Sus aguas abastecen los acueductos de Santa Rosa de Cabal (Risaralda), Palestina y Chinchiná (Caldas), además son la materia prima para la generación de energía de la Central Hidroeléctrica de CaldasS (CHEC) y riegan pastos y cultivos. Para garantizar que el río siga aportando a estas actividades, urgen estrategias de tecnificación del campo para reducir uno de sus principales problemas: la sedimentación.
Aunque la erosión es un proceso natural que se presenta en
las zonas de ladera, factores como la tala indiscriminada y la transformación
del suelo –para actividades agrarias y pecuarias– aceleran la desprotección de
los terrenos incrementando la producción y el transporte de sedimentos –arena,
vegetación o arcilla– que terminan en el fondo de ríos, quebradas, lagos o
lagunas, entre otros cuerpos de agua.
La cuenca Campoalegre no está exenta de esta situación, a
pesar de que en su nacimiento (o parte alta) el páramo de Santa Rosa le permite
tener un flujo estable de agua, pero cuyos ecosistemas son cada vez más
vulnerables.
La ingeniera civil Angélica Betancourth Arias, magíster en Ingeniería - Recursos Hidráulicos de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Manizales, afirma que “además de los sedimentos naturales, los desechos agrícolas de los cultivos –como la cascarilla de café, el endotallo de plátano o las papas defectuosas– y el estiércol bovino se arrojan al cauce sin un debido tratamiento o proceso de depuración, lo que provoca su aumento y acumulación a lo largo de la cuenca, situación que genera un desequilibrio entre la distribución y el aprovechamiento del agua”.
Por eso una de las recomendaciones de su investigación es
tecnificar las actividades agropecuarias, una estrategia que reduciría en un
66 % la producción de sedimentos sobre el río.
“El aumento de sedimentos impacta en el abastecimiento de
agua a las comunidades de las veredas San Juanito (y su Junta de Acción
Comunal), Campoalegre, Guacas, La estrella y Guaymaral. Ante los retos que
impone esta situación, lograr una buena administración del agua exige
implementar estrategias de planificación de los recursos hídricos”.
“Esta cuenca produce 9.572.752 m3 por
mes. La comunidad utiliza un 44 % del líquido, equivalente a
4.212.010 m3 por mes, pero debería utilizar apenas el
20 %, es decir, 1.914.550”, indica la magíster.
Inventario
La investigadora elaboró un análisis del volumen de agua
disponible y la cantidad que se usa o se saca del río, que al sumarse con la
sedimentación genera una desproporción, información que permite medir el riesgo
de sostenibilidad en niveles alto, medio y bajo.
La cuenca nace a los 4.795 msnm, su parte más alta,
pero hacia los 830 msnm, en la parte baja, tiene una inclinación que
influye de manera considerable en el flujo del agua, en especial si se tiene en
cuenta el incremento de la sedimentación.
El clima es de pocos vientos pero con afluencia de lluvias y
humedad. Ocurren dos temporadas de lluvias en marzo y octubre, aunque en enero
y julio las precipitaciones son más bajas.
Con respecto a sus suelos, la parte más alta es de páramo,
escarpado y de alta pendiente, lo que, sumado a las fallas geológicas del
terreno por su cercanía al Nevado del Ruiz, genera “depósitos piroclásticos”.
Estos deforman el suelo hacia el interior del río produciendo unas socavaciones
o huecos, lo que hace que el agua se acumule más en ciertas partes del río, por
lo que la distribución de líquido no es igual aguas abajo.
La parte media y baja de la cuenca es menos inclinada, por
lo que existen llanuras o valles abiertos, espacios utilizados para la
ganadería y la agricultura, o convertidos en asentamientos de comunidades.
Con la información obtenida y apoyada en el software Tetis-Sed,
se diseñó un modelo hidrosedimentológico que calcula la influencia
climatológica sobre el cauce, mediante una representación visual simulada del
terreno.
Así, analizó cuatro escenarios posibles: uno base, es decir
en las condiciones actuales; otro cuyo clima es afectado por las proyecciones
del cambio climático; el tercero es un escenario ideal, donde se proponen
coberturas y usos del suelo según su vocación; y un último escenario según las
proyecciones agrícolas, pecuarias y de abastecimiento de la región.
Las estimaciones mostraron que la opción idónea es la
tercera, en la cual el estrés hídrico (cuando se usa mayor cantidad de agua de
la que hay disponible) es moderado, por lo que la erosión disminuiría.
Si se trataran adecuadamente los residuos de cerca de
380.000 hectáreas de cultivos de café, plátano y papa –estimadas para 2030 en
el territorio–, la sedimentación sobre el río se reduciría en un 58 %.
Además, con la instalación de plantas de biodiésel para
tratar el excremento del ganado y producir combustible o energía, la
sedimentación del cauce se reduciría en un 40 %, ya que un 30 % es
usado como abono o es absorbido por el suelo.
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