Para que los cantos del batará rayado y del hormiguero ventriblanco se sigan escuchando al sur del Huila, se debe reforzar la siembra de arbustos y matorrales, especies vegetales afectadas por la drástica transformación del ecosistema, provocada por la construcción de la represa de El Quimbo.
En 2018 y 2019 el biólogo Camilo Loaiza Gómez, doctor en
Ciencias - Biología de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), le siguió la
pista al hormiguero ventriblanco (Myrmeciza longipes), al batará rayado
(Thamnophilus doliatus) y al pijuí pechiblanco (Synallaxis albescens),
cuya base de alimentación son los insectos, por lo que su función es muy
importante en el control de las plagas.
El estudio de la abundancia o escasez de estas especies
serviría para establecer qué tan “saludable” es el hábitat del bosque seco
tropical que rodea la zona de la represa de El Quimbo, al sur del Huila.
Los bosques secos tropicales son aquellos que crecen en
áreas que no reciben lluvia durante muchos meses del año. Concretamente, el del
Alto Magdalena se considera como uno de los ecosistemas más degradados,
fragmentados y poco conocidos de Colombia y del mundo.
“Por eso los estudios sobre la calidad de sus hábitats son
relevantes para tomar decisiones de manejo y conservación, especialmente
durante un proceso de restauración ecológica”, afirma el investigador.
El suyo fue el primer trabajo doctoral desarrollado en la
zona de restauración ecológica del bosque seco tropical de la Central
Hidroeléctrica El Quimbo, conformada por cerca de 11.000 hectáreas. Desde 2014
la Fundación Natura desarrolla el Plan de Restauración que finalizará en 2038,
cuando la zona será entregada al Estado colombiano.
En 2009, el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible
de Colombia le exigió a Enel-Emgesa –empresa de energía eléctrica constructora
de la represa– comprar una zona de bosque seco tropical aledaño al embalse como
medida de compensación por la sustracción de los terrenos necesarios para la
construcción del proyecto, los cuales formaban parte de la Reserva Forestal de
la Amazonia.
Playback y observación pasiva
Después de definir el grupo a estudiar, el siguiente paso
fue revisar un inventario de aves en la zona. Para ello se apoyó en la línea
base de biodiversidad elaborada por la empresa constructora para la licencia
ambiental, en la primera salida de campo escogió 10 especies y seleccionó 3.
“Ese día preparamos sonidos de cantos de hormiguero
ventriblanco, batará rayado y pijuí pechiblanco, para ver si estaban
distribuidos a lo largo del área de estudio. Con binoculares y altavoz en mano
transmitimos los cantos y así determinamos que efectivamente tales especies
eran residentes en el área, en un rango de entre 700 y 1.300 msnm”, relata
el investigador.
El biólogo definió 186 puntos o parcelas de conteo y dividió
el área en 3 zonas según su estado de conservación (alta, media y baja) y
ajustó modelos lineales generalizados (GLM) con el fin de evaluar las relaciones
entre la abundancia y las variables de microhábitat y paisaje.
Para evaluar la calidad del hábitat utilizó el índice de
adecuabilidad del hábitat (HSI), y para definir los modelos arquitectónicos de
las plantas registró las especies vegetales dominantes en cada parcela, les
tomó fotos e identificó su modelo por medio de una clave sinóptica (herramienta
que permite agrupar las especies de plantas), basada en un análisis de la
arquitectura disponible para árboles de zonas tropicales y templadas.
Además hizo 8 salidas de campo de entre 15 y 20 días cada
una y visitó los puntos tres veces tratando de abarcar todas las épocas
climáticas: lluviosa, seca y de transición.
Más arbustos y matorrales
Los resultados mostraron que la abundancia de las 3 especies
de aves varió según el tipo de cobertura. Por ejemplo, el hormiguero
ventriblanco tuvo mayor abundancia en fragmentos de bosques y matorrales que en
arbustales, el batará rayado fue más abundante en arbustales y matorrales que
en bosque, y las poblaciones del pijuí pechiblanco fueron mayores en arbustales
y menores en bosque.
Con respecto a la evaluación de calidad del hábitat,
evidenció que para el hormiguero ventriblanco el 38,44 % del hábitat
disponible en la zona de estudio presentó baja calidad, es decir que no tiene
los recursos ambientales suficientes para el mantenimiento de poblaciones e
individuos de la especie.
En ese sentido, propone que “en arbustales y matorrales se
realicen procesos de restauración, con el fin de incrementar en ellos estructura
del sotobosque para el forrajeo; cobertura vegetal para refugio contra
predadores y el clima adverso; y horquetas en el sotobosque para el soporte y
la construcción de nidos”.
En relación con el batará rayado, el 39,91 % del área
de estudio presentó mala calidad en sitios con baja cobertura de arbustos.
Según el biólogo, el proceso de restauración para el
hormiguero pechiblanco también beneficiaría el hábitat del batará rayado.
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