Aunque ya es común que los plásticos se reciclen y se reutilicen para crear otros productos, sí resulta novedoso el uso propuesto por Juan Sebastián Beltrán Grand, arquitecto de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Manizales, quien decidió crear productos de construcción llamativos.
“Como estudiante siempre me llamó la atención la
arquitectura sostenible, por lo cual me uní al Grupo de Investigación en
Ambiente, Hábitat y Sostenibilidad, liderado por el profesor Gustavo Adolfo
Agredo Cardona, desde donde empezamos a experimentar con materiales
reciclables”, comenta el arquitecto.
Agrega que “desde allí colaboramos con diversas
investigaciones, y allí surgió la idea de adelantar mi tesis ‘Diseño y elaboración modular de prototipos o piezas
arquitectónicas a partir de plástico reciclado: una contribución ambiental’”.
“Llegamos a la conclusión de que en este momento sí se recicla,
sí se contribuye, pero no se está innovando, casi siempre es lo mismo. Lo que
quería con la investigación era contribuir al medioambiente con otras formas
reciclaje, en este caso con objetos arquitectónicos. Me dediqué estudiar
elementos que se podrían usar con plástico”, recuerda el arquitecto.
En su tesis planteó que cada colombiano utiliza 2 kg de
plástico en el mes, es decir 24 kg en el año, y solo el 7 % de este
plástico se recicla, ante la poca preocupación del Gobierno por impulsar el
reciclaje y la escasa voluntad del ciudadano para hacerlo.
Innovando con la técnica
El arquitecto Beltrán explica que como antecedentes a su
propuesta existen bloques plásticos de construcción que se pegan con cemento,
por lo que su idea fue hacer bloques machimbrados, o tipo lego, es decir que se
pueden ensamblar por medio de unos recortes. También creó adoquines con diseños
distintos y más fáciles de usar al momento de pegar, con un machimbre más
corto.
“Sobre los marcos de las ventanas no encontré antecedentes,
pues en general estos se construyen con madera o metal; mientras la primera
sufre por el gorgojo, y además la temperatura y el ambiente la van acabando, el
segundo sufre cambios químicos y también se corroe”, señaló.
Otro recurso importante fue el color, pues a diferencia de
la madera y el metal, que van perdiendo sus cualidades, con el plástico no
ocurre esto, pues las anilinas y colorantes se adhieren fácilmente a sus
partículas, lo que le da mayor durabilidad.
Para saber qué plástico era el más adecuado, el arquitecto
Beltrán probó con tres tipos: el PET (parte transparente de los envases),
polipropileno de alta densidad (en tapas de gaseosa) y PVC, material resistente
usado para tuberías, entre otros.
“El PVC es un material difícil de reciclar y bastante
contaminante, además difícil de manejar y expulsa muchos gases tóxicos, por lo
que desistí, ya que le estaba dando un manejo artesanal. Sin embargo, evidencié
que industrialmente se le puede dar un manejo adecuado”.
“Con los envases PET aproveché una máquina para inyección de
plástico que desarrolló un compañero y hallé que aunque también tiene un grado
de toxicidad, es más manejable”.
“Aunque los primeros resultados fueron esperanzadores, identificamos un problema, y es que recortar las botellas en pedazos pequeños es un proceso muy desgastante. Luego encontramos un aparato sencillo desarrollado con madera y una tramontina (cuchillo) que permite cortar más fácilmente el plástico e inyectarlo en los moldes.
El PET se derritió usando
solo una estufa y una olla; así se logró crear el bloque, aunque se fracturó”.
“La tercera fue la vencida. En este caso usé las tapas de
plástico y obtuve una mezcla más manejable y resistente, con una consistencia
como la plastilina. Por ser más espesa, introducirla en moldes fue más
complicado, pero al secarse tuvo mejores resultados de durabilidad”.
Frente a las ventanas, el arquitecto dejó la idea plasmada:
encontró la posibilidad de construirlas con el material obtenido con las tapas.
Hoy sigue con el proyecto y la idea de terminar de ejecutarlo y sacar provecho
de la iniciativa.
El diseño se compone de dos marcos sencillos que se unen en
el medio, lo que permite un movimiento lateral por los dos costados, por medio
de uniones metálicas con rosca.