¿Sigue afectando la pandemia del COVID-19 a nuestros campesinos?
Ya ha pasado un año desde que se reportó el primer caso de
Covid-19 en América Latina y el Caribe (ALC). Desde entonces, la región ha sido
una de las más gravemente afectadas del mundo, con más de 70 millones de casos
reportados y más de 1,5 millones de decesos.
Además de la preocupante situación de contagios y decesos,
la pandemia ha generado una crisis de hambre. La mayoría de los países de América
Latina y el Caribe han percibido retrocesos importantes en temas de seguridad
alimentaria debido a una caída en los ingresos y remesas, así como al
incremento en los precios de los alimentos.
En junio de 2020, presentamos los resultados de un estudio que,
a través de entrevistas telefónicas a una muestra de 105 pequeños y medianos
productores agropecuarios de la región, analizó los efectos inmediatos de la
crisis del Covid-19 para la agricultura familiar. Este estudio reveló que las
principales consecuencias de la pandemia en el corto plazo incluyeron una
disminución de las ventas, principalmente debido a dificultades en el
transporte de la producción, y una caída en la demanda. Además, se encontraron
obstáculos en la obtención de insumos y mano de obra, y restricciones de
liquidez causadas por la caída de los precios y la demanda. En suma, este
estudio mostraba efectos preocupantes, que podían afectar la continuidad de la
producción agrícola y, como consecuencia, empujar a la pobreza a los
productores más vulnerables.
Si bien este primer estudio nos permitió entender los
efectos inmediatos de la pandemia, la crisis de salud pública y económica en la
región continuó por varios meses más. Por tanto, resultaba importante saber si
los graves efectos observados durante los primeros tres meses de la pandemia
continuaban, y así entender si la situación había mejorado.
A fin de arrojar luz sobre estas preguntas, se realizó el
estudio: Retos para la agricultura familiar en el contexto
del COVID-19: Seguimiento tras 6 meses de crisis. Entre agosto y
noviembre de 2020, dimos seguimiento a la misma muestra de productores de
Argentina, Bolivia, Paraguay, Perú y República Dominicana (aproximadamente 15
productores de cada país), para explorar los efectos de la pandemia 6 meses
después. Este estudio, por tanto, corresponde a la Fase 2 del estudio anterior.
En general, los resultados del segundo estudio muestran que
los problemas encontrados en la Fase 1 persisten y que, en su mayoría, se han
acentuado. Específicamente, en la Fase 2, los productores indicaron haber
tenido mayores problemas en obtener insumos y conseguir mano de obra, y una
mayor proporción de productores manifestó haber enfrentado mayores precios en
los insumos. Como consecuencia, los problemas de liquidez observados en la Fase
1 desmejoraron. De hecho, mientras que un 69.5% indicó haber tenido que
utilizar ahorros, vender activos o solicitar un préstamo para afrontar la
crisis durante la Fase 1, en la Fase 2 esta proporción aumentó a un 82%.
Adicionalmente, un 84% de los productores mencionó que sus ingresos se vieron
afectados durante la Fase 2.
Esta reducción importante de la liquidez y los ingresos podría afectar la continuidad de la producción y de esta manera agravar la situación de inseguridad alimentaria en el mediano y largo plazo. De hecho, los resultados de la Fase 2 indican que un 39% de productores encuestados consideró que los ingresos del hogar no son suficientes para la compra de alimentos en el hogar, y el 64.9% de los hogares se encontró en algún estado de inseguridad alimentaria (i.e. leve, moderada o severa). Dado que sabemos que la crisis afecta la producción y los ingresos de estos agricultores, la prolongación de esta misma crisis podría agravar la situación de inseguridad alimentaria aún más.
Fuente: Retos para la agricultura familiar en el contexto
del CVID-19: Seguimiento tras 6 meses de crisis
En resumen, nuestros resultados apuntan a que, después de 6
meses de crisis, la pandemia ha afectado de forma crítica la producción
agrícola de los pequeños agricultores, convirtiéndose en un ciclo vicioso de
baja producción, bajos ingresos y alta inseguridad alimentaria. Los pequeños
productores agrícolas se encuentran hoy en una posición más difícil que al
comienzo de la pandemia y, dadas las tendencias observadas entre las dos fases
de la encuesta, es probable que los múltiples retos identificados sigan
afectando la dinámica del sector y la seguridad alimentaria de esta población
en el largo plazo.
Para impedir que esto suceda, es necesario realizar mayores
esfuerzos con políticas públicas encaminadas a reducir los problemas de
liquidez y mejorar la seguridad alimentaria de los campesinos. En el futuro,
durante una eventual fase de recuperación de la crisis, jugarán un papel
importante aquellas políticas que provean apoyo a los grupos más vulnerables y
que aseguren una producción constante de alimentos para los mercados locales,
evitando así un posible quiebre de la producción agrícola y ayudándolos a
superar la inseguridad alimentaria.
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