Desechos como bosta de caballo, hojarasca, boñiga de cordero, poda de pasto, tallos de frijol y aserrín resultaron ideales para cultivar hongos comestibles como el champiñón gris (Pleurotus pulmonarius) de la variedad orellana gris, capaces de prosperar en condiciones climáticas extremas. Por su sabor y textura esta especie es muy apreciada en Europa y Norteamérica, y en Colombia tiene un alto potencial para ser producida a escala comercial.
En los invernaderos de la Universidad Nacional de Colombia
(UNAL), investigadores de la Facultad de Ciencias Agrarias adscritos al
Semillero Hwa Investigando Hongos lideran un proyecto que combina
sostenibilidad, aprovechamiento de residuos y biotecnología para producir
hongos comestibles.
En uno de los resultados prometedores avanza el estudiante
de sexto semestre Javier Santiago Cortés, quien encontró en los residuos
agrícolas unos aliados idóneos para producir el hongo gris, el cual se consume
fresco o seco y se puede preparar de diversas maneras; se trata de un alimento
nutritivo que, al ser incorporado en la dieta, ofrece salud y bienestar.
Entre sus atributos nutricionales se encuentra un alto
contenido en proteínas y fibra, y bajo contenido en calorías y grasas; también
es una fuente rica en vitamina B y minerales como potasio y cobre, y por si
fuera poco cuenta con propiedades antioxidantes y antiinflamatorias y ayuda a
reducir el colesterol y mejorar la salud cardiovascular.
De residuos a hongos comestibles
Para su trabajo, el estudiante Cortés inició con la
identificación de residuos provenientes de procesos agrícolas y jardinería
tales como estiércol de caballos, gallinas y corderos, y también resultado de
la poda del pasto, la hojarasca, los tallos y vainas de frijol, aserrín y
restos de maíz, que posteriormente se integraron en formulaciones
experimentales de sustratos.
La primera etapa de este proceso fue la inoculación,
mediante la cual el hongo gris se propagó en granos de sorgo, mijo y cebada,
utilizados como medios selectivos para que este creciera.
“Estos granos no son solo un lugar donde se desarrolla P. pulmonarius,
sino que además son una fuente de nutrientes que ayudan a que el micelio (parte
vegetativa del hongo) se multiplique”, explica el estudiante.
La tercera etapa consistió en la fermentación –que duró
alrededor de 20 días– y en el acondicionamiento, y se centró en
laestabilización del sustrato, creando las condiciones ideales para el
crecimiento del hongo, como por ejemplo absoluta oscuridad y una humedad
promedio de entre 70 y 90 %.
Para la incubación el investigador utilizó bolsas inoculadas
con el hongo gris que fueron incubadas durante 20 a 25 días antes de pasar al
cuarto de fructificación, donde indujo el crecimiento mediante la adición de
agua y el intercambio de aire.
Otro reto del experimento fue que el espacio no contaba con
todas las condiciones idóneas, lo que le sirvió al magíster para evidenciar
que, aunque P. pulmonarius se suele dar a una temperatura
promedio de 20 °C y humedad del 75 %, también prosperó en condiciones
extremas, como una temperatura de 6 °C en la madrugada y 42 °C al
mediodía.
“El hongo gris se adaptó y produjo rendimientos superiores
al 100 % en tamaño y cantidad. Para alargar la vida útil de este producto
después de la cosecha es crucial mantenerlo entre 0 y 4 °C para prolongar
su frescura hasta 20 días, dado su alto contenido de agua” anota el estudiante
Cortés.
La investigación sienta las bases para optimizar el cultivo
de hongos en contextos de recursos limitados y climas extremos, a los cuales se
enfrentan cada vez más países como Colombia. “Esperamos que este proyecto no
solo beneficie la producción agrícola, sino que además inspire a futuros
investigadores. Queremos consolidar metodologías que combinen sostenibilidad,
innovación y aprovechamiento de residuos”, subraya.
Otro aporte de su trabajo fue la identificación de hongos
silvestres en áreas cercanas a Bogotá como el humedal La Conejera, en Suba,
donde identificó más de 20 especies. “La meta es combinar extensión,
bioprospección y producción, integrando el conocimiento técnico y la gestión
ambiental para un impacto positivo de largo plazo”, concluye el joven
investigador.
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