - Física de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Manizales, no solo es biodegradable, sino que además se degrada en agua caliente (70 °C)
En la investigación se utilizan residuos industriales de
esta fruta para desarrollar biopelículas biodegradables que reemplazarían los
empaques plásticos convencionales. “Estamos aprovechando las semillas de mango,
que normalmente se desechan, para extraer almidón y fabricar un material
similar al plástico pero que se degrada fácilmente”, explica la magíster.
El proceso comienza con la recolección de las semillas de
mango provenientes de residuos industriales, como los generados durante la
producción de pulpa. Estas semillas se lavan y pelan para extraer el cotiledón,
o almendra interna, que contiene un alto porcentaje de almidón.
Uno de los mayores desafíos es evitar el pardeamiento, es
decir el oscurecimiento de la semilla, un fenómeno que afecta la calidad del
almidón. Para ello, la investigadora Hurtado utiliza un agente limpiador a base
de limón concentrado.
El almidón limpio se seca en un horno de convección a
40 °C durante 8 horas; luego se tamiza para eliminar impurezas y obtener
un producto listo para fabricar las biopelículas, un paso crucial ya que
determina la calidad del material final.
El siguiente paso es crear las biopelículas, un material con
el que se busca una alternativa ecológica al plástico tradicional. Para mejorar
las propiedades mecánicas del almidón –como resistencia y durabilidad–, la
investigadora lo combina con gelatina. “El almidón de mango tiende a ser muy
elástico, casi como un chicle, pero tiene poca fuerza, por lo que la gelatina
ayuda a que el material sea más firme y menos estirable”, explica.
La mezcla se calienta hasta alcanzar el punto de
gelatinización del almidón y luego se vierte en moldes de silicona. Para
garantizar una textura homogénea se utiliza un sonicador, dispositivo que emite
ondas de ultrasonido para eliminar burbujas y asegurar una distribución
uniforme. Por último, las biopelículas se secan en un horno de convección
durante 14 horas y se obtiene un material flexible y ligeramente elástico, con
un acabado homogéneo.
“El almidón de mango combinado con gelatina adquiere una
textura similar a un plástico delgado, pero con la ventaja de que es
biodegradable y suave al tacto, característica que permite que las biopelículas
se adapten bien a distintas formas y aplicaciones, convirtiéndolas en una
opción versátil para empaques; es impresionante ver cómo se deshacen en agua
caliente, algo que no ocurre con los plásticos convencionales”, describe la
investigadora Hurtado.
Aunque el trabajo está en una etapa inicial, los resultados
prometen aplicaciones concretas, especialmente en la industria de empaques
alimenticios. “Estamos explorando la posibilidad de utilizar estas biopelículas
en empaques internos, como los que contienen porciones dosificadas dentro de un
empaque principal”, señala la magíster. Este enfoque sería particularmente útil
para productos como pulpas de fruta, que requieren envases individuales para su
comercialización.
No obstante, antes de que estas biopelículas se puedan
comercializar es necesario hacer pruebas adicionales para garantizar su
compatibilidad con alimentos y su viabilidad en diferentes condiciones. “La
investigación llega hasta un punto, pero hay que realizar estudios de
compatibilidad y seguridad para su uso en productos de consumo”, agrega la
magíster.
Implicaciones ambientales y sociales
El impacto potencial de este producto va más allá de reducir
residuos plásticos, ya que también aborda el problema de los desechos
agroindustriales, que a menudo se queman o se desechan de manera inadecuada
generando emisiones de CO2 y otros problemas ambientales. “Con
esta investigación buscamos cerrar el ciclo de los residuos de mango,
transformándolos en un recurso valioso”, sostiene la magíster.
Además el proyecto impactaría positivamente a las
comunidades rurales y agroindustriales, al ofrecerles nuevas oportunidades para
el aprovechar loa desechos y generar materiales sostenibles. Este enfoque
también está alineado con los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU,
particularmente en lo relacionado con la producción y el consumo responsables.
“Es emocionante pensar en el potencial que tienen estas
biopelículas. Aún hay mucho por explorar, pero estoy segura de que estamos en
el camino correcto para crear una alternativa viable y sostenible”, concluye la
magíster Hurtado. Con investigaciones como esta, el futuro de los empaques
sería mucho más verde y amigable con el planeta.
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