Acciones de dragado, manejo de sedimentos y limpieza de caños en la Ciénaga Grande de Santa Marta deben tener en cuenta los fenómenos de El Niño y La Niña para evitar afectaciones en los manglares. Un estudio demuestra que la restauración ecológica debe ser climáticamente inteligente para contrarrestar o evitar reforzar los efectos que pueden tener las temporadas de sequía y lluvia en estas importantes especies vegetales.
La Ciénaga Grande de Santa Marta es muy importante para el
Caribe colombiano y el país porque alberga alrededor de 519 especies animales y
sustenta más de 3.000 pescadores que dependen de sus servicios ecosistémicos,
según explica el doctor en Biología Marina David Alejandro Sánchez Núñez,
docente de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede de La Paz. Incluso
algunas comunidades viven inmersas dentro del manglar, como las poblaciones
palafíticas de Buenavista y Nueva Venecia, que se benefician de la pesca, el
ecoturismo, la madera y la protección contra vientos.
“Cuando se muere extensivamente el manglar, que ellos
denominan como su ‘empresa’, hay muchos peces y otras especies comerciales que
pueden aminorar, entre ellas sábalo, mojarras, camarón, robalo, lisa, macabí y
jaiba, que utilizan para su sustento y para vender”, acota el experto. Mientras
que, si los manglares se expanden, habría más hábitats para los peces, más
recursos pesqueros y mayor bienestar para las poblaciones.
Para proteger estos ecosistemas y quienes dependen de ellos
es necesario actuar según la variabilidad climática. “Normalmente cuando el
evento es de El Niño (lluvias por debajo de lo normal en los Andes y Caribe
colombiano) se pierde cobertura, o sea que se muere la vegetación; y cuando es
de La Niña (donde ocurren lluvias y aumentan caudales por encima de lo normal)
gana cobertura o se expande”, explica el investigador.
“Cuanto más fuerte sea El Niño, como en el 2015, cuando el
Gobierno nacional impulsó el ahorro de agua y luz para evitar racionamientos,
hubo muchos manglares que se murieron, mientras que con eventos de La Niña
consecutivos entre 2007 y 2010 o entre 2020 y 2023 los manglares se
recuperaron, y lo más interesante es que se expandieron en lugares internos
difíciles de recuperar con el desarrollo de árboles”, anota el profesor
Sánchez.
Así mismo, las actividades humanas, como las obras de
infraestructura o mantenimiento de afluentes, impactan las condiciones de estos
ecosistemas costeros. La Ciénaga Grande de Santa Marta perdió 27.380 hectáreas
de manglares entre 1956 y 1995, de las 51.150 hectáreas presentes previamente
por la construcción de las carreteras Ciénaga-Barranquilla y Palermo-Sitio
Nuevo y de diques paralelos al río Magdalena, que aumentaron la salinidad del
suelo en el sistema (hipersalinización) al reducir la conectividad mareal y de
agua dulce.
La salinidad del suelo es uno de los principales reguladores
de las plantas de manglar. Aunque los manglares son tolerantes a la sal, cuanto
mayor sea la salinidad, mayor será la energía involucrada en la absorción de
agua y menor será el crecimiento del manglar.
Cabe anotar que a este sistema le entra agua dulce del río
Madalena a través de varios caños y de tres ríos de la Sierra Nevada de Santa
Marta, que aumentan su caudal durante estaciones lluviosas y eventos La Niña, y
disminuyen su caudal durante la estación seca o durante eventos El Niño.
Un poco de historia
Entre 1996 y 1998, la Ciénaga Grande de Santa Marta fue
declarada como sitio Ramsar (humedal de importancia internacional) y en el año
2000 como Reserva Internacional de la Biosfera. Durante la década de 1990 se
implementó un proyecto de rehabilitación hidrológica llamado Prociénaga para
aumentar la conectividad de agua dulce mediante la construcción de derivaciones
que reconectan al sistema lagunar con el río Magdalena, principal fuente de
agua dulce.
En 1998 cuando se reabrió el Canal Aguas Negras como medida
de restauración hidrológica, sucedió al mismo tiempo un evento de La Niña
fuerte. Es decir, le entró mucha agua dulce al sistema, disminuyendo la
salinidad demasiado y muy rápido. El manglar no se recuperó en el corto plazo
tanto como se esperaba, pues en algunos lugares proliferaron otras especies de
vegetación acuática como la enea (Typha domingensis).
La alta carga de sedimentos provenientes del río Magdalena,
10 veces mayores a las existentes hace varios siglos, taponan los caños y
reducen la conectividad hidrológica (los sedimentos taponan los caños como el
colesterol lo hace con las arterias). Por eso desde 2004 el mantenimiento de
caños se ha realizado periódicamente, y aun así la extensión ocupada por los
manglares ha fluctuado con periodos de recuperación o degradación.
Luego de El Niño de 2015-2016, que fue el más fuerte que se
ha registrado, se perdieron alrededor de 7.659 hectáreas de manglar, casi la
mitad de la extensión de manglar recuperada entre 1995 y 2015 (16.711 ha). En
2017, este sistema natural fue incluido en el registro de Montreux (humedales
Ramsar en peligro crítico) debido a la sequía severa generada por El Niño
2015-2016 y a otras a afectaciones como la expansión agrícola y ganadera y los
desvíos y captaciones de flujos de agua de los ríos de la Sierra Nevada de
Santa Marta.
Medidas como mejoras en la disposición de sedimentos cuando
se hace dragado de caños, eventos de la Niña consecutivos entre 2016-2018 y
entre 2022-2023 y una restauración ecológica más efectiva han permitido
recuperar el manglar a un nivel similar al presente antes de El Niño 2015-2016.
Recomendaciones
Con base en esta investigación realizada por el doctor
Sánchez junto con la magíster en Ciencias de Biología, Jenny Alexandra
Rodríguez y el doctor en Biología José Ernesto Mancera, docente de la UNAL Sede
Bogotá, se podría recomendar que cuando se espere un evento de El Niño se
realicen los dragados de mantenimiento a los canales; mientras que cuando se
presenten eventos de La Niña muy fuerte no es recomendable realizar
mantenimientos extensivos porque se dulcifica rápidamente el sistema de la
Ciénaga Grande.
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