A la circulación de varios tipos de infecciones
respiratorias y la presencia de la variante JN. 1 de COVID-19, se suma el impacto
significativo en la calidad del aire y la salud de los 21 incendios forestales
activos en el país. Las altas concentraciones de material particulado en forma
de humo afectan a niños pequeños, mujeres embarazadas, adultos mayores y
personas con enfermedades respiratorias y cardíacas, pero si el tiempo de
exposición se extiende, también a las personas saludables. La emisión de
alertas y la generación de recomendaciones constantes para la población son
claves en este momento.
El profesor Néstor Yezid Rojas Roa, director del grupo de
investigación en Calidad del Aire de la Universidad Nacional de Colombia
(UNAL), explica que, las diferentes emisiones de combustión producen
contaminantes, algunos gaseosos y otros en forma de partículas sólidas con
ciertos compuestos líquidos también.
Precisamente, el humo del incendio forestal a menudo
contiene: vapor de agua, materia particular, minerales, dióxido de carbono,
monóxido de carbono, óxido de nitrógeno, compuestos de hidrocarburos que
contribuyen a elevar el nivel de ozono y compuestos orgánicos, incluyendo
acroleína y formaldehído (potentes irritantes respiratorios).
“Se podría pensar que es más tóxico quemar gasolina que
material vegetal, pero están a la par o, incluso, en la quema de biomasa, puede
haber sustancias más dañinas porque la combustión es menos completa que como
sucede con los combustibles de un motor o caldera”.
Agrega que, “en el caso de estos últimos, la mayor parte de
la combustión va hasta convertirse CO2 o dióxido de carbono, y
los contaminantes que se producen están en proporciones bajas, mientras que
debido a las temperaturas y la mezcla con el aire, la quema de biomasa en un
incendio como el que se presenta en este momento en el Cerro del Cable, produce
mucho material que no llega a convertirse en CO2 sino que
queda en compuestos intermedios, por eso se ve tanto humo. Si la
combustión fuera igual de incompleta en un vehículo todos generaría emisiones
visibles de humo, lo cual es cada vez menos frecuente”.
Así, “los incendios producen enormes cantidades de material
no quemado y muchos de los compuestos químicos que están dentro de ese humo son
muy tóxicos”.
Cuando los niveles de concentraciones de las partículas son
altos, como está sucediendo en este momento en Bogotá, el impacto lo pueden
sentir tanto los niños menores de 5 años, adultos mayores, mujeres embarazadas
y afectados por asma o enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC), como el
resto de ciudadanos: pican la nariz y la garganta, se estornuda y se tose más.
Al
respecto, el profesor Jorge Alberto Cortés Luna, de la Facultad de Medicina de
la UNAL y director de Infectología del Hospital Universitario Nacional, afirma
que “hay evidencia científica sobre la relación entre la calidad del aire y el
riesgo de infecciones respiratorias, especialmente cuando la exposición es crónica, es decir, cuando hay
mayores niveles de contaminación; aunque hay menos estudios con respecto a
situaciones como el que atraviesa la ciudad que es aguda, si el fenómeno se mantiene
en el tiempo se esperaría que tales afecciones se incrementen en los próximos
días”.
“El material particulado genera irritación sobre las vías
respiratorias o afecta los mecanismos a través de los cuales de forma normal
las personas nos defendemos de las infecciones virales o bacterianas;
obviamente la alta exposición de humo puede generar que el tejido sea más
fácilmente infectable o que infecciones que hubieran podido ocurrir, pasen más
rápido a los pulmones porque los mecanismos de defensa se ven afectados”,
agrega.
El humo del incendio forestal contiene partículas finas
(PM2.5) y ultrafinas que pueden absorber directamente en su torrente sanguíneo
y alcanzar cualquier órgano o área de su cuerpo. Según el ranking del
Índice de Calidad del Aire (IQAir) hoy en Bogotá esta es “perjudicial para
grupos sensibles”, y no es para menos, en este momento, hay activos cinco
incendios forestales: Quebrada La Vieja, cerca al relleno Doña Juana, Cerro del
Cable, Humedal Tibanica y Barrio Timiza, en Kennedy). La concentración de PM2,5
en la capital del país es actualmente 7.6 veces superior al valor guía anual de
calidad del aire de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Depende de la atmósfera
Para el profesor Rojas, ayer miércoles 24 de enero, el
impacto del incendio en la quebrada La Vieja era localizado; la meteorología
ayudó a que este no se extendiera más hacia la ciudad y se mantuvieran niveles
de contaminación aceptables, pero el incendio de El Cable ha llegado a un área
más grande de la ciudad.
“Esto se debió a que en horas de la noche y la madrugada la
atmósfera estaba poco mezclada, muy quieta, en el sentido que no se dispersaban
los contaminantes y los registros de contaminación indican que prácticamente
toda Bogotá está afectada por esta conflagración”, menciona.
Según el experto, las condiciones meteorológicas de hoy
todavía no son buenas, de manera que las altas concentraciones que se
alcanzaron en la noche persisten en este momento”.
La explicación está en la llamada estabilidad atmosférica,
que muestra que, la atmósfera es estable cuando no hay buena mezcla; entonces,
cuando se emiten contaminantes en condiciones de estabilidad las
concentraciones altas se mantienen, mientras que una atmósfera inestable se
mezcla más fácilmente y las concentraciones de contaminantes bajan”.
“Para que la estabilidad atmosférica sea inestable se
necesita mucha energía y esta llega con la radiación solar. Los días despejados
ofrecen mucho de esta característica, que permite que el suelo se caliente y el
aire frío se mezcle con el aire caliente de la parte superior y se diluyan los
contaminantes”.
“En este momento ya hay más radiación, el suelo se está
calentando, aunque todavía falta romper la inversión para que se mezcle la
atmósfera y se reduzca la carga contaminante; si se tiene suerte y hay
suficiente radiación solar esto podría suceder esta tarde; aunque también
depende del incendio si este continúa, seguirá inyectando contaminación”.
Para el académico Rojas, si el efecto sigue siendo agudo
puede ser necesario emitir alertas y generar recomendaciones a la población
para que se protejan por ejemplo con mascarillas de alta eficiencia como la N95
o limpiadores de aire.
“Incluso en algunos casos puede ser necesario intentar
controlar otras fuentes contaminantes como restringir la circulación de
vehículos muy humeantes por ciertas zonas o toda la ciudad; también puede ser
necesario suspender actividades industriales que tienen cierto tipo de equipos
como calderas a carbón, aunque hay pocas en la ciudad, y ladrilleras”.
El profesor Cortés, agrega que sería importante que, “las
personas de riesgo se protejan mucho más y se debe garantizar que las personas
tengan sus vacunas al día para disminuir el efecto de algunos virus específicos
como el de influenza, neumoco o COVID-19”.